Poco importaba la clasificación de la liga o derrotar a gigantes como Madrid o Barcelona. Lo importante, lo esencial era ganar al eterno rival.
Eran muy duros los lunes de Escolapios si la balanza caía de la parte roja.
Pero con la madurez y experiencia que te dan los años vividos, mi percepción de los derbis ha cambiado radicalmente. Prefiero el cómputo general a la liga particular, quedar lo más alto en la clasificación antes que ganar seis puntos y estar jugando con la mediocridad. Y eso, que en estos días, resulta difícil no sentir lo contrario porque el bombardeo periodístico es brutal. Y no digamos nada si por avatares del calendario de por medio hay dos semanas. Todo es excesivo, desmedido, barroco, si me lo permiten. Todo resulta repetitivo, vacío, monótono.
Cada año, las mismas entrevistas, las mismas preguntas, las mismas respuestas. Todos los típicos y tópicos reunidos en un partido, en una semana. Pero para quien les escribe, todo es mucho más sencillo, estamos ante un partido y se disputan tres puntos. Lo demás es parafernalia barata para conseguir audiencias aunque con el consiguiente peligro de convertir un partido de fútbol en una batalla.
Periodistas, presidentes, directivos, jugadores, entrenadores y aficionados deberían cuidar las formas y remar en la misma dirección para que todo discurra por los cauces normales de un evento deportivo. Y todos deberían tomar buena nota del espíritu creado en esta ciudad cuando tuvimos que enfrentarnos a dos fatídicas noticias en forma de muerte.
Hace poco leí una entrevista a Raúl Puerta en ABC y comentaba que en estos años, había sentido por igual el cariño de las dos aficiones y que eso le había cambiado el concepto Sevilla-Betis. Ese sentimiento le había llevado a pensar en comprar una camiseta del Betis para ponerle el nombre de su hermano. Para mí, un precioso gesto en el que podría tomar la iniciativa el consejo de administración del Real Betis.
El próximo domingo sería el día adecuado para entregarle esa camiseta en el palco del Sánchez Pizjuán. Un detalle, un bonito gesto que serviría para seguir alentando ese espíritu que surgió en los momentos luctuosos que vivió esta ciudad no hace mucho. Un espíritu que tenemos que seguir alentando, para que nunca se olvide que antes que béticos o sevillistas, somos personas y, que esto, es fútbol, no una guerra. En definitiva, un partido, tres puntos.
J.J. Barquin