La Real Sociedad pasó por encima sin mucho esfuerzo de una pobre versión del Betis que nunca llegó a dar sensación de peligro. La superioridad vasca no se materializó en el resultado (1-0) pero sí en el juego donde con, y sin balón, fue infinitamente superior al equipo de Poyet.
Resignados. Así terminaron los jugadores de Betis un partido donde nunca tuvieron la sensación de inquietar a una Real que se mantuvo firme los noventa minutos.
El equipo vasco circuló la pelota a un ritmo y con un criterio que el Betis no pudo controlar en ningún momento. Los jugadores del Betis acabaron persiguiendo sombras y haciendo, de la poca posesión que tenían, un problema en vez de una solución. Una pobre versión del Betis, que se asemejó a la vista en la segunda parte del Camp Nou.
El Betis salió con una alineación ofensiva sobre el papel, un 4-2-3-1 con Ceballos por delante del doble pivote y Rubén y Joaquín abiertos en banda. Una alineación proclive a tener el balón pero que se quedó en un espejismo porque el Betis no tuvo el balón y, cuando lo tuvo, lo hizo francamente mal.
El doble pivote del Betis no funcionó ni generó. La Real se plantaba muy fácilmente en campo contrario con un pase demasiado sencillo. Alex Alegría presionaba tímidamente la salida sin ser acompañado por ningún compañero pero el equipo vasco rompía la línea de tres del Betis con un simple pase y dejaba ya a cuatro jugadores atrás.
Esa superioridad, y la falta de presión de los jugadores atacantes del Betis, hicieron que la línea de cuatro defensas de los txuri urdin jugará más en campo contrario que propio. Mientras los centrales apoyaban a Illara en la creación, los laterales, viendo que ni Rubén ni Joaquín se especializan por defender (siendo a veces Alex Alegría el que iba a la banda a defender el lateral de Joaquín), se convirtieron en extremos abarcando unas bandas que abandonaban Oyarzabal y Vela creando con su movimiento superioridad por dentro y fuera del ataque vasco.
A partir de ahí, la Real, con pocos fallos en la circulación, hizo recular al Betis, el cual intentó tapar todas las goteras que el buen hacer del equipo vaco y su endeble sistema defensivo le sacaban a relucir. El primer tiempo acabó 0-0 pero la sensación era que el gol de la Real iba a terminar por llegar.
Y así fue cuando Oyarzabal, en el vértice del área, con demasiado tiempo para pensar y levantar la cabeza puso un centro a la espalda de Bruno y Piccini para que esta vez sí, Vela marcase y materializase el domino global de la Real en el partido.
Poco después, Poyet volvió a cambiar el sistema por tercera vez en el partido viendo que ninguno de los dos anteriores le había dado resultados. Primero el 4-2-3-1. Segundo con un 4-4-2 con la entrada de Brasanac para fortalecer el doble pivote que había sufrido en la primera mitad y que tampoco acabó resultando ya que el serbio no hizo mejor papel que el sustituido Felipe. Y por último, y sobre el papel más inteligente, esa vuelta al 4-2-3-1 con dos bandas con mayor facilidad para el regate y el centro.
Digo más inteligente porque ese doble cambio denota lectura de partido. Aunque luego no funcionase, Poyet viendo la facilidad con la que los dos laterales de la Real subían y creaban superioridad, introduce dos variables ofensivas que deberían obligar a los laterales ya más cansados a pensarse cada subida. Tácticamente, el doble cambio tenía sentido pero aunque la idea era buena no resolvía el problema de raíz que lleva arrastrando el Betis muchos años, la poca o nula salida de balón limpia del equipo.
Otra jornada más el Betis estuvo muy lejos técnicamente de su rival y en esta ni la actitud ni el despliegue físico aparecieron para subsanar este problema.
El uno a uno:
Resignados. Así terminaron los jugadores de Betis un partido donde nunca tuvieron la sensación de inquietar a una Real que se mantuvo firme los noventa minutos.
El equipo vasco circuló la pelota a un ritmo y con un criterio que el Betis no pudo controlar en ningún momento. Los jugadores del Betis acabaron persiguiendo sombras y haciendo, de la poca posesión que tenían, un problema en vez de una solución. Una pobre versión del Betis, que se asemejó a la vista en la segunda parte del Camp Nou.
El Betis salió con una alineación ofensiva sobre el papel, un 4-2-3-1 con Ceballos por delante del doble pivote y Rubén y Joaquín abiertos en banda. Una alineación proclive a tener el balón pero que se quedó en un espejismo porque el Betis no tuvo el balón y, cuando lo tuvo, lo hizo francamente mal.
El doble pivote del Betis no funcionó ni generó. La Real se plantaba muy fácilmente en campo contrario con un pase demasiado sencillo. Alex Alegría presionaba tímidamente la salida sin ser acompañado por ningún compañero pero el equipo vasco rompía la línea de tres del Betis con un simple pase y dejaba ya a cuatro jugadores atrás.
Esa superioridad, y la falta de presión de los jugadores atacantes del Betis, hicieron que la línea de cuatro defensas de los txuri urdin jugará más en campo contrario que propio. Mientras los centrales apoyaban a Illara en la creación, los laterales, viendo que ni Rubén ni Joaquín se especializan por defender (siendo a veces Alex Alegría el que iba a la banda a defender el lateral de Joaquín), se convirtieron en extremos abarcando unas bandas que abandonaban Oyarzabal y Vela creando con su movimiento superioridad por dentro y fuera del ataque vasco.
A partir de ahí, la Real, con pocos fallos en la circulación, hizo recular al Betis, el cual intentó tapar todas las goteras que el buen hacer del equipo vaco y su endeble sistema defensivo le sacaban a relucir. El primer tiempo acabó 0-0 pero la sensación era que el gol de la Real iba a terminar por llegar.
Y así fue cuando Oyarzabal, en el vértice del área, con demasiado tiempo para pensar y levantar la cabeza puso un centro a la espalda de Bruno y Piccini para que esta vez sí, Vela marcase y materializase el domino global de la Real en el partido.
Poco después, Poyet volvió a cambiar el sistema por tercera vez en el partido viendo que ninguno de los dos anteriores le había dado resultados. Primero el 4-2-3-1. Segundo con un 4-4-2 con la entrada de Brasanac para fortalecer el doble pivote que había sufrido en la primera mitad y que tampoco acabó resultando ya que el serbio no hizo mejor papel que el sustituido Felipe. Y por último, y sobre el papel más inteligente, esa vuelta al 4-2-3-1 con dos bandas con mayor facilidad para el regate y el centro.
Digo más inteligente porque ese doble cambio denota lectura de partido. Aunque luego no funcionase, Poyet viendo la facilidad con la que los dos laterales de la Real subían y creaban superioridad, introduce dos variables ofensivas que deberían obligar a los laterales ya más cansados a pensarse cada subida. Tácticamente, el doble cambio tenía sentido pero aunque la idea era buena no resolvía el problema de raíz que lleva arrastrando el Betis muchos años, la poca o nula salida de balón limpia del equipo.
Otra jornada más el Betis estuvo muy lejos técnicamente de su rival y en esta ni la actitud ni el despliegue físico aparecieron para subsanar este problema.
El uno a uno:
Comentario