Re: ¡¡Hola......!!
Yo una vez soñé que podía volar, durante unas horas fui feliz, , durante unas horas olvidé mis temores y mis dolores, solo éramos el cielo y yo, yo y el cielo. Y fui feliz.
Al día siguiente desperté para descubrir que seguía acostado en la misma cama de m.ierda y que todos mis problemas seguían ahí, mirándome, con una j0dida sonrisa incrustada en su cara de bufón demacrado, recordándome lo poco que valgo y lo poco que valdré, recordándome que no soy nada ni importo a nadie. Entonces recordé mi sueño, mi sueño en el que volaba, recordé cómo, por primera vez en mi vida, fui feliz, recordé cómo, por primera vez en mi vida fui yo mismo, sin problemas, sin necesidad de depender de nadie. Solo el cielo y yo. Y eso me hundió más en mi desgracia.
Necesitaba recuperar esa sensación de evasión y libertad. Supongo que fue eso lo que me introdujo en el mundo de las drogas. Poco a poco, en un viaje lento pero inexorable. Primero fueron los porros, "un poquito de inofensiva maría" pensé, y no me equivocaba, el problema vino cuando descubrí que esto no me era suficiente, aún necesitaba algo mejor para llegar a ese clímax, a ese nirvana en que nada más importaba. Y debía conseguirlo.
Fue así como empecé a tomar mierrdas cada vez más duras: cocaína, crack, LSD... hasta que encontré en la heroína la respuesta a mis plegarias. Cada vez que me embarcaba en un viaje buscando al dragón rozaba aquello que tanto ansiaba, y no me importaba mi deterioro físico ni de salud. No me importaba pasarme semanas sin ducharme y días sin comer. No me importaba haberme distanciado de los pocos amigos que aún me quedaban, que aún sentían una pizca de cariño a sus corazones. Nada de eso me importaba. Solo quería mi dosis. Mi **** dosis. Y me quedé sin pasta.
Tuve que conseguir dinero como sea, pero no estaba en condiciones de realizar ningún trabajo de verdad. Vendí las pocas posesiones que me quedaban. Me prostituí. Me endeudé. Me metí en problemas con la gente equivocada. Todo por mi dosis. Mi **** dosis.
El siguiente paso estaba claro: La delincuencia. Me sumergí en una espiral de violencia y autodestrucción, de noches en el calabozo y a la interperie, de carteras robadas y tiendas atracadas. Hasta que un día me desperté embadurnado en sangre con mi navaja en la mano y un cuerpo muerto de una chica en mi regazo mientras un policía me daba una paliza.
Al final resultó que todo fueron gases.
Yo una vez soñé que podía volar, durante unas horas fui feliz, , durante unas horas olvidé mis temores y mis dolores, solo éramos el cielo y yo, yo y el cielo. Y fui feliz.
Al día siguiente desperté para descubrir que seguía acostado en la misma cama de m.ierda y que todos mis problemas seguían ahí, mirándome, con una j0dida sonrisa incrustada en su cara de bufón demacrado, recordándome lo poco que valgo y lo poco que valdré, recordándome que no soy nada ni importo a nadie. Entonces recordé mi sueño, mi sueño en el que volaba, recordé cómo, por primera vez en mi vida, fui feliz, recordé cómo, por primera vez en mi vida fui yo mismo, sin problemas, sin necesidad de depender de nadie. Solo el cielo y yo. Y eso me hundió más en mi desgracia.
Necesitaba recuperar esa sensación de evasión y libertad. Supongo que fue eso lo que me introdujo en el mundo de las drogas. Poco a poco, en un viaje lento pero inexorable. Primero fueron los porros, "un poquito de inofensiva maría" pensé, y no me equivocaba, el problema vino cuando descubrí que esto no me era suficiente, aún necesitaba algo mejor para llegar a ese clímax, a ese nirvana en que nada más importaba. Y debía conseguirlo.
Fue así como empecé a tomar mierrdas cada vez más duras: cocaína, crack, LSD... hasta que encontré en la heroína la respuesta a mis plegarias. Cada vez que me embarcaba en un viaje buscando al dragón rozaba aquello que tanto ansiaba, y no me importaba mi deterioro físico ni de salud. No me importaba pasarme semanas sin ducharme y días sin comer. No me importaba haberme distanciado de los pocos amigos que aún me quedaban, que aún sentían una pizca de cariño a sus corazones. Nada de eso me importaba. Solo quería mi dosis. Mi **** dosis. Y me quedé sin pasta.
Tuve que conseguir dinero como sea, pero no estaba en condiciones de realizar ningún trabajo de verdad. Vendí las pocas posesiones que me quedaban. Me prostituí. Me endeudé. Me metí en problemas con la gente equivocada. Todo por mi dosis. Mi **** dosis.
El siguiente paso estaba claro: La delincuencia. Me sumergí en una espiral de violencia y autodestrucción, de noches en el calabozo y a la interperie, de carteras robadas y tiendas atracadas. Hasta que un día me desperté embadurnado en sangre con mi navaja en la mano y un cuerpo muerto de una chica en mi regazo mientras un policía me daba una paliza.
Al final resultó que todo fueron gases.
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