Se habla estos días, y con mucha razón, de dos jugadores que han acabado por quedarse en la plantilla bética, pese a que el club les abrió las puertas de par en par con la sutileza propia del que sabe que su marcha no supondría un problema, en absoluto. Es más, eran los dos descartes principales por los que el club quería aligerar masa salarial, así como liberar fichas. No es un secreto en la entidad. Pero ambos se negaron, acogiéndose a sus derechos contractuales. No es precisamente ese derecho el que les puedo recriminar, porque precisamente es eso, un derecho.
Pero conviene determinar también que muchas veces, se peca de querer confundir términos. Ambos son profesionales, pues viven del fútbol profesional y se dedican a la profesión de futbolista. Pero, ¿es lo mismo profesional que profesionalidad? He ahí el quid de la cuestión.
Si comenzamos por William Carvalho, puedo ser algo más comprensivo con su situación. Pese a que prefería su salida, el jugador cuenta con la aprobación de Pellegrini (que a buen seguro lo incluirá si lo ve necesario), además de tener a las puertas un Mundial en el que se puede ver fuera si no espabila. Por no hablar de que, en el momento que se concretó su fichaje por el Betis, ni por asomo era el futbolista que hoy deambula sin sangre ni aplomo por el centro del campo bético, sino que su vitola de crack era más que visible en el fútbol luso. Pero ser profesional es una cosa, y tener profesionalidad es otra. Y el mediocentro portugués, de una calidad que nadie puede negar porque ya la ha enseñado, ha carecido de ese término en tantas y tantas veces que ha mostrado desidia y apatía en muchos y muchos partidos. Porque todo el que tiene una profesión tiene derecho a recibir su salario a final de mes, pero a su vez la profesionalidad que se le presupone le obliga a dar el máximo, cosa que no ha hecho. Tiene, eso sí, una última oportunidad para que su afición cambie de opinión.
Con Joel Robles me detengo un poco más. Lleva tres temporadas en el club, en las que ha rendido a un nivel bastante flojo, por ser benévolo. Y no solo eso, sino que además, ha demostrado ser un enemigo acérrimo de la crítica, bloqueando en su momento a todo aquel que vertiera sobre él un atisbo de crítica deportiva (quiero aclarar que en el caso de haber recibido insultos, entendería de sobra al futbolista para acceder al bloqueo, pero estoy hablando de otro tema diferente). Por no hablar de su poca cabeza al subir fotos a redes sociales de partidos en los que encajaba goles a diestro y siniestro, sabiendo que el ánimo de la afición estaba caldeado por una dinámica del equipo a la deriva, por aquel entonces. Provocación o no, no se ha caracterizado por ser muy lúcido en ese tipo de acciones.
Y sabiendo que el míster no va a contar con él desde hace bastante tiempo (pues la llegada de Rui Silva se conocía desde prácticamente enero), decide rechazar todas las ofertas que le llegan, algunas de ellas de Primera, porque lo que quiere es cobrar lo máximo posible de su contrato, sea con una rescisión o quedándose. Y repito, está en su derecho como profesional del fútbol que es. Pero un jugador que muestra profesionalidad se busca la vida para jugar, aunque tenga que marcharse para ello. Un futbolista que muestra profesionalidad mira primero por su carrera deportiva, sin descuidar el aspecto económico, pero a fin de cuentas, busca su crecimiento deportivo en una profesión que no dura tanto como uno se cree. Un jugador profesional cobra, pero uno con profesionalidad sabe bien si su rendimiento ha sido acorde como para demandar todas las exigencias del mundo o no colaborar ni un poco con un club que te ha dado acomodo tantos años.
Nadie duda de que esté en su derecho de hacer lo que ha hecho, ahí yo no puedo decir nada. Pero con su actitud, la de no querer aceptar ninguna oferta, la de no poner ninguna facilidad a su rescisión aún conociendo de primera mano las dificultades económicas y que otros jugadores (Loren y Sidnei, por ejemplo) han perdonado dinero al club, se ha impedido reforzar la plantilla con un Dani Ceballos que hubiera sido una gran incorporación.
Claro que está en su derecho de quedarse a sabiendas de que no va a participar nada esta temporada, y de hecho eso va a hacer. Tan en su derecho, como el club para no incluirlo en la lista de la Europa League o dejarlo de cuarto portero esta temporada. Tan en su derecho de cobrar hasta el último céntimo de sus emolumentos como de no participar en los partidos, que se supone que es el premio que se le da a los jugadores. Tan en su derecho de quedarse, como de que la afición piense que ha actuado con poca profesionalidad. Y por supuesto, todo ello sin recurrir al insulto.
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