(Diario de Sevilla)
El chiste de la cabra según Reyes
El sevillista y el bético se cambiaron los papeles y anoche fue el utrerano el que provocó la primera carcajada del Sánchez-Pizjuán tras el 1-0. Joaquín fue sólo figurante de la comedia.
E. Florido / Miguel Lasida | Actualizado 13.01.2016 - 06:46
En esta ocasión se cambiaron las tornas. Reyes fue quien contó el chiste, pero Joaquín, más por vergüenza que por descortesía, ni siquiera asomó la sonrisa. Para eso, para las risas, estaba todo el graderío del Sánchez-Pizjuán, que fue un arquetipo platónico de carcajada ya avanzado el segundo tiempo. El mito está en la caverna: la imagen de un Joaquín destrozado por el peso de la historia, del rival y de unos años que recuerdan a los de Altamira.
La última vez que Reyes y Joaquín aparecieron juntos en público fue en la previa del derbi liguero. En aquella ocasión, con motivo de un acto publicitario, el portuense acudió al regate que mejor luce en estos días, el humor. Contó el chiste de la cabra y el público presente se descuajaringó mientras Reyes, solícito, seguía atentamente los actos del chiste. Y le entró la risa más tarde.
Anoche, por eso de respetar la costelación de mitos en cada casa, Reyes fue quien contó el chiste primero. Y las risas permanecieron hasta el minuto 90. Se veía venir. Es lo que pasa cuando a una eliminatoria nadie le ve la gracia: unos, porque acaban aburriéndose; y otros, porque tampoco les agrada el humor de la goleada.
En el derbi copero de anoche no hubo color. El extremo utrerano, que se movió libre por toda la zona de peligro bético, parecía un chavalín jugándose la cerveza de después. Relajado, casi sin tensión, la diferencia entre los dos comparecientes auguraba un programa completo del club de la comedia. Sólo algún rifirrafe con Vargas o con Petros sacó de sus casillas al utrerano, cuyos caracoleos derretían las quijadas de los defensas rivales. Son los partidos que más le van al sevillista, quien agradeció al entrenador la apuesta de inicio con un brindis del chiste a la grada. El respetable del Gol Sur, como era de esperar, coreó su nombre en el minuto 52 cuando se dirigía a lanzar un córner. Fue el rey del humor.
El partido de Joaquín fue todo lo contrario. Más que participante en el espectáculo, el bético fue figurante en la comedia que tuvo lugar ayer en Nervión. Comedia o drama, sólo faltó el bombero torero, sin pretender comparar el ridículo de los ayer vestidos de verdiblanco con ese noble arte. A Joaquín no se le ocurría el chiste. El hombre estaba demasiado ocupado en Escudero, por dársela a una pierna amiga y, quién sabe, por si Merino decidía sacarlo por José María Montiel, cuya punta de velocidad podría haber competido con la de alguna de las gacelas verdiblancas.
A falta de estímulos futbolísticos, el público que presenció el tercer derbi de la temporada organizó su propio espectáculo: las luminarias de los móviles, el jaleo del himno del rival en un alarde de sarcasmo y, con la eliminatoria completamente decidida, la recitación del muestrario del chiste del mes. A los béticos la broma les pareció demasiado larga, mientras que los sevillistas celebraron hasta el final el chiste de la cabra, Reyes mediante.
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Qué, graciosillos los muchachos, ¿a que jí? No comment.
El chiste de la cabra según Reyes
El sevillista y el bético se cambiaron los papeles y anoche fue el utrerano el que provocó la primera carcajada del Sánchez-Pizjuán tras el 1-0. Joaquín fue sólo figurante de la comedia.
E. Florido / Miguel Lasida | Actualizado 13.01.2016 - 06:46
En esta ocasión se cambiaron las tornas. Reyes fue quien contó el chiste, pero Joaquín, más por vergüenza que por descortesía, ni siquiera asomó la sonrisa. Para eso, para las risas, estaba todo el graderío del Sánchez-Pizjuán, que fue un arquetipo platónico de carcajada ya avanzado el segundo tiempo. El mito está en la caverna: la imagen de un Joaquín destrozado por el peso de la historia, del rival y de unos años que recuerdan a los de Altamira.
La última vez que Reyes y Joaquín aparecieron juntos en público fue en la previa del derbi liguero. En aquella ocasión, con motivo de un acto publicitario, el portuense acudió al regate que mejor luce en estos días, el humor. Contó el chiste de la cabra y el público presente se descuajaringó mientras Reyes, solícito, seguía atentamente los actos del chiste. Y le entró la risa más tarde.
Anoche, por eso de respetar la costelación de mitos en cada casa, Reyes fue quien contó el chiste primero. Y las risas permanecieron hasta el minuto 90. Se veía venir. Es lo que pasa cuando a una eliminatoria nadie le ve la gracia: unos, porque acaban aburriéndose; y otros, porque tampoco les agrada el humor de la goleada.
En el derbi copero de anoche no hubo color. El extremo utrerano, que se movió libre por toda la zona de peligro bético, parecía un chavalín jugándose la cerveza de después. Relajado, casi sin tensión, la diferencia entre los dos comparecientes auguraba un programa completo del club de la comedia. Sólo algún rifirrafe con Vargas o con Petros sacó de sus casillas al utrerano, cuyos caracoleos derretían las quijadas de los defensas rivales. Son los partidos que más le van al sevillista, quien agradeció al entrenador la apuesta de inicio con un brindis del chiste a la grada. El respetable del Gol Sur, como era de esperar, coreó su nombre en el minuto 52 cuando se dirigía a lanzar un córner. Fue el rey del humor.
El partido de Joaquín fue todo lo contrario. Más que participante en el espectáculo, el bético fue figurante en la comedia que tuvo lugar ayer en Nervión. Comedia o drama, sólo faltó el bombero torero, sin pretender comparar el ridículo de los ayer vestidos de verdiblanco con ese noble arte. A Joaquín no se le ocurría el chiste. El hombre estaba demasiado ocupado en Escudero, por dársela a una pierna amiga y, quién sabe, por si Merino decidía sacarlo por José María Montiel, cuya punta de velocidad podría haber competido con la de alguna de las gacelas verdiblancas.
A falta de estímulos futbolísticos, el público que presenció el tercer derbi de la temporada organizó su propio espectáculo: las luminarias de los móviles, el jaleo del himno del rival en un alarde de sarcasmo y, con la eliminatoria completamente decidida, la recitación del muestrario del chiste del mes. A los béticos la broma les pareció demasiado larga, mientras que los sevillistas celebraron hasta el final el chiste de la cabra, Reyes mediante.
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Qué, graciosillos los muchachos, ¿a que jí? No comment.
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