Sala de Análisis: Meritocracia

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Suele ser habitual para los aficionados escucharme en las retransmisiones hacer mención a la meritocracia cuando, en una alineación o en un cambio, el trabajo duro del futbolista protagonista acaba teniendo la recompensa esperada.

No es casualidad. La defino como la justicia deportiva del mérito y la considero esencial para ayudar a entender la grandeza de los deportes de equipo. Sí, leen bien, “de equipo”; no en exclusiva del jugador que acaba disfrutando de la ansiada titularidad; es algo más grande, es el reflejo del trabajo y de la gestión diaria del grupo.

DRAE “meritocracia” proviene de “mérito y –cracia” y sería el “sistema de gobierno en que los puestos de responsabilidad se adjudican en función de los méritos personales”.

Apliquémoslo al fútbol: Los puestos de responsabilidad serían las 11 demarcaciones en el terreno de juego; la persona que los adjudicaría sería el entrenador y los méritos personales serían los rendimientos individuales de los futbolistas en su día a día. Desde este prisma, podemos afirmar que para que exista meritocracia deben existir tres factores relacionados entre sí: equipo, entrenador y jugador.

Para la aplicación de una efectiva justicia deportiva del mérito la persona encargada de ADJUDICAR los puestos en el 11 titular debe creer firmemente en ella. La figura del mister es FUNDAMENTAL, su fuerza radica en la credibilidad que se haya ganado en el grupo que lidera.

La credibilidad no se impone, debe ganarse; desde el convencimiento, desde el discurso, desde el respeto, desde la seguridad que se inspira por los conocimientos que se posee y por la justicia a la hora de liderar.  Ser creíble es la base de la confianza en lo que propone y en lo que se le pide al conjunto que realice en el campo. Y el equipo, otro de los factores de la meritocracia, confía en lo que le pide Manuel Pellegrini… porque ha demostrado con las rotaciones y con su lectura de los partidos que profesa firmemente la justicia deportiva del mérito: «Las reglas son iguales para cada uno», concluyó el día de su presentación.

Quien no rinde no juega y, en consecuencia, quien se lo gana, acaba jugando. Al técnico chileno, como ha demostrado en estos años,  poco le importa el currículum de sus futbolistas o la trayectoria que hayan demostrado en equipos anteriores. Quiere “hombres antes que nombres” y trabaja por un bloque que esté encima de personalidades. La confianza, para el que lo merezca. Actitud, ambición, exigencia y compromiso, las bases del éxito de este Betis.

El último elemento, tras el equipo y el entrenador, sería el rendimiento individual del jugador. Es la esencia del deporte: quien persevera, acaba obteniendo resultados. El triunfo del esfuerzo, de la dedicación, del sacrificio, de no mirar el reloj cuando se está entrenando, de no rendirse…

Esta justicia deportiva del mérito eleva la competitividad interna exigiendo la mejor versión de cada sujeto para poder jugar. Permite elevar el rendimiento individual desde la autoexigencia y la competencia con uno mismo, no viendo al compañero como un “adversario por un puesto”; todo lo contrario, cuanto mejor estén los compañeros, mejor para el equipo que necesita de la suma de todas las exigencias individuales. Esa es una de las claves del buen ambiente que se respira en la plantilla verdiblanca. Porque al final, la principal competencia del jugador en el día a día es él mismo; solo desde la mejora del rendimiento individual se podrá optar a entrar en el once del Real Betis Balompié. Algo que no se regala. Se debe conseguir por méritos.

Artículo basado en el libro que se publicará próximamente sobre Manuel Pellegrini

 Jesús Botello

Profesor RFEF- Analista Deportivo- Autor de los libros “Scouting Deportivo” y “El estratega

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