Hace mucho mucho tiempo en una ciudad a la ribera del río Betis, había un niño de un barrio muy pobre que decíase pertenecer a la mejor afición del mundo, a una unidad grupal con sus propios mitos y leyendas, con su propia idiosincrasia, con su propia personalidad, con sus propios defectos, pero que nunca jamás había dejado de estar unida, rasgo éste, quizás, que más la diferenciaba del resto de las aficiones del resto de clubes de fútbol de todo el planeta. Esa unidad había cohabitado con el club en los infiernos de tercera y de segunda, con el maltrato de una guerra que no le perdonaba al club de esos aficionados que fuera tan rebelde, con las penurias y los llantos, con las alegrías y las risas, incluso con aquellos famosos mostachones de Utrera…De todo habíase vivido en tantos años de historia, pero siempre arraigando lo más importante que aquella afición lucía por bandera, su unidad.
Aquel niño disfrutaba observando encaramado a una fría barra metálica de gol Norte las cabalgadas de un tal Gordillo, las excelencias de un tal Cardeñosa, el pundonor de un tal Rincón, la clase de un tal Calderón, y a pesar de que buenos momentos no siempre disfrutaba, asistía asombrado a cómo aquella gran masa de personas que cada quince días formaban una especial familia, pasara lo que pasara, nunca permitían que hubiera una fractura entre ellos ni una voz que discordara. Sólo había un camino hacía el Betis aunque siempre el Betis era el camino. Ir a aquel templo era algo mitológico, inenarrable, escalofriante, alucinante para el chiquillo.
Los futbolistas eran respetados, aunque estuvieran limitados y no bien dotados con el don de tratar bien al balón, porque era el Betis quien los había comprado con más o menos recursos pero sin intenciones ulteriores ni enriquecimiento de empresas con siglas extrañas que nadie podía imaginar que existieran. Los directivos eran señores en toda la extensión de la palabra, que rara vez perdían la compostura, que se veían tan lejanos, pero siempre con un comportamiento inmaculado…Y el presidente, ¡ah!, impensable que pudieran sacar provecho de su estancia en el club, por el contrario, siempre ayudando, siempre dejando alto con su educación al resto de aficionados ante los medios y el resto de los adversarios… Era imposible que existiera la mofa contra él, porque nunca se daba pie a ello.
Pero se hicieron miles de cosas mal durante algún tiempo, y se sufrió lo indecible por mantener unida a la familia, incluso con el peligro sobrevolando de algún desahucio…Hasta que no se pudo evitar más lo inevitable y de repente, todo cambió, o mejor dicho, todo fue cambiado.
Y pasó el tiempo, traicionero como siempre, y aquel niño inocente creció siendo un niño cada quince días aquellas dos horas, sin darse cuenta de que ya nada era igual que cuando jugaba en las calles, que se hacía un hombre y sin percatarse de ello, pertenecía a algo que estaban secuestrando. El templo había sido mancillado con un cambio de nombre y una obra interminable, los futbolistas ya no eran respetados, los directivos simplemente no eran nadie y el presidente, ¡ah!, el presidente ya no era ese ser tan lejano sino un objeto de burla y de falta de respeto propiciada por sus propias palabras, por sus propias actuaciones…Para colmo, la historia de lo que había sido su familia era ninguneada, como si no hubieran servido para nada tantas lágrimas, tanto sudor y sangre derramados, tantas imágenes, tantas vivencias, tantas risas, tanto orgullo, tanta piel de gallina, tantos sonidos cercanos, tanta…¡vida! Siglas raras eran asociadas a su querido club, rusos desconocidos se relacionaban, el descontrol se apoderaba… Y así fue empeorando todo lo que podía empeorar, hasta que hubo un día en que ya no lo soportó más y explotó en su interior una pregunta que le haría luchar para siempre por el Betis que algún vivió y que le gustaría a sus hijos el día de mañana legar: ¿DÓNDE ESTÁ MI BETIS?
Perdonaré pero no olvidaré nunca lo que están haciendo con mi Betis, nuestro Betis, el Betis de TODOS…UN SENTIMIENTO ASÍ NO TIENE DUEÑO, NUNCA MORIRÁ.
¡VIVA EL BETIS LIBRE!
Aquel niño disfrutaba observando encaramado a una fría barra metálica de gol Norte las cabalgadas de un tal Gordillo, las excelencias de un tal Cardeñosa, el pundonor de un tal Rincón, la clase de un tal Calderón, y a pesar de que buenos momentos no siempre disfrutaba, asistía asombrado a cómo aquella gran masa de personas que cada quince días formaban una especial familia, pasara lo que pasara, nunca permitían que hubiera una fractura entre ellos ni una voz que discordara. Sólo había un camino hacía el Betis aunque siempre el Betis era el camino. Ir a aquel templo era algo mitológico, inenarrable, escalofriante, alucinante para el chiquillo.
Los futbolistas eran respetados, aunque estuvieran limitados y no bien dotados con el don de tratar bien al balón, porque era el Betis quien los había comprado con más o menos recursos pero sin intenciones ulteriores ni enriquecimiento de empresas con siglas extrañas que nadie podía imaginar que existieran. Los directivos eran señores en toda la extensión de la palabra, que rara vez perdían la compostura, que se veían tan lejanos, pero siempre con un comportamiento inmaculado…Y el presidente, ¡ah!, impensable que pudieran sacar provecho de su estancia en el club, por el contrario, siempre ayudando, siempre dejando alto con su educación al resto de aficionados ante los medios y el resto de los adversarios… Era imposible que existiera la mofa contra él, porque nunca se daba pie a ello.
Pero se hicieron miles de cosas mal durante algún tiempo, y se sufrió lo indecible por mantener unida a la familia, incluso con el peligro sobrevolando de algún desahucio…Hasta que no se pudo evitar más lo inevitable y de repente, todo cambió, o mejor dicho, todo fue cambiado.
Y pasó el tiempo, traicionero como siempre, y aquel niño inocente creció siendo un niño cada quince días aquellas dos horas, sin darse cuenta de que ya nada era igual que cuando jugaba en las calles, que se hacía un hombre y sin percatarse de ello, pertenecía a algo que estaban secuestrando. El templo había sido mancillado con un cambio de nombre y una obra interminable, los futbolistas ya no eran respetados, los directivos simplemente no eran nadie y el presidente, ¡ah!, el presidente ya no era ese ser tan lejano sino un objeto de burla y de falta de respeto propiciada por sus propias palabras, por sus propias actuaciones…Para colmo, la historia de lo que había sido su familia era ninguneada, como si no hubieran servido para nada tantas lágrimas, tanto sudor y sangre derramados, tantas imágenes, tantas vivencias, tantas risas, tanto orgullo, tanta piel de gallina, tantos sonidos cercanos, tanta…¡vida! Siglas raras eran asociadas a su querido club, rusos desconocidos se relacionaban, el descontrol se apoderaba… Y así fue empeorando todo lo que podía empeorar, hasta que hubo un día en que ya no lo soportó más y explotó en su interior una pregunta que le haría luchar para siempre por el Betis que algún vivió y que le gustaría a sus hijos el día de mañana legar: ¿DÓNDE ESTÁ MI BETIS?
Perdonaré pero no olvidaré nunca lo que están haciendo con mi Betis, nuestro Betis, el Betis de TODOS…UN SENTIMIENTO ASÍ NO TIENE DUEÑO, NUNCA MORIRÁ.
¡VIVA EL BETIS LIBRE!
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