Por ejemplo, los tercios que combatían en Flandes (Países Bajos), eran legendarios por su bravura, su capacidad de combatir aunque supieran de antemano que la batalla que iban a pelear estaba perdida.
A veces ocurrían motines, pues el abundante oro que venía de las Indias se perdía en España, sin llegar a Flandes, dejándolos muchas veces sin sus pagas, vestidos con harapos, combatiendo solos.
Esa situación se hacía insostenible, produciéndose frecuentemente sublevaciones contra los altos cargos de su ejército. Incluso había duelos a muerte entre soldados de nuestro mismo ejército, pues, aunque la mayoría peleaban por el derechos a cobrar sus pagas, algunos se ponían del lado de sus jefes.
Pero, si al día siguiente el ejército enemigo atacaba, los mismos que el día antes estaban acuchillándose entre ellos, peleaban como fieras codo con codo, cubriéndose las espaldas, muriendo si hiciera falta por ese que el día antes querían matar.
Os estaréis preguntando: ¿qué narices quiere decir este tío? ¿Qué tiene esto que ver con el Betis?
Nosotros somos ese ejército, abandonado por nuestros dirigentes y peleando solos por nuestro escudo.
Y mañana viene nuestro enemigo.
Hay que aparcar durante dos horas nuestra división. Aunque nos duela en el alma lo de Granada. Aunque pensemos que no merece la pena animarles, que el Betis es una batalla perdida.
Aunque haya dos bandos en la afición, o tres, o cuatro, me da igual.
Todos somos béticos, y durante dos horas tenemos que poner todo lo que tengamos para vencer a nuestro enemigo. Que cada bético anime desde la grada como una fiera, como ese soldado que lucha aunque ya no le queden motivos. Pero lucha.
Después de vencerles, será tiempo de ajustar cuentas contra quien haga falta.
Musho Betis.
#RugeHeliópolis.
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