http://www.eldesmarque.es/content/view/20216/1/
Lopera sigue enfermo. Su realidad y la del Betis nunca pudo estar mejor definida que en el siguiente anuncio: “¿Aceptáis barco como animal acuático? No, pues es mi scattergories y me lo llevo”. Algunos se reirán, pero así funciona la película. Nunca una manifestación de 40.000, 50.000 o 60.000 personas ha servido para hacer menos autocrítica por parte del protagonista de la misma. Lejos de asumir errores, su nuevo salto al vacío pasa por castigar a todos aquellos que osan opinar contra sus intereses. La libertad de expresión no está permitida en un Betis que vive bajo el yugo de la dictadura loperista. Sólo así se explica que los precios de los abonos sean exactamente los mismos, porque demagogias aparte, el caos institucional que ha llevado este club a Segunda sólo lo pagarán los mismos de siempre: su afición. Lopera, León, Momparlet y compañía seguirán en sus cargos pensando realmente que todo ha sido un accidente culpa única y exclusivamente de técnicos y jugadores. En cambio, el bético a pasar por taquilla porque siempre estará con su equipo aunque no tenga para darle de comer a su familia. Pero la cólera desatada en la calle Jabugo tras ver como los béticos lo han dejado solo va más allá. Se preven sesiones de entrenamiento a puerta cerrada, silencio casi sepulcral en los jugadores e incluso restricciones hasta lo exigido por la ley en el trabajo de los medios de comunicación. Afortunadamente a nosotros poco daño nos hace, y así ha quedado ya patente con numerosos vetos, leyes del silencio y otras artimañas intimidatorias frustradas. Son, precisamente, los aficionados quienes no tendrán respuesta al devenir de la temporada, vamos respuestas de los protagonistas, porque informados estarán como merecen. En cualquier caso ya lo dijo Carlos García: “Mal vamos si todavía no sabemos donde estamos…”. Pues da la impresión que no, Carlos, en el club que te paga prefieren seguir pendientes de entablar guerras eternas contra el mundo entero, en vez de asimilar su cruda realidad. El Betis ha pasado de ser un equipo querido y admirado, a provocar alegrías con su reciente desgracia deportiva. Un club cada día con más enemigos y menos amigos, y eso tampoco es por culpa de quien paga religiosamente su carnet. El único al que este Betis le cuesta el dinero.
Lopera sigue enfermo. Su realidad y la del Betis nunca pudo estar mejor definida que en el siguiente anuncio: “¿Aceptáis barco como animal acuático? No, pues es mi scattergories y me lo llevo”. Algunos se reirán, pero así funciona la película. Nunca una manifestación de 40.000, 50.000 o 60.000 personas ha servido para hacer menos autocrítica por parte del protagonista de la misma. Lejos de asumir errores, su nuevo salto al vacío pasa por castigar a todos aquellos que osan opinar contra sus intereses. La libertad de expresión no está permitida en un Betis que vive bajo el yugo de la dictadura loperista. Sólo así se explica que los precios de los abonos sean exactamente los mismos, porque demagogias aparte, el caos institucional que ha llevado este club a Segunda sólo lo pagarán los mismos de siempre: su afición. Lopera, León, Momparlet y compañía seguirán en sus cargos pensando realmente que todo ha sido un accidente culpa única y exclusivamente de técnicos y jugadores. En cambio, el bético a pasar por taquilla porque siempre estará con su equipo aunque no tenga para darle de comer a su familia. Pero la cólera desatada en la calle Jabugo tras ver como los béticos lo han dejado solo va más allá. Se preven sesiones de entrenamiento a puerta cerrada, silencio casi sepulcral en los jugadores e incluso restricciones hasta lo exigido por la ley en el trabajo de los medios de comunicación. Afortunadamente a nosotros poco daño nos hace, y así ha quedado ya patente con numerosos vetos, leyes del silencio y otras artimañas intimidatorias frustradas. Son, precisamente, los aficionados quienes no tendrán respuesta al devenir de la temporada, vamos respuestas de los protagonistas, porque informados estarán como merecen. En cualquier caso ya lo dijo Carlos García: “Mal vamos si todavía no sabemos donde estamos…”. Pues da la impresión que no, Carlos, en el club que te paga prefieren seguir pendientes de entablar guerras eternas contra el mundo entero, en vez de asimilar su cruda realidad. El Betis ha pasado de ser un equipo querido y admirado, a provocar alegrías con su reciente desgracia deportiva. Un club cada día con más enemigos y menos amigos, y eso tampoco es por culpa de quien paga religiosamente su carnet. El único al que este Betis le cuesta el dinero.
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