El fútbol actual quiere apartar los sentimientos y desea estar regido sólo por los intereses económicos, pero si sigue por ese camino terminará cargándose la esencia del deporte rey. El Betis, más que le pese a los béticos, ha sido un club desastre en muchos momentos de su historia. Pero nunca avergonzó a su gente. El beticismo está por encima de un resultado. Aquello de Viva el Betis manque pierda es mucho más que una frase. Es una forma de vivir. Aquella en la que no importa nada más que el amor a unos colores. Y quizás, el Betis sea uno de los pocos clubes que siguen manteniendo esta idiosincrasia porque repite en Segunda y aumenta el número de abonados. ¡Increible! Y más en una época en la que nos invaden con Real Madrid y Barcelona hasta en la sopa. Sabemos hasta la talla de calzoncillos de Cristiano Ronaldo o los besos que Piqué le da a su novia después de los entrenamientos. En definitiva, que Dorado o Isidoro no son nadie en el mundo del fútbol, pero sí lo son en el mundo bético. El de los sentimientos.

Un bético de nacimiento como Lopera se endiosó y se equivocó de todas todas. Hizo las cosas bien un tiempo, pero cuando predominaron los intereses económicos sobres los sentimentales la lió. El beticismo, que no es tonto, se dio cuenta y empezó a trabajar para quitarse de encima al otrora Don Manuel. Y ahora llega a Heliópolis otro personaje aún peor. Luis Oliver es un tipo que llega a Sevilla para hacer negocio con el Betis. Es lícito, si no infringe la ley. Pero es lo peor para el Betis. Pronto debería estar en manos de béticos, de béticos de verdad, que seguro que harían lo que estuviera en sus manos por el bien de la entidad. Posiblemente asi el Betis no gane ninguna Liga, ni sea un grande de Europa, pero será el orgullo de su gente, esa gente bética que vive y sueña por unos colores que unos quisieron comprar. Pero parece que no se enteran, que el Betis no se compra, el Betis se siente.