La degradación asimilada
Hace poco comentaba el filósofo José Antonio Marina que los telediarios han convertido al hombre en un ser insensible. Día tras día contemplamos horribles noticias que las asimilamos como el que observa un espectáculo teatral o una película de cine. Esta sociedad enferma de hedonismo mira con indiferencia las injusticias que se suceden en el mundo. Salvando las diferencias, algo parecido le está ocurriendo a la afición del Betis.
Estamos vacunados contra todo. Nada nos afecta. A cada desgraciado incidente le sucede otro más penoso y todo se digiere con suma facilidad. En el último año, el beticismo ha visto como su consejero delegado protagonizaba gravísimos sucesos y nada ha ocurrido. Como cantó Julio Iglesias “la vida sigue igual”. Todos sabemos que en el plano accionarial nada se puede hacer. Si el dueño del 52% no quiere vender, seguirá por los siglos de los siglos. Las asociaciones y plataformas contrarias a Lopera, siguen trabajando de forma seria y constante, ofreciendo a la luz pública informes y datos muy negativos sobre su mandato.
Pero sorprende que exista todavía una gran mayoría de béticos que aprueban la gestión y, lo que es peor, las formas de Lopera. Después de las peleas callejeras con periodistas, las infames sevillanas caninas, los tumultos con el eterno rival o la presencia del busto en el palco, gran parte de la afición de Betis sigue viendo en Ruiz de Lopera al gran salvador de este club.
Para completar un año terrorífico, para más INRI el del Centenario, la Asamblea General de Accionistas se convirtió en la mejor escenificación de lo que es el Betis de Lopera. Un club degradado y vergonzante, sin futuro deportivo e institucional, que ha comenzado a dividirse entre loperistas y antiloperistas, pero en el que domina un dictador insolente y perverso que hace y deshace a su antojo o, lo que es lo mismo, a favor de sus intereses económicos.
Todo se ha comentado ya sobre la humillante e injuriosa asamblea del pasado jueves pero todo sigue y seguirá igual. A nadie le importa que una veintena de violentos no dejase hablar a los que querían saber más. A nadie le importa que la Policía Nacional tuviera que intervenir para salvaguardar la integridad de los que querían preguntar por la oscura gestión del club. A nadie le importa que Lopera no contestase a ninguna de las preguntas incluidas en el orden del día. A nadie le importa que la prensa no pudiera ejercer su derecho a la información de un acto que interesa a miles de “criaturitas”. En definitiva, a nadie le interesa que el Betis sea un club serio, estructurado, moderno y ejemplar.
Hace días recibí un correo de un amigo y aficionado al fútbol del norte de España que terminaba su escrito con una frase dura pero muy realista: “Oí trozos de vuestra asamblea y te digo la verdad: me dio muy mal rollo, esa no puede ser la imagen que deis como club”. Muchos béticos asistimos, muy a nuestro pesar, a la degradación más absoluta de un club que, en su día, fue esencia y paradigma del señorío, la simpatía y la elegancia en el fútbol. Hoy se ha convertido en el cortijo de un cateto sin principios pero con dinero, al que aplauden unos *******s tan indignos y rastreros como su propio jefe. Y lo que es peor, al que sigue gran parte de una afición sedada por un virus conocido como Loperitis.
Hace poco comentaba el filósofo José Antonio Marina que los telediarios han convertido al hombre en un ser insensible. Día tras día contemplamos horribles noticias que las asimilamos como el que observa un espectáculo teatral o una película de cine. Esta sociedad enferma de hedonismo mira con indiferencia las injusticias que se suceden en el mundo. Salvando las diferencias, algo parecido le está ocurriendo a la afición del Betis.
Estamos vacunados contra todo. Nada nos afecta. A cada desgraciado incidente le sucede otro más penoso y todo se digiere con suma facilidad. En el último año, el beticismo ha visto como su consejero delegado protagonizaba gravísimos sucesos y nada ha ocurrido. Como cantó Julio Iglesias “la vida sigue igual”. Todos sabemos que en el plano accionarial nada se puede hacer. Si el dueño del 52% no quiere vender, seguirá por los siglos de los siglos. Las asociaciones y plataformas contrarias a Lopera, siguen trabajando de forma seria y constante, ofreciendo a la luz pública informes y datos muy negativos sobre su mandato.
Pero sorprende que exista todavía una gran mayoría de béticos que aprueban la gestión y, lo que es peor, las formas de Lopera. Después de las peleas callejeras con periodistas, las infames sevillanas caninas, los tumultos con el eterno rival o la presencia del busto en el palco, gran parte de la afición de Betis sigue viendo en Ruiz de Lopera al gran salvador de este club.
Para completar un año terrorífico, para más INRI el del Centenario, la Asamblea General de Accionistas se convirtió en la mejor escenificación de lo que es el Betis de Lopera. Un club degradado y vergonzante, sin futuro deportivo e institucional, que ha comenzado a dividirse entre loperistas y antiloperistas, pero en el que domina un dictador insolente y perverso que hace y deshace a su antojo o, lo que es lo mismo, a favor de sus intereses económicos.
Todo se ha comentado ya sobre la humillante e injuriosa asamblea del pasado jueves pero todo sigue y seguirá igual. A nadie le importa que una veintena de violentos no dejase hablar a los que querían saber más. A nadie le importa que la Policía Nacional tuviera que intervenir para salvaguardar la integridad de los que querían preguntar por la oscura gestión del club. A nadie le importa que Lopera no contestase a ninguna de las preguntas incluidas en el orden del día. A nadie le importa que la prensa no pudiera ejercer su derecho a la información de un acto que interesa a miles de “criaturitas”. En definitiva, a nadie le interesa que el Betis sea un club serio, estructurado, moderno y ejemplar.
Hace días recibí un correo de un amigo y aficionado al fútbol del norte de España que terminaba su escrito con una frase dura pero muy realista: “Oí trozos de vuestra asamblea y te digo la verdad: me dio muy mal rollo, esa no puede ser la imagen que deis como club”. Muchos béticos asistimos, muy a nuestro pesar, a la degradación más absoluta de un club que, en su día, fue esencia y paradigma del señorío, la simpatía y la elegancia en el fútbol. Hoy se ha convertido en el cortijo de un cateto sin principios pero con dinero, al que aplauden unos *******s tan indignos y rastreros como su propio jefe. Y lo que es peor, al que sigue gran parte de una afición sedada por un virus conocido como Loperitis.
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