Tanto como para convencer al presidente bético, Ángel Haro, de que la temporada está siendo un fracaso y que la opción de quedar entre los diez primeros prácticamente no existe. Tras meses negándose a aceptarlo, el de Villaverde no ha podido mantener su discurso optimista y utópico, basado en pedir paciencia cuando ya no la había y soñando con una meta que se antojaba lejanísima. Lástima que haya sido el último en darse cuenta.
O quizás ya era consciente de ello desde hace mucho y ahora no ha hecho más que reconocerlo. Porque el proyecto que lidera a medias con José Miguel López Catalán lleva meses haciendo aguas, algo que casi todo el mundo sabía. Ni los numerosos extras que se han ido añadiendo han logrado 'enmascararlo'.
Se puso el listón tan alto que jamás se ha estado en disposición de alcanzarlo. La mayoría de los refuerzos no han aportado nada al equipo e, incluso, ha habido puntales de temporadas anteriores que se han caído. A todo ello, hay que añadir que el punto de partida era una mentira como la rocambolesca décima plaza del pasado curso, que hizo creer a muchos que las cosas podían ir mejor de como lo han hecho.
Pero la competición, que no entiende de expectativas ni ilusiones, se ha encargado de transformar las ilusiones en hastío y decepción. Una vez más, la esperanza de dar un salto de calidad se ha ido desvaneciendo con el paso de las jornadas. Según ha avanzado el calendario los errores se han multiplicado y las alegrías han brillado por su ausencia.
Y ya no queda margen de tiempo al que aferrarse. Por mucho que Miguel Torrecilla se agarrase a que quedaba Liga, el fracaso es irrebatible. Dan igual las sensaciones o el optimismo impostado de Víctor Sánchez del Amo en las ruedas de prensa. La mediocridad continúa instalada en Heliópolis y el tan cacareado estirón tendrá que volver a esperar.
Una vez más se promete desde la planta noble del Villamarín que llegará el año que viene, repitiendo una letanía ya conocida pero que nunca termina por cumplirse. Se busca pasar página y escribir con buena letra lo que lleva años plagado de capítulos con renglones torcidos. De nuevo, la temporada se ha hecho demasiado larga, y sólo que el descenso esté casi decidido ha impedido darle mayor dramatismo.
Otro fracaso más para anotar en la cuenta de una afición que no los merece y que espera que en la 17/18 la esperanza no acabe justo cuando el balón eche a rodar. Para ello, lo ideal es que las promesas y buenos propósitos no se queden en papel mojado a las primeras de cambio, algo para lo que ayudaría, notablemente, dejar las campañas y la palabrería a un lado, centrándose única y exclusivamente en trabajar.