Gracias Andrés, a mí me parece que no se te fichó, que apareciste detrás de una bandera de una peña bética y que, chiquito como eres, diste un bote al primer equipo para demostrar que el corazón crece más grande en aquellos que hacen suyo el sentimiento del Betis.
Parece que estabas ahí de siempre, un canterano más del Betis, criado en el Calavera cuando allí jugaban los alevines que se sujetaban las calzonas porque no había de su talla y el incombustible Correa hacía lo que podía con las equipaciones color pistacho.
Nadie, tampoco, te va a criticar (bueno, criticones siempre hay) por cuándo y cómo decidas volver a tu tierra, pero seguro que llevas los bolsillos llenos de arena del Guadalquivir, las alforjas repletas de cariño verdiblanco y, sobre todo, te llevas a los tuyos, sevillanos y béticos por siempre jamás.
Sigue jugando al fútbol y sigue haciéndonos sentirnos orgullosos de haberte visto jugar con Joaquín, con Canales y con un largo etcétera de compañeros que nos alegraron y mucho la vida.
Siempre habrá, cuando mires al Este, desde donde sea que estés en tu México, un rayito verdiblanco que será como un faro guía para volver a casa, porque sabes que México es Heliópolis con más Toltecas y Heliópolis es México con más requiebros.