Curioso, lo que no pasa con el Betis no pasa con nadie. En un circuito que he realizado con mi nujer por Italia, de esos que llevas esperando largo tiempo y al fin llega, el guía -un filoósofo, arquitecto, historiador, un romano de una cultura exquisita- cuando nos muestra la basílica de San Pedro del Vaticano, nos dice que la fachada mide exactamente lo mismo que el campo del Betis. Con la apreciación me siento feliz, en mi salsa. Le abordo y le pregunto que si sigue al Betis por aquello de que Asumpçao jugó en la Roma. Me responde que para él Assumpsao es historia, que lleva al Betis en el corazón. De piedra me quedo cuando veo que el tío lleva en el pecho un escudito del centenario del Betis. Obvio es que estuve más cerca del guía que de mi mujer durante su exposición didáctico-literaria por los monumentos de la Roma Imperial.
No queda aquí la cosa. En Florencia un grupo de personas que acudían a ver el Baptisterio, supongo que sevillanos, y apreciar que entre nosotros iban expedicionarios andaluces de Jáen, gritaron ¡Betis, Betis! Por último en Venecia, en donde por ir a un servicio público te cobran 1 euro (mejor que en una cafetería que los minimo por un café son 4 y es que te cobran hasta por el desgaste del suelo que pisas), en el meodromo me encuentro un corazón y dentro 'Musho Betis'. Eso sin contar la cara del recepcionista de Milán cuando Mark González le metió el gol a los italianos. Y es que este equipo es único. ¡Musho Betis!