Jodder, que buenos recuerdos me trae este articulo:[LEFT]
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Yo jugué en el Real Betis: Josete
Currante del fútbol y lateral izquierdo cumplidor, el oscense llegó a Heliópolis en verano de 1994 procedente del Rayo y se enamoró para siempre de una escuadra de las trece barras de la que ni siquiera fue capaz de olvidarse pese a la distancia.
El lateral izquierdo nunca ha olvidado sus cuatro campañas como verdiblanco. (Foto: Betisweb.com).
La llegada de cualquier futbolista a un club siempre levanta expectativas. En este sentido, estas siempre dependen del rendimiento que él ha ofrecido en sus anteriores equipos y, en función de cómo se desarrollen los acontecimientos, hay veces en las que no quedan colmadas del todo, otras en las que resultan totalmente acertadas e, incluso, ocasiones en las que se quedan cortas. Precisamente esto último fue lo que le ocurrió a Josete en su periplo verdiblanco, una etapa que para él y gran parte de los aficionados marcó un antes y un después en su carrera. Pero mucho antes de que eso ocurriera, este oscense nacido el 12 de marzo de 1970 se había empezado a curtir en el mundo del fútbol en las filas de dos conjuntos modestos, el Telde y el Peralta. En sus filas se granjeó cierta fama de lateral izquierdo cumplidor que, en 1991, le abriría las puertas de la Segunda división. Fue gracias al Rayo Vallecano, que lo incorporó a sus filas en el mercado invernal. Allí, curiosamente bajo las órdenes de un histórico en Heliópolis, Eusebio Ríos, gozó de cierta continuidad, llegando a disputar un total de 14 encuentros, aunque sólo la mitad de ellos como titular. No le costó hacerse indisctutible como franjirrojo No obstante, las cosas le fueron mucho mejor en la campaña siguiente, la 91/92, en la que fue indiscutible en el carril zurdo, con 36 actuaciones, y hasta hizo tres goles (ante Real Madrid B, Sestao y Castellón). Además, para colmo de alegrías, el cuadro franjirrojo logró el tercer ascenso de su historia a la Primera división, lo que le iba a permitir al aragonés estrenarse en la élite. Poco a poco, su carrera iba despegando, aunque siempre sin dejar de ser un currante del balompié.
Y, pese al salto de categoría, su rendimiento siguió por los mismos derroteros. Repitió los mismos registros (esta vez ‘mojó’ frente a Athletic, Sevilla y Burgos) e, incluso, compartió vestuario con alguien que, años más tarde, también tendría relativa importancia en verdiblanco como director deportivo: Manuel Momparlet. Pero la 93/94 lo cambió todo. Los continuos cambios en el banquillo vallecano (pasaron por él Felines, Zambrano y Vidal) y las molestias físicas hicieron que apenas pudiese disputar 25 duelos en los que poco pudo hacer para evitar el descenso del equipo, que se consumó en la promoción contra el Compostela. El descenso vallecano favoreció su llegada a Heliópolis Aquella situación provocó su salida del club, eligiendo como destino un Betis que acababa de poner fin a su travesía por el ‘desierto’ de Segunda. Sin saberlo, inició con aquel fichaje un idilio que iba a marcarle casi de por vida. Porque como verdiblanco vivió sus mejores años de fútbol, empezando por la 94/95, en la que, pese a tener que pelearle el puesto a Menéndez y Gordillo, fue más o menos fijo en una defensa que, pese a no tener grandes nombres, se convirtió en la menos goleada de la máxima categoría, permitiendo que Jaro acabase siendo Zamora. Es más, aquella seguridad en la retaguardia propició que el equipo venciese al vértigo y acabase la Liga tercero, logrando así el pasaporte para jugar la UEFA. 
Ya entonces, el aragonés se había ganado a la afición heliopolitana a base de casta y pundonor. Aunque todavía le quedaba mucho que dar al equipo. Por ejemplo, en la 95/96, donde acumuló un total de 42 encuentros oficiales, haciéndose amo y señor de la banda izquierda. Pero, cuando mejor apuntaban las cosas, aparecieron los problemas. Una grave lesión hizo que apenas disputase nueve partidos durante la 96/97, en la que los de La Palmera acabaron cuartos y fueron subcampeones de la Copa del Rey. De hecho, él se perdió aquella final que Figo decidió a favor del Barcelona a falta de cinco minutos para que acabase la prórroga. Como consuelo, al menos le quedó haberse estrenado como goleador en la jornada 33, con un tanto en el último suspiro que sirvió para que los de Serra se llevasen los tres puntos en su visita a la Real Sociedad. Las lesiones pusieron fin a su periplo como verdiblanco Josete quería levantar cabeza, ganarse el puesto en un conjunto que desafiaba a las alturas y en el que, desde su llegada, se sentía tremendamente identificado, pero sus piernas dictaminaron lo contrario. Apenas pudo jugar tres duelos oficiales en la 97/98 y aunque en el club estaban dispuestos a esperarle, él sabía que no podía aportar todo lo que quisiese a una escuadra que, por aquellos tiempos, crecía a pasos agigantados. Por todo ello en verano tuvo que tomar una dolorosa decisión: cambiaría de aires. 
Su destino fue el Alavés, donde en la 98/99 volvió a gozar de cierta regularidad, actuando en hasta 15 partidos. Incluso pudo volver a pisar el césped del Villamarín en la vigésima jornada, sustituyendo en el minuto 65 a Canabal. Sería la última vez en la que podría hacerlo vestido de corto, ya que al curso siguiente, los problemas físicos volvieron a darle muy pocas oportunidades. Apenas acumuló cinco encuentros, conformándose con tener que ver desde el banquillo o la grada la mejor campaña de la historia del cuadro vitoriano. Es más, en la 00/01 no tuvo opciones y los buscó a partir de enero en el Lleida, donde apenas jugó 14 minutos. Sus últimos servicios, en las filas del Lleida Parecía que, pese a tener sólo 30 años, su carrera deportiva expiraba a pasos agigantados, pero la escuadra catalana, en Segunda B, le dio una última oportunidad. Y él no la desaprovechó. Volvió a sentirse importante y hasta fijo en el lateral izquierdo, alcanzando los 25 choques, algo que no hacía desde la 95/96. Pero, para su desgracia, su cuerpo dijo basta en la 02/03, permitiéndole estar sólo en cinco envites e invitándole a colgar las botas cuando llegó junio. 
Entonces, como él mismo ha reconocido, llamó a Ruiz de Lopera para ver si había un hueco en el Betis para él haciendo lo que fuera. No lo hubo, por lo que se vio obligado a buscar otro camino. Se quedó a vivir en Alpicat junto a su esposa, y abrió una cafetería para ganarse la vida. Mientras, siguió preparándose para ser entrenador, comenzando a trabajar en los juveniles de equipos como el Binéfar. Durante todo este tiempo, sigue en su horizonte la posibilidad de volver algún día a Heliópolis, como lo han hecho compañeros suyos como Roberto Ríos, a ese club al que sigue aún en la distancia y del que seguía hablando maravillas pese a defender otras elásticas. Tanto es así, que él mismo afirma que su mayor pena ha sido la de no haberse podido retirar del fútbol vestido de verdiblanco, aunque nadie podrá negarle que lo dio todo por la escuadra de las trece barras mientras estuvo en ella, ganándose de paso que su nombre quedase grabado a fuego en el corazón de todos los aficionados.
http://www.vavel.com/es/futbol/betis...is-josete.html
Desconozco la procedencia de esta página, pero ya he visto algunos artículos sobre ex-jugadores béticos, y cuando he visto a Josete, me han venido a mi cabeza algunos de los mejores recuerdos que tengo del Betis.
Lo mismo que se ha homenajeado a Edu (un crack), creo que habría que cumplir también con aquellos jugadores a los que el betis dejó marcados, al igual que ellos por su trabajo y pundonor dejaron marcados a la afición verdiblanca.
Mi agradecimiento a Josete por sus años de futbolista en el glorioso.
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Yo jugué en el Real Betis: Josete
Currante del fútbol y lateral izquierdo cumplidor, el oscense llegó a Heliópolis en verano de 1994 procedente del Rayo y se enamoró para siempre de una escuadra de las trece barras de la que ni siquiera fue capaz de olvidarse pese a la distancia.
El lateral izquierdo nunca ha olvidado sus cuatro campañas como verdiblanco. (Foto: Betisweb.com). La llegada de cualquier futbolista a un club siempre levanta expectativas. En este sentido, estas siempre dependen del rendimiento que él ha ofrecido en sus anteriores equipos y, en función de cómo se desarrollen los acontecimientos, hay veces en las que no quedan colmadas del todo, otras en las que resultan totalmente acertadas e, incluso, ocasiones en las que se quedan cortas. Precisamente esto último fue lo que le ocurrió a Josete en su periplo verdiblanco, una etapa que para él y gran parte de los aficionados marcó un antes y un después en su carrera. Pero mucho antes de que eso ocurriera, este oscense nacido el 12 de marzo de 1970 se había empezado a curtir en el mundo del fútbol en las filas de dos conjuntos modestos, el Telde y el Peralta. En sus filas se granjeó cierta fama de lateral izquierdo cumplidor que, en 1991, le abriría las puertas de la Segunda división. Fue gracias al Rayo Vallecano, que lo incorporó a sus filas en el mercado invernal. Allí, curiosamente bajo las órdenes de un histórico en Heliópolis, Eusebio Ríos, gozó de cierta continuidad, llegando a disputar un total de 14 encuentros, aunque sólo la mitad de ellos como titular. No le costó hacerse indisctutible como franjirrojo No obstante, las cosas le fueron mucho mejor en la campaña siguiente, la 91/92, en la que fue indiscutible en el carril zurdo, con 36 actuaciones, y hasta hizo tres goles (ante Real Madrid B, Sestao y Castellón). Además, para colmo de alegrías, el cuadro franjirrojo logró el tercer ascenso de su historia a la Primera división, lo que le iba a permitir al aragonés estrenarse en la élite. Poco a poco, su carrera iba despegando, aunque siempre sin dejar de ser un currante del balompié.
Y, pese al salto de categoría, su rendimiento siguió por los mismos derroteros. Repitió los mismos registros (esta vez ‘mojó’ frente a Athletic, Sevilla y Burgos) e, incluso, compartió vestuario con alguien que, años más tarde, también tendría relativa importancia en verdiblanco como director deportivo: Manuel Momparlet. Pero la 93/94 lo cambió todo. Los continuos cambios en el banquillo vallecano (pasaron por él Felines, Zambrano y Vidal) y las molestias físicas hicieron que apenas pudiese disputar 25 duelos en los que poco pudo hacer para evitar el descenso del equipo, que se consumó en la promoción contra el Compostela. El descenso vallecano favoreció su llegada a Heliópolis Aquella situación provocó su salida del club, eligiendo como destino un Betis que acababa de poner fin a su travesía por el ‘desierto’ de Segunda. Sin saberlo, inició con aquel fichaje un idilio que iba a marcarle casi de por vida. Porque como verdiblanco vivió sus mejores años de fútbol, empezando por la 94/95, en la que, pese a tener que pelearle el puesto a Menéndez y Gordillo, fue más o menos fijo en una defensa que, pese a no tener grandes nombres, se convirtió en la menos goleada de la máxima categoría, permitiendo que Jaro acabase siendo Zamora. Es más, aquella seguridad en la retaguardia propició que el equipo venciese al vértigo y acabase la Liga tercero, logrando así el pasaporte para jugar la UEFA. Ya entonces, el aragonés se había ganado a la afición heliopolitana a base de casta y pundonor. Aunque todavía le quedaba mucho que dar al equipo. Por ejemplo, en la 95/96, donde acumuló un total de 42 encuentros oficiales, haciéndose amo y señor de la banda izquierda. Pero, cuando mejor apuntaban las cosas, aparecieron los problemas. Una grave lesión hizo que apenas disputase nueve partidos durante la 96/97, en la que los de La Palmera acabaron cuartos y fueron subcampeones de la Copa del Rey. De hecho, él se perdió aquella final que Figo decidió a favor del Barcelona a falta de cinco minutos para que acabase la prórroga. Como consuelo, al menos le quedó haberse estrenado como goleador en la jornada 33, con un tanto en el último suspiro que sirvió para que los de Serra se llevasen los tres puntos en su visita a la Real Sociedad. Las lesiones pusieron fin a su periplo como verdiblanco Josete quería levantar cabeza, ganarse el puesto en un conjunto que desafiaba a las alturas y en el que, desde su llegada, se sentía tremendamente identificado, pero sus piernas dictaminaron lo contrario. Apenas pudo jugar tres duelos oficiales en la 97/98 y aunque en el club estaban dispuestos a esperarle, él sabía que no podía aportar todo lo que quisiese a una escuadra que, por aquellos tiempos, crecía a pasos agigantados. Por todo ello en verano tuvo que tomar una dolorosa decisión: cambiaría de aires. Su destino fue el Alavés, donde en la 98/99 volvió a gozar de cierta regularidad, actuando en hasta 15 partidos. Incluso pudo volver a pisar el césped del Villamarín en la vigésima jornada, sustituyendo en el minuto 65 a Canabal. Sería la última vez en la que podría hacerlo vestido de corto, ya que al curso siguiente, los problemas físicos volvieron a darle muy pocas oportunidades. Apenas acumuló cinco encuentros, conformándose con tener que ver desde el banquillo o la grada la mejor campaña de la historia del cuadro vitoriano. Es más, en la 00/01 no tuvo opciones y los buscó a partir de enero en el Lleida, donde apenas jugó 14 minutos. Sus últimos servicios, en las filas del Lleida Parecía que, pese a tener sólo 30 años, su carrera deportiva expiraba a pasos agigantados, pero la escuadra catalana, en Segunda B, le dio una última oportunidad. Y él no la desaprovechó. Volvió a sentirse importante y hasta fijo en el lateral izquierdo, alcanzando los 25 choques, algo que no hacía desde la 95/96. Pero, para su desgracia, su cuerpo dijo basta en la 02/03, permitiéndole estar sólo en cinco envites e invitándole a colgar las botas cuando llegó junio. Entonces, como él mismo ha reconocido, llamó a Ruiz de Lopera para ver si había un hueco en el Betis para él haciendo lo que fuera. No lo hubo, por lo que se vio obligado a buscar otro camino. Se quedó a vivir en Alpicat junto a su esposa, y abrió una cafetería para ganarse la vida. Mientras, siguió preparándose para ser entrenador, comenzando a trabajar en los juveniles de equipos como el Binéfar. Durante todo este tiempo, sigue en su horizonte la posibilidad de volver algún día a Heliópolis, como lo han hecho compañeros suyos como Roberto Ríos, a ese club al que sigue aún en la distancia y del que seguía hablando maravillas pese a defender otras elásticas. Tanto es así, que él mismo afirma que su mayor pena ha sido la de no haberse podido retirar del fútbol vestido de verdiblanco, aunque nadie podrá negarle que lo dio todo por la escuadra de las trece barras mientras estuvo en ella, ganándose de paso que su nombre quedase grabado a fuego en el corazón de todos los aficionados.http://www.vavel.com/es/futbol/betis...is-josete.html
Desconozco la procedencia de esta página, pero ya he visto algunos artículos sobre ex-jugadores béticos, y cuando he visto a Josete, me han venido a mi cabeza algunos de los mejores recuerdos que tengo del Betis.
Lo mismo que se ha homenajeado a Edu (un crack), creo que habría que cumplir también con aquellos jugadores a los que el betis dejó marcados, al igual que ellos por su trabajo y pundonor dejaron marcados a la afición verdiblanca.
Mi agradecimiento a Josete por sus años de futbolista en el glorioso.
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