Es un secreto a voces que cada vez opone menor resistencia a ser gritado; una noticia que ya se ha dejado entrever a través de numerosos detalles y para la que, a falta sólo de la confirmación oficial, prácticamente toda la afición del Betis parece preparada. Porque a nadie se le escapa que estamos ante los últimos días como verdiblanco de uno de los líderes del equipo: Iriney Santos.
De hecho, al término del último partido de la temporada, frente al Barcelona, saltó al césped del Benito Villamarín vestido de calle y con la intención de despedirse de la grada. Así, el brasileño quiso dar las gracias por todo el cariño que la hinchada le ha mostrado desde que llegó a Heliópolis hace tres veranos, ofreciendo una imagen que, como reza el tópico, valía más que mil palabras.
Sin embargo, las negociaciones para su renovación siguieron con un tira y afloja que, desgraciadamente, tiene toda la pinta de no haber conducido a ninguna parte. El centrocampista quiere firmar el último gran contrato de su carrera y la entidad de las trece barras no está en disposición de ofrecérselo. Como consecuencia, las conversaciones han llegado a un punto muerto que, a estas alturas, podría calificarse como irreversible.
De hecho, Pepe Mel ya dijo hace unos días en Radio Marca que “lo más seguro es que Iriney no siga”, algo que de lo que la dirección deportiva es consciente desde hace meses, hasta el punto de que se encuentra peinando el mercado a conciencia en busca de su sustituto. Pero no será tarea fácil hallarlo, ni mucho menos.
Porque con el brasileño se irá, además de un futbolista que ha dado un excelente rendimiento sobre el terreno de juego, un auténtico símbolo de carácter, pundonor, casta y coraje; alguien a quien la afición eligió como su líder tras años y años viendo cómo la desidia y el pasotismo eran las notas predominantes entre quienes debían defender la elástica del club de sus amores.
Se marcha una pieza básica de la resurrección verdiblanca de las dos últimas temporadas, esa que cambió un conjunto que vagaba a la deriva por otro con licencia para soñar y, sobre todo, crecer. Cierto es que aún queda margen para la sorpresa, aunque, visto lo visto, parece absolutamente utópico llegar siquiera a pensarlo.
Por eso, y pese a que desde el Betis se quieran apurar los plazos para anunciarlo, no cabe la menor duda de que se ha terminado el ciclo de Iriney como verdiblanco. Apenas tres semanas quedan para que su dorsal, el ‘18’, quede a la espera de heredero, consciente de que a quien supla a su propietario le costará muchísimo cubrir su vacío. Y es que su nombre ya está escrito con letras de oro en la historia del conjunto de La Palmera, hasta el punto de que muchísimos jamás podrán olvidarlo.
J. Julián Fernández
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El adiós de un líder
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Pero entiendo, que como muchos de nosotros, quiera ganar mucho ahora y volver con los suyos, a su tierra o a sus cosas.