Cuando lo dejaba buscaba en las páginas de huecograbado las fotos del Betis, y más si ganaba, después el morbo infantil me podía y buscaba la página de sucesos y para terminar me leía la crónica con especial dedicación a las puntuaciones de los jugadores, que esperaba correspondiesen a lo que yo había visto en el campo o escuchado, cuando jugaba fuera, al maestro Araujo... y su Currito con botoncito.
Allí vi a Mel jugador, en portada junto a las tres letras. Cuando volvió al Betis lo hizo para siempre con el molesto peso de ese que lo trajo, para bien o para mal. Pero volvió. No dudo que a ese que lo trajo tuvo también en nómina a Schuster en el Jerez, por ejemplo. Y que ocupó el palco del Villamarín un tiempo, incluso que cambió el nombre al estadio en un intento de desmarcarse de lo que no había manera de hacerlo.
Y Mel fue entrenador del Betis, con Mel subimos a primera, con Mel fuimos a Europa y con culpa también de Mel descendimos. Él estaba en el banquillo. Con Mel hemos vuelto, de nuevo, donde nunca debimos caer tras 25 puntos vergonzosos.
Así que miro a Mel y miro a ese muro que no sé, la verdad, dónde está y creo que ambos deben estar unidos. Quizá yo esperaría a que Mel dejase de estar vinculado a la entidad de forma profesional, porque así sería más conveniente su inclusión, pero se va a hacer.
Y si bien ya he dicho que yo escogería otro momento para hacerlo sí que pienso que debe estar en ese muro. Muchos nos han dado gloria, incluso muchos nos han dado gloria y sinsabores durante su tiempo en el Betis. Normalmente recordamos la gloria.
Habría sido más razonable esperar a la salida de Mel y dejar pasar un tiempo, porque si ocurre lo del año pasado, ¿qué hacemos?... ¿lo quitamos del muro?