Mientras cuatro hijo***** tienen acojonado a todo el país poniendo bombas a diestro y siniestro aprovechando las bondades del Gobierno más laxo e inútil que jamás tuvo este país en democracia, los brazos con los que éste maneja el Deporte están tallados, indefectiblemente, de idéntico y pusilánime material.
El Consejo Superior de Deportes (CSD) tiene conocimiento desde hace unos días de lo que debería saber (y quizá supiese) hace ya siete años: que el Xerez Deportivo ha hecho trampa al simular supuestamente una ampliación de capital. La entidad azulona tiene hoy el mismo capital social que en 2002 y, por ello, hace un año trató de subsanar la irregularidad con una nueva ampliación. Pero el CSD no quiere enterarse y se hace el remolón.
Aunque lo que verdaderamente ocurre es que Jaime Lissavetzky, su presidente, no tiene ****** (así de claro) de enviar al Xerez a Segunda B pese a que, seguramente, se ha saltado a la torera la Ley y competido siete temporadas de manera ilegal. Prefiere pasarle la patata caliente a la Liga de Fútbol Profesional (LFP) y ésta, a su vez, se la devuelve. Al parecer, el Xerez sí es de la LFP y el Betis y el Alavés no lo son. Porque si fueran el Madrid o el Barça los denunciantes (por cierto, éstos clubes deportivos y no SAD), Chapín vestía ya de albero desde el viernes...
Pero el CSD, siendo hijo de quien es, halla amparo en su cobardía y amaga con mirar hacia otro lado, con enmendar la picaresca jerezana con una simple advertencia o, peor aún, negando su existencia como hizo la LFP el martes en un fallo indecente. En Italia bajaron la Juve y el Milan, en toda Europa se denuncian amaños de partidos y los culpables pagan con la cárcel... Mientras, en España cada uno hace lo que le viene en gana. Porque el poder legislativo funciona de maravilla, pero el judicial y, en este caso, el ejecutivo son de cachondeo.
Ahora mismo no sé ni me importa quién debería ocupar la plaza del Xerez en Primera División, aunque, en puridad, la merece el Hércules, que compitió de igual a igual con un club ilegalmente inscrito. Pero sí tengo clara una cosa: los dirigentes xerecistas apestan desde hace años y su club, que no su afición, merece el castigo que, según la Ley, pudiese derivar de una conducta taimada e irresponsable. Y Lissavetzky debe dejarse de pedir unos Juegos Olímpicos para el 2016 si no es capaz de tapar vergüenzas como la xerecista.
http://blogs.grupojoly.com/meridona/
El Consejo Superior de Deportes (CSD) tiene conocimiento desde hace unos días de lo que debería saber (y quizá supiese) hace ya siete años: que el Xerez Deportivo ha hecho trampa al simular supuestamente una ampliación de capital. La entidad azulona tiene hoy el mismo capital social que en 2002 y, por ello, hace un año trató de subsanar la irregularidad con una nueva ampliación. Pero el CSD no quiere enterarse y se hace el remolón.
Aunque lo que verdaderamente ocurre es que Jaime Lissavetzky, su presidente, no tiene ****** (así de claro) de enviar al Xerez a Segunda B pese a que, seguramente, se ha saltado a la torera la Ley y competido siete temporadas de manera ilegal. Prefiere pasarle la patata caliente a la Liga de Fútbol Profesional (LFP) y ésta, a su vez, se la devuelve. Al parecer, el Xerez sí es de la LFP y el Betis y el Alavés no lo son. Porque si fueran el Madrid o el Barça los denunciantes (por cierto, éstos clubes deportivos y no SAD), Chapín vestía ya de albero desde el viernes...
Pero el CSD, siendo hijo de quien es, halla amparo en su cobardía y amaga con mirar hacia otro lado, con enmendar la picaresca jerezana con una simple advertencia o, peor aún, negando su existencia como hizo la LFP el martes en un fallo indecente. En Italia bajaron la Juve y el Milan, en toda Europa se denuncian amaños de partidos y los culpables pagan con la cárcel... Mientras, en España cada uno hace lo que le viene en gana. Porque el poder legislativo funciona de maravilla, pero el judicial y, en este caso, el ejecutivo son de cachondeo.
Ahora mismo no sé ni me importa quién debería ocupar la plaza del Xerez en Primera División, aunque, en puridad, la merece el Hércules, que compitió de igual a igual con un club ilegalmente inscrito. Pero sí tengo clara una cosa: los dirigentes xerecistas apestan desde hace años y su club, que no su afición, merece el castigo que, según la Ley, pudiese derivar de una conducta taimada e irresponsable. Y Lissavetzky debe dejarse de pedir unos Juegos Olímpicos para el 2016 si no es capaz de tapar vergüenzas como la xerecista.
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