El autocrata tiene en sus comienzos un cierto margen de mejora de lo que administra, ya que normalmente se hace con el poder en épocas de desorden y zozobra, pero a la larga se convierte en el mayor obstáculo para que se desarrollen cauces normales en los que se organicen las personas que participan del grupo humano. Aparecen en el tirano los miedos y las envidias, la necesidad constante de la aclamación acrítica, tipo plaza de oriente. Despeña a sus mejores colaboradores por sentirse en riesgo de perder el reconocimiento mesianico de su grey. Anula cualquier iniciativa. En el caso del tiranuelo Lopera, todo aquel que le lleva al exito se convierte de manera automática en su contrincante: entrenador, jugadores... da igual su entrega y fidelidad, si es aclamado por las masas, se convierte en victima de su odio celoso. Es fácil reconocer este carácter en todos los tiranos que en el mundo han sido, basta leer historia o literatura. El dictador se siente siempre víctima de una conspiración, se rodea solamente de gente arribista, sin talento y leal hasta lo perruno. Pero ni ellos están totalmente a salvo de ser defenestrados en un arranque de locura. El dictador suele envolverse en la bandera de lo que que se ha apoderado, es más la bandera es el, exige fidelidad no ya a la patria, sino a él mismo. El destino de la sociedad se confunde con el destino personal del autócrata: su colapso personal, el de la sociedad en la que impera. Cuidado con esto, en la mente del tirano no hay otra opción a la de su derrota personal que la total aniquilación de su pueblo, el pueblo verdiblanco en nuestro caso. Nos ha unido a él con cadenas de hierro, todo lo que hacemos para hacerle retroceder se revierte en daño contra nosotros mismos, contra el Betis. Si le pedimos que venda, venderá a la cuadrilla de peor calaña, da igual si es de Cordoba o de los Emiratos, lo venderá a quien peor lo haga para así engrandecer su era dictatorial. El culto a la personalidad se convierte en la única religión oficial, la que da puntos para obtener prebendas. El dictador pretende que su hundimieto sea el de todos nosotros, el de nuestro club centenario, el que han forjado cientos de miles de nuestros antepasados, a trancas y barrancas, en lucha persistente contra el poder que quería nuestra desaparición, y el que lo va a conseguir es El. Claro que no tenemos enmienda, hace dieciocho años que nos entregamos a la creencia de lo providencial, que El Elegido, con muchos millones pastoreara al pueblo perdido, que fichara a los mejores (algo de eso hubo al principio, hasta que se hizo con todo el poder y con las voluntades de muchos miles), ahora creemos en otra especie de providencia, la de los jueces, la de la jueza para ser más exactos, que nos redima del mal, aunque no sepamos en qué puede desembocar todo eso. O en Castel, que supongo que supondría un segundo fenómeno autocrático, con sus fichajes de relumbrón al comienzo, para ganarse al pueblo "verdiblando".
Se que es una utopía, y perdonen la ingerencia politizante, pero una vieja canción revolucionaria decía: "Ni en dioses, reyes ni tribunos, está el supremo salvador. Nosotros mismos realicemos el esfuerzo redentor".
Hay que revertir la situación, no se como se puede hacer, pero la propiedad del Club, debe ser de la afición. Tenemos que poder recomprar la libertad. Las acciones que se apoderó el tirano, posiblemente sin poner un duro, deben de ser de nuevo puestas a disposición de nosotros los béticos. Ninguna mayoría accionarial más. Vivo en un pais libre, en el que puedo votar al que me gobierna, y quiero poder votar (y botar) al que dirige al Betis, con sus clausulas bien definidas de mociones de censura, con la elección de los símbolos que me representan, como el nombre del estadio. En otras palabras, con democracia. La única buena cosa que Lopera ha hecho en estos años es una malvada pedagogía, la de que un sentimiento ha sido secuestrado por un "dueño", un amo al que sirve. Esta afición ha necesitado mucho tiempo para comprenderlo. Ahora es el momento de cambiar todo esto. No permitamos que el tirano muera en la cama, echemoslo a la calle, podemos.
Se que es una utopía, y perdonen la ingerencia politizante, pero una vieja canción revolucionaria decía: "Ni en dioses, reyes ni tribunos, está el supremo salvador. Nosotros mismos realicemos el esfuerzo redentor".
Hay que revertir la situación, no se como se puede hacer, pero la propiedad del Club, debe ser de la afición. Tenemos que poder recomprar la libertad. Las acciones que se apoderó el tirano, posiblemente sin poner un duro, deben de ser de nuevo puestas a disposición de nosotros los béticos. Ninguna mayoría accionarial más. Vivo en un pais libre, en el que puedo votar al que me gobierna, y quiero poder votar (y botar) al que dirige al Betis, con sus clausulas bien definidas de mociones de censura, con la elección de los símbolos que me representan, como el nombre del estadio. En otras palabras, con democracia. La única buena cosa que Lopera ha hecho en estos años es una malvada pedagogía, la de que un sentimiento ha sido secuestrado por un "dueño", un amo al que sirve. Esta afición ha necesitado mucho tiempo para comprenderlo. Ahora es el momento de cambiar todo esto. No permitamos que el tirano muera en la cama, echemoslo a la calle, podemos.
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