Artículo de El Mundo de hoy, 15 de noviembre 2013:
En enero de 2006 José María Calero y Alfredo Flores formaban parte de la fiscalía de Sevilla que logró la condena a 15 meses de prisión de Manuel Ruiz de Lopera. Se le imputaron dos delitos fiscales cometidos en el Betis a través de sus empresas fantasma. La pena, sin embargo, no resultó tan lesiva como pudiera parecer para el entonces presidente verdiblanco. Lopera se declaró culpable, pactó con Hacienda, hizo que el Betis pagara los tres millones de multa y, tiempo después, fichó como abogados a Calero y Flores.
Este último dejó una sentencia insuperable, mítica, para replicar a quienes le acusaban de haberse cambiado de chaqueta. "No lo he hecho. Sólo que un día la cuelgo en una percha, y otro en otra".
Ya desde su nueva perspectiva, el señor Calero (Flores sería apartado por su bufete tras una sucesión de hilarantes episodios en los juzgados) mostró en el invierno de 2010 su honda preocupación por lo que entendía como "un juicio paralelo" que perjudicaba a su paganini, acusado esta vez de un delito societario y de apropiación indebida del Betis. Para combatirlo, reclamó a varios periodistas al despacho de Montero-Aramburu de República Argentina para aleccionarles sobre la beatitud de Lopera, la persecución de la juez, la inutilidad de los peritos y la perfidia de ciertos plumillas que provocaban "una tormenta judicial y mediática perfecta".
No puede decirse que sus esfuerzos fueran baldíos. Poco a poco, la visión del abogado fue haciendo paisaje. Los canales para filtrar los escritos de la defensa se engrasaron. Algunos periodistas lograron ser invitados a pastas en el braserillo de don Manuel en Jabugo, de donde salieron entusiasmados por su fortaleza y la cantidad de papeles que posee (!). Antes de su declaración del jueves, las expectativas resultaban fabulosas. En varios medios se resaltaba el vigor del último ataque de la defensa loperiana, ése de la "tormenta judicial y mediática perfecta". Hubo quien tituló así la comparecencia frente a la juez Alaya: 'Lopera contraataca'.
En éstas llegó Lopera a los juzgados y se acogió a su derecho a no declarar.
En fin. Está bien saber todo esto. Pero sólo es pasto de distracción. Puro circo. Vayamos a lo esencial. Aunque antes, permítanme que les cuente una parábola celebre entre los leguleyos:
-Un día un letrado recibió a dos clientes. Uno estaba acusado de un solo delito, pongamos estafa. El otro sufría una recua interminable: evasión, societario, falsedad, apropiación indebida, maquinación para alterar el precio... El abogado le abrazó cálidamente: "Esto lo tenemos ganado". Luego se dirigió al primero: "Tú lo tienes bien jodido".
Quiere decirse que, pese a su habitual queja por la lentitud e inoperancia de la Justicia, tal suele ser clave en la estrategia procesal de muchas defensas, que recurren a todo tipo de estratagemas para enrollar y dilatar el proceso mientras duren su fuerzas, que suelen coincidir con lo que duran los dineros de sus representados. El alboroto favorece. La simpleza les desnuda.
Uno de los empresarios más importantes de la historia, John Pierpont (JP) Morgan, tenía una máxima: "Cualquier problema es imposible de resolver mientras no se reduzca a sus términos más elementales". En el caso de Lopera, es lícito que ustedes se distraigan, y en algún caso hasta se diviertan, con el circo. Pero si quieren acercarse a la verdad es bueno que hagan caso a Morgan.
El interminable juicio a Lopera, que por extensión abruma (ya casi seis años de instrucción), es en realidad de una sencillez extrema. Reducido a lo elemental, sólo tenemos dos preguntas:
1) Qué razón hubo para que un club rico (recuerden, en su momento fichó al jugador más caro de la historia, Denilson) tuviera la necesidad de desviar decenas de millones a través dos sociedades fantasma, ambas sin empleados, sede ni actividad.
Y 2) ¿Es cierto que Lopera jamás pagó más de la mitad de las acciones con que controló autocráticamente el Betis?
Como ven, bastarían unos recibitos de entre ese mogollón de papeles que muestra a sus íntimos don Manuel para acabar con todo este entuerto. Por eso en el juzgado lo sigue teniendo tan crudo. Ahí no vale el circo.
Una historia muy simple | Zidaneando | Blogs | elmundo.es
En enero de 2006 José María Calero y Alfredo Flores formaban parte de la fiscalía de Sevilla que logró la condena a 15 meses de prisión de Manuel Ruiz de Lopera. Se le imputaron dos delitos fiscales cometidos en el Betis a través de sus empresas fantasma. La pena, sin embargo, no resultó tan lesiva como pudiera parecer para el entonces presidente verdiblanco. Lopera se declaró culpable, pactó con Hacienda, hizo que el Betis pagara los tres millones de multa y, tiempo después, fichó como abogados a Calero y Flores.
Este último dejó una sentencia insuperable, mítica, para replicar a quienes le acusaban de haberse cambiado de chaqueta. "No lo he hecho. Sólo que un día la cuelgo en una percha, y otro en otra".
Ya desde su nueva perspectiva, el señor Calero (Flores sería apartado por su bufete tras una sucesión de hilarantes episodios en los juzgados) mostró en el invierno de 2010 su honda preocupación por lo que entendía como "un juicio paralelo" que perjudicaba a su paganini, acusado esta vez de un delito societario y de apropiación indebida del Betis. Para combatirlo, reclamó a varios periodistas al despacho de Montero-Aramburu de República Argentina para aleccionarles sobre la beatitud de Lopera, la persecución de la juez, la inutilidad de los peritos y la perfidia de ciertos plumillas que provocaban "una tormenta judicial y mediática perfecta".
No puede decirse que sus esfuerzos fueran baldíos. Poco a poco, la visión del abogado fue haciendo paisaje. Los canales para filtrar los escritos de la defensa se engrasaron. Algunos periodistas lograron ser invitados a pastas en el braserillo de don Manuel en Jabugo, de donde salieron entusiasmados por su fortaleza y la cantidad de papeles que posee (!). Antes de su declaración del jueves, las expectativas resultaban fabulosas. En varios medios se resaltaba el vigor del último ataque de la defensa loperiana, ése de la "tormenta judicial y mediática perfecta". Hubo quien tituló así la comparecencia frente a la juez Alaya: 'Lopera contraataca'.
En éstas llegó Lopera a los juzgados y se acogió a su derecho a no declarar.
En fin. Está bien saber todo esto. Pero sólo es pasto de distracción. Puro circo. Vayamos a lo esencial. Aunque antes, permítanme que les cuente una parábola celebre entre los leguleyos:
-Un día un letrado recibió a dos clientes. Uno estaba acusado de un solo delito, pongamos estafa. El otro sufría una recua interminable: evasión, societario, falsedad, apropiación indebida, maquinación para alterar el precio... El abogado le abrazó cálidamente: "Esto lo tenemos ganado". Luego se dirigió al primero: "Tú lo tienes bien jodido".
Quiere decirse que, pese a su habitual queja por la lentitud e inoperancia de la Justicia, tal suele ser clave en la estrategia procesal de muchas defensas, que recurren a todo tipo de estratagemas para enrollar y dilatar el proceso mientras duren su fuerzas, que suelen coincidir con lo que duran los dineros de sus representados. El alboroto favorece. La simpleza les desnuda.
Uno de los empresarios más importantes de la historia, John Pierpont (JP) Morgan, tenía una máxima: "Cualquier problema es imposible de resolver mientras no se reduzca a sus términos más elementales". En el caso de Lopera, es lícito que ustedes se distraigan, y en algún caso hasta se diviertan, con el circo. Pero si quieren acercarse a la verdad es bueno que hagan caso a Morgan.
El interminable juicio a Lopera, que por extensión abruma (ya casi seis años de instrucción), es en realidad de una sencillez extrema. Reducido a lo elemental, sólo tenemos dos preguntas:
1) Qué razón hubo para que un club rico (recuerden, en su momento fichó al jugador más caro de la historia, Denilson) tuviera la necesidad de desviar decenas de millones a través dos sociedades fantasma, ambas sin empleados, sede ni actividad.
Y 2) ¿Es cierto que Lopera jamás pagó más de la mitad de las acciones con que controló autocráticamente el Betis?
Como ven, bastarían unos recibitos de entre ese mogollón de papeles que muestra a sus íntimos don Manuel para acabar con todo este entuerto. Por eso en el juzgado lo sigue teniendo tan crudo. Ahí no vale el circo.
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