Un punto que sabe a muy poco, pero que vale exactamente lo mismo que todos los demás. Esa es la lectura que muchos aficionados verdiblancos habrán sacado del empate cosechado ante el Deportivo. Con él, se esfumó la posibilidad de dar un golpe casi definitivo en la mesa, pudiendo dejar prácticamente sentenciada, o cuanto menos muy bien encarrilada, una clasificación europea con la que sueña desde hace tiempo todo Heliópolis.
Una vez más, el equipo salió dormido, como si creyese que todavía estaba en el calentamiento, dando demasiadas facilidades a su rival que se puso por delante con un 0-1 que bien pudo ser más amplio de no haber estado acertado Adrián bajo los palos. Cierto es que después el Betis se rehizo, empató y tuvo ocasiones de sobra como para lograr algún ‘chicharro’ más, pero esta vez los delanteros no demostraron tener su puntería tan afinada como se necesitaba. Al final, una igualada justa, que sirve para conservar la séptima plaza una semana más y ver a los perseguidores a la misma distancia.
Y por delante, cinco jornadas de infarto, donde el calendario obligará a pasar del más que previsible alirón del Barcelona a las urgencias de Celta, Mallorca y Zaragoza, terminando ante un Levante que para entonces ya no se jugará nada. Ojalá tampoco lo haga, porque lo tenga ya en el bolsillo, esta escuadra de las trece barras que parece haber resucitado en parte ese vértigo que le producían las alturas y que todo el mundo creía que había dejado definitivamente atrás. Mel lo ha admitido en sala de prensa, como también que harán falta unos diez puntos para pensar en la Europa League.
Para conseguirlos, sólo resta apretar los dientes en lo que queda y darlo absolutamente todo, siendo consciente todo el mundo, tanto vestuario como afición, que nadie va a regalar nada, pero que el sueño continental sigue estando, y de qué manera, al alcance de este Betis que merece volver a pensar en grande. Porque no se ha llegado a estas alturas de temporada en esa séptima plaza que sabe a gloria por casualidad, sino a fuerza de trabajo, esfuerzo y méritos propios, los mismos que habrá que exhibir de aquí a junio para que nada cambie más allá de las semanas que se irán tachando del calendario.
Toca hacer que este seis de dieciocho que lleva el equipo en las últimas jornadas pase a ser sólo un bache y subir como sea una media de puntos que de momento vale, aunque al final pueda resultar insuficiente. Queda el último tirón de una temporada mágica, donde se ha sabido estar a la altura de las exigencias, dejando pequeño el objetivo de la permanencia, en la que por fin se ha podido dar el salto de mitad de la tabla hacia arriba y que debe traer bajo el brazo el retorno de los torneos continentales a Heliópolis.
No se ha remado tantísimo hasta ahora para acabar ahogado en la orilla. Por eso, no hay otra que ajustarse los machos, corregir errores, tratar de potenciar virtudes, tragar saliva y entregarse por completo a luchar por la victoria en cada una de las cinco batallas que todavía nos separa del final de esta guerra en la que la línea que separa el éxito del fracaso es prácticamente inexistente. Y para evitar que cuando aparezca los béticos no cambien de lado, es obligatorio seguir buscando la suerte, tentándola de la forma que sea, en cualquier momento y en todos lados.
J. Julián Fernández
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A seguir apretando los dientes
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