Respuesta: "El Betis de tu vida" - CONCURSO
MI VIEJA BANDERA.
Como diría aquel recordado poeta sevillano, añadiendo alguna que otra estrofa:
Del salón en un ángulo oscuro
por su dueño tal vez olvidada
silenciosa y cubierta de polvo
veíase el asta (de mi bandera)
Fue mi primera bandera. Me la compró mi padre en aquel quiosquillo que había, de los muchos que hay, antes de llegar al Villamarín. Siempre había querido tener una bandera de mi betis, tenía la típica gorrita, el apreciado llaverito, la ya gastada bufanda, pero quería una bandera.
Tenía yo cinco añitos, y ya había ido varias veces con mi padre a aquel estadio, pero ese día era el que más ilusionado iba, llevaba mi primera bandera, ya me sentía un aficionado como los demás, portaba feliz mi bandera del betis, el emblema que iba a ser mi compañero durante muchos años.
Y así fue, fui creciendo y seguía teniendo mi primera bandera, la que seguía ondeando al viento igual que el primer día, la que me acompañaba en los buenos y malos momentos de mi equipo, aquella que ondeé al cielo cuando mi equipo ganó su primera Copa del Rey, o aquel día en que elimínabamos al Milán de la Recopa, o aquella que seguí ondeando incluso con más fuerza en los malos momentos cuando despues de ganar la Copa bajamos a segunda.
Es la bandera del betis, de mi equipo, de algo que llevo dentro de mi, en mi sangre, en mi alma, en mi vida, que está conmigo en cada momento, lo llevo impregnado en la piel, e incluso me identifica y me enorgullezco cada vez que alguien pregunta y yo respondo soy bético, soy del betis, sin avergonzarme, sin bajar la cabeza.
Y esa bandera, la que me compró mi padre, la guardo como oro en paño, en un rincón de mi casa, y en un rincón de mi alma. Nunca la olvidaré, esta ahí, siempre estará.
Los tiempos han cambiado, la bandera, la vieja bandera, casi roída, aún quiere ondear al aire, a un único grito de BETIS, BETIS, BETIS.
Han pasado por mi vida muchas vivencias, alegrías y sinsabores en verdiblanco, pero si algo no se me olvidará mientras viva e incluso me gustaría que me acompañase en mi tumba cuando el último aliento de vida deje de acompañarme, es aquella vieja bandera que aquel día, cuando yo tenía cinco años, mi padre me compró y yo ya me sentía un verdadero aficionado.
Serás la mortaja para mi lecho de muerte,
mi fiel compañera de duras batallas
por eso yo quiero que el día que me vaya
seas la compañera de mi cuerpo inerte.
Y con ese escudo de las trece barras
grabado en mi sangre con letras de oro,
se quede impregnada de betis mi alma
y huela a beticismo en el purgatorio.
MI VIEJA BANDERA.
Como diría aquel recordado poeta sevillano, añadiendo alguna que otra estrofa:
Del salón en un ángulo oscuro
por su dueño tal vez olvidada
silenciosa y cubierta de polvo
veíase el asta (de mi bandera)
Fue mi primera bandera. Me la compró mi padre en aquel quiosquillo que había, de los muchos que hay, antes de llegar al Villamarín. Siempre había querido tener una bandera de mi betis, tenía la típica gorrita, el apreciado llaverito, la ya gastada bufanda, pero quería una bandera.
Tenía yo cinco añitos, y ya había ido varias veces con mi padre a aquel estadio, pero ese día era el que más ilusionado iba, llevaba mi primera bandera, ya me sentía un aficionado como los demás, portaba feliz mi bandera del betis, el emblema que iba a ser mi compañero durante muchos años.
Y así fue, fui creciendo y seguía teniendo mi primera bandera, la que seguía ondeando al viento igual que el primer día, la que me acompañaba en los buenos y malos momentos de mi equipo, aquella que ondeé al cielo cuando mi equipo ganó su primera Copa del Rey, o aquel día en que elimínabamos al Milán de la Recopa, o aquella que seguí ondeando incluso con más fuerza en los malos momentos cuando despues de ganar la Copa bajamos a segunda.
Es la bandera del betis, de mi equipo, de algo que llevo dentro de mi, en mi sangre, en mi alma, en mi vida, que está conmigo en cada momento, lo llevo impregnado en la piel, e incluso me identifica y me enorgullezco cada vez que alguien pregunta y yo respondo soy bético, soy del betis, sin avergonzarme, sin bajar la cabeza.
Y esa bandera, la que me compró mi padre, la guardo como oro en paño, en un rincón de mi casa, y en un rincón de mi alma. Nunca la olvidaré, esta ahí, siempre estará.
Los tiempos han cambiado, la bandera, la vieja bandera, casi roída, aún quiere ondear al aire, a un único grito de BETIS, BETIS, BETIS.
Han pasado por mi vida muchas vivencias, alegrías y sinsabores en verdiblanco, pero si algo no se me olvidará mientras viva e incluso me gustaría que me acompañase en mi tumba cuando el último aliento de vida deje de acompañarme, es aquella vieja bandera que aquel día, cuando yo tenía cinco años, mi padre me compró y yo ya me sentía un verdadero aficionado.
Serás la mortaja para mi lecho de muerte,
mi fiel compañera de duras batallas
por eso yo quiero que el día que me vaya
seas la compañera de mi cuerpo inerte.
Y con ese escudo de las trece barras
grabado en mi sangre con letras de oro,
se quede impregnada de betis mi alma
y huela a beticismo en el purgatorio.
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