Dicen que una mentira repetida hasta la saciedad se convierte en verdad. Claro que, tratándose de la masa social del Betis, con sólo repetirla media vez, basta, y tanto, aquí tienen un ejemplo. Lorenzo Serra Ferrer no renovó con el Real Betis a principios de 1997 debido a varios factores, entre los que destaca el ninguneo institucional que sufrió su mano derecha, Eusebio Ríos, que de rebote padeció su hijo Roberto, meses después vendido al Athletic por 12 millones de euros (se supone, paa mayor gloria de Encadesa) para traer a Otero y Solozábal. Desde febrero de 1997 Lorenzo Serra tenía apalabrado su compromiso con el club culé, cosa que no salió a la luz hasta una semana antes de la final de Copa, cosa que sorpende, teniendo en cuenta que en esos meses el equipo se clasificó para la misma y (quedó cuarto en Liga por cierto) con el "mega traidor" en el banco. El calentón histérico del señor Ruiz de Lopera duró el tiempo en el que se le pasa un berrinche a un niño de primaria, o sea, menos de medio día, y fue fruto, por supuesto, de cierta indiscreción del señor Gaspart, por entonces vicepresidente del Barça que el del Fontanal se tomó muy mal, ya se sabe que eso de ser protagonista es básico para el empresario, mucho más que gestionar el club. Una vez saciado su ego en forma de súplicas, llamadas y peticiones, todo volvió a la normalidad loperiana.

En esa final jugó Pedro Jaro, el portero suplente, simplemente porque lo hizo durante todo el torneo de Copa de ese año, Jaro es por cierto es el único Zamora de nuestra historia, ojalá tuviésemos un portero suplente así ahora. No tengo duda alguna de que Serra Ferrer peleó desde el banco como el que más para ganar esa final; el planteamiento del partido, el desarrollo del mismo, lo apurado del resultado, las lágrimas del mallorquín, su abrazo con el "mandamal" en el palco de Chamartín y su posterior regreso triunfal, a mí, personalmente, me lo prueban. No sean tan permeables a la mala propaganda.

Dicen que una mentira repetida hasta la saciedad se convierte en verdad. Claro que, tratándose de la masa social del Betis, con sólo repetirla media vez, basta, y tanto, aquí tienen un ejemplo. Lorenzo Serra Ferrer no renovó con el Real Betis a principios de 1997 debido a varios factores, entre los que destaca el ninguneo institucional que sufrió su mano derecha, Eusebio Ríos, que de rebote padeció su hijo Roberto, meses después vendido al Athletic por 12 millones de euros (se supone, paa mayor gloria de Encadesa) para traer a Otero y Solozábal. Desde febrero de 1997 Lorenzo Serra tenía apalabrado su compromiso con el club culé, cosa que no salió a la luz hasta una semana antes de la final de Copa, cosa que sorpende, teniendo en cuenta que en esos meses el equipo se clasificó para la misma y (quedó cuarto en Liga por cierto) con el "mega traidor" en el banco. El calentón histérico del señor Ruiz de Lopera duró el tiempo en el que se le pasa un berrinche a un niño de primaria, o sea, menos de medio día, y fue fruto, por supuesto, de cierta indiscreción del señor Gaspart, por entonces vicepresidente del Barça que el del Fontanal se tomó muy mal, ya se sabe que eso de ser protagonista es básico para el empresario, mucho más que gestionar el club. Una vez saciado su ego en forma de súplicas, llamadas y peticiones, todo volvió a la normalidad loperiana.

En esa final jugó Pedro Jaro, el portero suplente, simplemente porque lo hizo durante todo el torneo de Copa de ese año, Jaro es por cierto es el único Zamora de nuestra historia, ojalá tuviésemos un portero suplente así ahora. No tengo duda alguna de que Serra Ferrer peleó desde el banco como el que más para ganar esa final; el planteamiento del partido, el desarrollo del mismo, lo apurado del resultado, las lágrimas del mallorquín, su abrazo con el "mandamal" en el palco de Chamartín y su posterior regreso triunfal, a mí, personalmente, me lo prueban. No sean tan permeables a la mala propaganda.