No todo es Rubén Castro
Este conflicto multilateral en el que se ha convertido el Betis, donde cada uno se esconde detrás de su excusa y cada vez afloran menos soluciones dibuja un panorama inquietante ya en la novena jornada liguera. Con el doble compromiso ante el Vitoria a las puertas y un calendario liguero para apretar los dientes (visita al Calderón, llega el Levante de Caparrós, salida a Málaga y recibimiento al Barcelona), el Betis entra en una fase de análisis en la que no caben soluciones como aventurarse con fichajes en el lejanísimo enero, sino realidades como las que demanda el equipo hoy. Pepe Mel, artífice de tantas cosas positivas, es hoy culpable de muchas de las perniciosas para un equipo que ofrece dudas por la elección de sus integrantes por parte de la dirección deportiva (entre otros errores ya consignados en estas líneas) pero que tiene mimbres suficientes para no sufrir tanto frente a bloques que con mejor gestión saben darle a los partidos lo que éstos piden.
El Betis de Mel se ha ido alejando poco a poco de aquel que se preparó en el verano inglés. De poco sirvieron, pues, aquellos 20 días. Entonces el técnico eligió a doce hombres, una columna vertebral y un sentido de juego (presión alta, llegada al área con muchos futbolistas, triangulación, laterales altos). Todo se esfumó tras perder en el Bernabéu con buena imagen y caer en casa con el Celta. Demasiado pronto. Los nervios también llegaron al entrenador, que se embarcó en una rotación salvaje cuando los futbolistas lo que quieren es jugar y no viajar a Rijeka para calentar. Eso despersonalizó a un equipo que buscaba su norte. Acercó un imán a la brújula y así anda el Betis, que cuando gana no sabe bien por qué lo ha hecho y cuando pierde tiene demasiados motivos para el análisis. Del estío salían como fijos Andersen; Chica, Paulao, Perquis, Nacho; Matilla, Nosa; Juanfran, Verdú, Cedrick; y Molina. Ahora el danés es suplente enojado, Perquis salió por una lesión y no recupera su sitio, Nosa es guadianesco en las alineaciones, a Verdú le han arrebatado sus galones como núcleo del juego del equipo, Cedrick es sólo un recurso... Y algunos de ellos fueron los mejores entonces. No hubo paciencia, algo fundamental y que los técnicos siempre piden. Se construyó un castillo de naipes con tantas sesiones. Entonces ya no estaba Rubén Castro y el Betis generaba infinidad de ocasiones. Ya no las hace.
El recurso a acordarse del canario cuando más frío hace ya no tiene sentido, sobre todo porque se trata de entrar en una especulación interminable. Saber qué hubiera sido del equipo en estas jornadas con tal refuerzo no es ciencia exacta. No sirve. El Betis ha tenido tiempo para crear y dar forma a un sólido plan B. Lo hizo y lo tiró por tierra a las primeras de cambio. Como los fichajes, Rubén no va a estar hasta dentro de algunas semanas. Renunciar a competir por su ausencia no tendría justificación. Y el Betis tiene otros problemas no achacables a su baja torpemente prevista por el club. Sus puestas en escena han sido parsimoniosas, su disposición táctica desordenada, su gestión de la superioridad nula, su capacidad de sobreponerse limitada, su consistencia defensiva decadente... Y así.
El Betis sale al campo, pues, sin idea concreta. Añora su fútbol de toque y extraña tanto cambio en un grupo lleno de novedades y de gente por demostrar que la Primera es su sitio. Mel ha descollado como un técnico capaz de sacar lo mejor de futbolistas que eran incógnitas. Lo hizo con los cedidos Jefferson Montero o Campbell, quien a estas alturas de la temporada pasada hasta se quedaba fuera de las convocatorias. O Nosa. O Amaya. En su confianza, y la de la directiva, está que haga lo propio con Cedrick, Chuli o Braian, que ahora son propiedad. Es un equipo recuperable, sobre todo porque restan tres cuartos de la Liga, puntos por jugarse en la Liga Europa y la siempre atractiva Copa del Rey. También porque ha dado señales de vida durante esta campaña, cuando su defensa hizo bien la raya y apenas encajaba goles, los mediocentros se fijaban y llegaba con más futbolistas al área. Mientras, el bético sólo ha celebrado los triunfos ante el Valencia y el Villarreal, más allá de los del débil Jablonec. Eso sí, como la posición en una liga depende no sólo del mérito propio sino del nivel de los rivales, mucho tiene que hacer mal este Betis con gente tan competente como para meterse en problemas. El propio Mel confiaba ayer: "«Estoy seguro de que revertiremos la situación y tendremos un buen año».
http://www.alfinaldelapalmera.com/no...en-castro.html
Qué raro se me hace leer un artículo sin las chorradas refritas habituales "demasiado hace con lo que tiene" o "Mel no puede hacer el milagro todos los años" de la escuela emperiana.
Parece que la dictadura en la prensa se va acabando y poco a poco y con mucho miedo alguno se sale del discurso.
Ahora bien, que este se queda sin filtraciones y sin entrevistas a doble página...eso es así.
Este conflicto multilateral en el que se ha convertido el Betis, donde cada uno se esconde detrás de su excusa y cada vez afloran menos soluciones dibuja un panorama inquietante ya en la novena jornada liguera. Con el doble compromiso ante el Vitoria a las puertas y un calendario liguero para apretar los dientes (visita al Calderón, llega el Levante de Caparrós, salida a Málaga y recibimiento al Barcelona), el Betis entra en una fase de análisis en la que no caben soluciones como aventurarse con fichajes en el lejanísimo enero, sino realidades como las que demanda el equipo hoy. Pepe Mel, artífice de tantas cosas positivas, es hoy culpable de muchas de las perniciosas para un equipo que ofrece dudas por la elección de sus integrantes por parte de la dirección deportiva (entre otros errores ya consignados en estas líneas) pero que tiene mimbres suficientes para no sufrir tanto frente a bloques que con mejor gestión saben darle a los partidos lo que éstos piden.
El Betis de Mel se ha ido alejando poco a poco de aquel que se preparó en el verano inglés. De poco sirvieron, pues, aquellos 20 días. Entonces el técnico eligió a doce hombres, una columna vertebral y un sentido de juego (presión alta, llegada al área con muchos futbolistas, triangulación, laterales altos). Todo se esfumó tras perder en el Bernabéu con buena imagen y caer en casa con el Celta. Demasiado pronto. Los nervios también llegaron al entrenador, que se embarcó en una rotación salvaje cuando los futbolistas lo que quieren es jugar y no viajar a Rijeka para calentar. Eso despersonalizó a un equipo que buscaba su norte. Acercó un imán a la brújula y así anda el Betis, que cuando gana no sabe bien por qué lo ha hecho y cuando pierde tiene demasiados motivos para el análisis. Del estío salían como fijos Andersen; Chica, Paulao, Perquis, Nacho; Matilla, Nosa; Juanfran, Verdú, Cedrick; y Molina. Ahora el danés es suplente enojado, Perquis salió por una lesión y no recupera su sitio, Nosa es guadianesco en las alineaciones, a Verdú le han arrebatado sus galones como núcleo del juego del equipo, Cedrick es sólo un recurso... Y algunos de ellos fueron los mejores entonces. No hubo paciencia, algo fundamental y que los técnicos siempre piden. Se construyó un castillo de naipes con tantas sesiones. Entonces ya no estaba Rubén Castro y el Betis generaba infinidad de ocasiones. Ya no las hace.
El recurso a acordarse del canario cuando más frío hace ya no tiene sentido, sobre todo porque se trata de entrar en una especulación interminable. Saber qué hubiera sido del equipo en estas jornadas con tal refuerzo no es ciencia exacta. No sirve. El Betis ha tenido tiempo para crear y dar forma a un sólido plan B. Lo hizo y lo tiró por tierra a las primeras de cambio. Como los fichajes, Rubén no va a estar hasta dentro de algunas semanas. Renunciar a competir por su ausencia no tendría justificación. Y el Betis tiene otros problemas no achacables a su baja torpemente prevista por el club. Sus puestas en escena han sido parsimoniosas, su disposición táctica desordenada, su gestión de la superioridad nula, su capacidad de sobreponerse limitada, su consistencia defensiva decadente... Y así.
El Betis sale al campo, pues, sin idea concreta. Añora su fútbol de toque y extraña tanto cambio en un grupo lleno de novedades y de gente por demostrar que la Primera es su sitio. Mel ha descollado como un técnico capaz de sacar lo mejor de futbolistas que eran incógnitas. Lo hizo con los cedidos Jefferson Montero o Campbell, quien a estas alturas de la temporada pasada hasta se quedaba fuera de las convocatorias. O Nosa. O Amaya. En su confianza, y la de la directiva, está que haga lo propio con Cedrick, Chuli o Braian, que ahora son propiedad. Es un equipo recuperable, sobre todo porque restan tres cuartos de la Liga, puntos por jugarse en la Liga Europa y la siempre atractiva Copa del Rey. También porque ha dado señales de vida durante esta campaña, cuando su defensa hizo bien la raya y apenas encajaba goles, los mediocentros se fijaban y llegaba con más futbolistas al área. Mientras, el bético sólo ha celebrado los triunfos ante el Valencia y el Villarreal, más allá de los del débil Jablonec. Eso sí, como la posición en una liga depende no sólo del mérito propio sino del nivel de los rivales, mucho tiene que hacer mal este Betis con gente tan competente como para meterse en problemas. El propio Mel confiaba ayer: "«Estoy seguro de que revertiremos la situación y tendremos un buen año».
http://www.alfinaldelapalmera.com/no...en-castro.html
Qué raro se me hace leer un artículo sin las chorradas refritas habituales "demasiado hace con lo que tiene" o "Mel no puede hacer el milagro todos los años" de la escuela emperiana.
Parece que la dictadura en la prensa se va acabando y poco a poco y con mucho miedo alguno se sale del discurso.
Ahora bien, que este se queda sin filtraciones y sin entrevistas a doble página...eso es así.
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