Ese parece el nuevo frente de nuestro Betis. Algún alto gerifalte de nuestro magnífico consejo de administración, en su búsqueda continua de ese mal que parece carcoma en el tronco mismo del Real Betis.Ya no quedaba nadie más, exjugadores, políticos, exentrenadores, nombres antiguos y modernos, voluntarios, exvoluntarios, webs, periodistas, peñistas, incluso alguna carta al ABC. Menos autoreflexión sobre todo lo que acontece al centro neurálgico de las decisiones todo puede valer para desviar la atención.
Y salió la última de todas, la afición del Betis. Un consejero lo dejó caer, también la afición tiene la culpa. 40000 espectadores todos los partidos tienen su culpa en este desaguisado. Entonces es cuando me pregunto qué culpa tiene la afición. Y me pregunto más concretamente, quién es la afición del Betis? Incluso podría ir más allá, qué ha hecho la afición del Betis? O concretar, qué se ha hecho con la afición del Betis?
Parto de la base de que en toda afición a un deporte los niveles de seguimiento o de compromiso no son para todos iguales. Es cierto que el nivel de implicación podríamos tomarlo como normal (sacarse el abono si se puede, por ejemplo), un poco más de lo normal (ser peñista, viajar con el equipo), un poco más allá (compromiso en la dirección de una peña, de una federación) o más allá todavía. A todos no se les puede pedir unos máximos pero se entienden esos mínimos.
Pero a la afición del Betis habría que aplicarle un estudio sociológico de profundo calado para comprobar el por qué un consejero se atreve a semejante afirmación. Estudio sociológico también aderezado con un estudio histórico. Yo no puedo hacerlo por falta de conocimientos en este tema pero sí puedo dar mi opinión de todo ello. Y empezaré en el hoy y ahora.
Cuando he ido al campo este año me he encontrado con una sensación de apatía que sólo los goles podían solucionar. Pero el campo estaba lleno, siempre. Se gana (poco), se pierde o se empata y la gente abandona sus localidades camino de casa (algunas lejísimos) como si nada, como si de un electroshock los hubiesen sacado aturdidos pero sin poder de reacción.
En el último partido nuestros amables dirigentes tuvieron incluso una feliz idea, anular el himno al final del partido para que las protestas al entrenador se oyesen. Pero ni eso, empate osasunero y los béticos nos levantamos, embocamos el vomitorio y a casa. Quizá esa sea la culpa de la afición que nos quieren echar encima.
Pero esta afición es tan generosa como dormida. Está dormida porque en sus sueños creyó en maravillas, le hicieron tocar un cielo ficticio con sus manos y el Betis que salió de la UVI nunca terminó de salir de la gravedad. La afición ahí estuvo, cuando iba a segunda con promesas de campeones, allí estaba. Pero las promesas, de efecto piramidal, iban perdiendo crédito e iban tapando unas a las otras mientras quemaban las ganas de muchos béticos al mismo tiempo que eran tratados como apestados. Estos también eran afición.
Cuando cumplimos 100 años, hasta 5000 de esos que llamaban afición se ofrecieron voluntarios. Y eso que la temporada fue mala. Miles y miles recogieron su bandera para que en cada partido luciera el campo verde, muy verde. Pero tampoco eso sirvió para agradecerle a la afición todo lo lo que se tragaba por su escudo. En medio han pasado cosas que hubieran destemplado a la afición más conformista, pero nosotros aguantamos carros y carretas.
Los últimos partidos de cada temporada nos convocan a una serie de finales angustiosas donde la copa la ganan en forma de primas los jugadores, y nosotros el descanso de quedarnos en primera. Marchas verdes, llamamientos, y el campo lleno para ver o no ver al Betis más abajo.
Quizá tenga gran culpa la afición de una cosa, de haber perdido la inocencia. La inocencia de dejar de creer en salvadores, en enviados divinos que montan tenderetes con Bsport o que a los malos resultados ponen un jeque en nuestras vidas. La inocencia perdida será imposible volver a encontrarla, pues en el camino nos ha puesto piedras que salen incluso de nuestra propia radio, donde chocan y tropiezan nuestros sentimientos a mamporros hechos horas de las verdades. Nuestra inocencia de creernos que tuvimos un Betis libre y ni sabemos cómo está ni en manos de quién estará.
Me dijo un bético viejo que el Betis era un sentimiento que podía arraigar en una piedra, pero en su fortaleza estaba su propia debilidad, de ahí que el manquepierda sea al mismo tiempo una fuerza increible y de una debilidad pasmosa. Pero también me dijo este bético viejo que ese Betis que se pasea entre el público cada partido busca en nosotros para ver qué Betis queremos, si un Betis en continua venta, o un Betis en el que la afición no sea un cliente que pase por caja para que le den productos de segunda y un trato tercermundista.
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La afición, culpable.
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