Estaba muy mal cuando Ella llegó.

Mi vida iba de mal en peor a causa de una tortuosa relación que duraba demasiado tiempo. Puedo asegurar con total convicción que nunca había conocido persona peor: me maltrataba psicológicamente, me mentía y me robaba. Me hacía promesas que no podía cumplir. Se jactaba de haberme salvado la vida cuando lo más que hacía era quitármela poco a poco. Yo pertenezco a una familia muy numerosa que siempre ha cuidado mucho de mí y en quienes he podido confiar toda mi vida, y hasta muchos de ellos se creyeron durante un tiempo sus mentiras y falacias. Cuando descubrieron de qué pasta estaba hecha ya me había sumido en un infierno, una decadencia que parecía no tener fin. Durante años intentaba deshacerme de ella, pero todas nuestras pertenencias (a pesar de ser yo el que las pagaba) estaban a su nombre, por lo que me tenía cogido por las pelotas. Sin embargo, tras casi 20 años de relación, empezaba a ver la luz del túnel.

Y entonces llegó Ella.

Os he contado todo lo anterior para que entendáis cómo me encontraba. Sumido en una depresión que duraba un año, intentaba ser optimista basándome en un cambio de look físico y espiritual, fue entonces cuando decidí darle una oportunidad a ella. Al principio mi familia recelaba; Ella, una antigua amiga de la juventud, era una persona incapaz de encontrar estabilidad y que saltaba de relación en relación sin lograr asentarse. Debo admitir que hasta yo mismo tenía mis dudas, pero la conexión fue instantánea: Aquel año fue el mejor en mucho tiempo. Éramos la pareja de moda, todos hablaban de nosotros, la sincronía era total, estábamos hechos tal para cual. Además tuvo el acierto de comprarme un pájaro, un canario que ha sido mi mejor amigo estos últimos años. Es cierto que pasamos por una pequeña mala racha en invierno, pero cuando a principios de verano pude confirmar que había superado mi depresión con totalidad nadie recordaba aquel bache. Hacía años que no veía a mi familia tan feliz con ninguna de mis parejas y ella parecía devolverles ese cariño. Esa era una de sus principales características: era cariñosa hasta rozar lo meloso, siempre tenía palabras de amabilidad y agradecimiento en su boca y no cesaba de comerme la oreja diciéndome lo mucho que me quería. Claro que tenía defectos, pero era incapaz de verlos, sólo podía hacerme ilusiones de cara al próximo año.

Y mi segundo año con ella empezó.

Y empezó como terminó el anterior, mis primeras cuatro semanas fueron sencillamente perfectas, hacía mucho tiempo que no recordaba sentirme tan bien, éramos la comidilla de todo el vecindario, por un tiempo hasta nos fue mejor que a las familias ricas como los Blanco. Estábamos en la cima.

Y ocurrió.

A día de hoy sigo sin ser plenamente capaz de entender lo ocurrido. Tampoco consigo comprender plenamente por qué no corté con Ella ya entonces, ¿Por amor? Lo único que sé es que las siguientes diez semanas fueron horribles, un recuerdo de lo que había vivido con aquella monstruosa relación. Todo me salía mal y no era capaz de revertir la situación, ella mucho menos. Al principio pensé que se trataba de un simple bache, pero a cada semana veía que el bache no terminaba, lo que me llevó incluso a rozar una depresión que ya creía olvidada. A pesar de todo confié en Ella, a pesar de que ya empezaban a sonar las primeras dudas respecto a su persona en mi familia; minoritarias, eso sí. Finalmente, en la undécima semana, el domingo, cuando todo parecía abocado al desenlace final, ocurrió un milagro, conseguimos enderezar la relación. El resto del año, con altibajos, fue relativamente tranquilo y nos permitió asentar la relación.

Y empezó mi tercer año.

¿Tres años? Vaya, quién iba a decirlo cuando comenzó todo. Hacía tiempo que no era tan constante con una pareja, que no pasaba tanto tiempo alegrándome de tenerla a su lado. Tras las primeras dudas serias surgidas el último año, este comenzó como una maravillosa repetición del comienzo de nuestra relación. El viento soplaba a nuestro favor y parecía que nada nos podía detener. Es cierto que surgieron algunos problemas a partir de mediados del año. De hecho, si lo analizo individualmente, ese período fue bastante mediocre, pero nos valió para vivir de las primeras rentas. Estábamos fenomenal, por fin podía presumir de pareja estable, por fin parecía que la suerte me iba a sonreír. Estaba preparado para llevar adelante nuestra relación. Tras años de penuria hasta me atrevería a viajar con ella lejos de casa. Estaba muy ilusionado.

Y de repente, todo se j0dió.

Llevábamos tiempo viviendo de alquiler, debido en gran parte a la ruina económica en la que me encontraba. Aquel verano, mucho de los préstamos y alquileres caducaron y Ella me convenció de que era el momento de comprar en propiedad. Es cierto que en este sentido gran parte de la culpa de lo sucedido no fue suya sino de unos consejos ineficaces, claro que los suyos no fueron mucho mejores. Sin dinero para artículos de calidad, optamos por acudir a la segunda mano en busca de gangas. Al final, estas gangas se pusieron en nuestra contra.

Pero no puedo achacar aquel infausto año sólo a unas malas decisiones financieras. A lo largo de estos años había observado en ellas importantes defectos, pero habían quedado eclipsados por los primeros años positivos de los que había disfrutado en parte gracias a Ella (aunque a día de hoy se lo agradezco mucho más a mi canario). Sin embargo, esas carencias que había intuido se hicieron más patentes que nunca. Y eso que cuando empezó el año me sentía muy optimista a pesar de un par de reveses iniciales, confiaba en que sería capaz de cambiar el rumbo, pero las semanas pasaban y eso no sucedía.

Una vez la aguanté durante diez semanas, esta vez tuve más paciencia incluso, y eso que me humilló (una vez más) cuando visité la casa de mi vecina. Sus palabras, siempre amorosas, ya no me parecían románticas sino falsas e hipócritas, y cuando dejó que los cafres de sus amigos se inmiscuyeran en nuestra relación fue la gota que colmó el vaso. Buena parte de mi familia la seguía queriendo como el primer día, así que no comprendieron ni apoyaron mi decisión de dejarla, y eso que no fue fácil. Me sentía nuevamente deprimido y no ayudó a recuperarme el hecho de que cuando les presenté a mi nueva pareja la recibieran con insultos. Como resultó que tampoco ella le daba especial importancia a la relación y que era incapaz de ayudarme la dejé rápidamente y comencé a salir con una antigua amiga de la familia a la que conocía desde hace muchos años. Reconozco que le endosé un buen marrón, y aunque intentó ayudarme simplemente no fue capaz de ello. Al final del año decidí dejarlo amistosamente con ella.

Durante aquel tiempo, Ella estuvo saliendo con un guiri, un inglés que al igual que yo tenía problemas. Podría decirse que le gusta ayudar a personas con problemas de autoestima, pero también podría decirse que alguien con autoestima no querría tenerla como pareja. Cuando lo dejaron, él estaba igual que cuando la conoció.

No recuerdo un año peor que aquel, todo lo que pudo salir mal salió desastrosamente mal, y yo me encontraba en el infierno en que estaba cuando ella volvió a mi vida, sólo que esta vez apenas contaba con esperanzas.

En mi nueva misión para salir de este pozo intenté deshacerme de toda la ****** adquirida estos últimos tiempos y empezar casi de cero. Bueno, con mi canario, que había estado enfermo el último año. Conseguí el objetivo a medias y decidí encomendarme a una nueva chica. En esta ocasión, una jovencita sin apenas experiencia pero de la que me hablaban maravillas. Mi familia recelaba, aún me recriminaba haber abandonado a lo que según ellos era lo mejor que me había pasado en la vida (Como si no hubiese tenido parejas mejores) y nunca consiguió conectar con ella. La cosa no salió bien y estaba sumido en un mar de dudas, así que mientras pensaba hacia dónde dirigir mi futuro, me enrollé con una vieja amiga con la idea de que no fuera más que una noche de pasión.

Sin embargo funcionó.

Yo me repetía que no era algo serio, pero la realidad es que esta vieja amiga era la primera persona en mucho tiempo capaz ofrecerme una ayuda real. Ambos sabíamos que no estábamos predestinados a durar, aunque creo que dejé que se hiciera ilusiones y es algo de lo que me siento culpable, pero a pesar de sentirme más feliz por primera vez en mucho tiempo, nunca confié plenamente en ella y me dedicaba a buscar alguna otra persona con la que estar.

Y opté por la decisión más cobarde.

Mi familia estaba preocupada, querían que mis relaciones fructificasen pero no acaban de confiar en nadie. Con mi vieja amiga había división de opiniones, y aunque le agradecían el bien que me había hecho, no cesaban de recordarme a Ella, siempre Ella. Decidí darles el placer.

Ahora estamos sentados en el sofá. Ella, abrazada a mí, no para de susurrarme al oído lo mucho que me quiere, que soy el hombre de su vida y que nunca ha habido ni habrá otro como yo. Quiero creerla, pero sus palabras suenan vacías y repetitivas, me cuesta fiarme de ella. Al móvil me llegan incontables mensajes de enhorabuena de mi familia, puede que tengan razón. Ya me sacó una vez de aquí, no hay nadie mejor para volver a hacerlo, ¿Verdad?

¿Verdad?