Partidos como el de Villarreal son de los que uno pierde dos años de vida. El corazón se acelera al punto del ataque al corazón, no aguanto ver al Betis por televisión. Me he dado cuenta que en el campo puedo aguantar, incluso tener fe de levantar partidos imposibles.
Será el estar rodeado de béticos, el tener ya callo hecho en todas las temporadas donde he visto de todo lo que nos ha ofrecido nuestro bendito Betis. Será que puede uno gritar con todos, saltar con todos, o no ver las mil repeticiones que la televisión nos ofrece. En el campo es lo que ves o lo que crees ver. Es también en el campo donde uno se vuelve un currista, capaz de dar el abono por amortizado si ves un regate delante de tus narices, en mi caso en fondo grada baja.
Total, que lo he pasado fatal, aliñado con los matices que todos conocemos, con nuestro querido árbitro, que si no tiene una reprimenda de esas que no sirven para devolver puntos ni quitar tarjetas, será de risa.
Porque de risa es lo que tuvo que sufrir este Betis para sacar adelante el partido de seis puntos que decía el ingeniero.
Siempre me gusta revisar, volver a ver una y otra vez el gol de falta de Canales. Y ahora incluiré el de Lo Celso. Qué obra de arte, que toque y qué detalle. Y para revisar, el partido defensivo de este Betis que cuando los de atrás están concentrados son una muralla. Una muralla donde nuestro Ayoze se desesperaba una y otra vez.
Total, que no puedo ver al Betis por televisión, que espero a verlo en el campo, en nuestro campo, himno en mano, esperando que ese día sea el de bajar a grito pelado por las escaleras, retumbando el himno tras una victoria. De ver Betis más allá del campo, verlo flotando por todas partes.
