Y la tiene mi sobrino Fabián. Fabián, como su hermano Lorenzo y su hermana Greta, son hijos de un sevillano de la Macarena que enseña Europa a los felices turistas que caen en sus manos como si yo enseñase las habitaciones de mi casa.
Criados en la fe verdiblanca por toda una familia cuyo patriarca ha envenenado de verdiblanco el ADN de los García, han vivido en La Algaba hasta que tuvieron que emigrar a Croacia buscando un futuro mejor.
De Sevilla se llevaron muchas cosas, pero sobre todo su beticismo. Allí hay una peña oficiosa formada por la familia García Tomic, una peña que resuena cada vez que juega el Betis. Que tiene unos rituales antes del partido como colocar cuidadosamente banderas y bufandas delante de la televisión. Acomodarse y acudir a más rituales, como cambiar goles del Betis por besos en la calva del abuelo croata de Rijeka. Una ciudad y un equipo parecidos a Sevilla y el Betis.
Fabián, ese pequeño algabeño croata sigue la tradición bética que su padre, su abuelo y hasta donde se sabe su bisabuelo le transmitieron. Es bético allá donde esté, como lo son casi todos sus primos y tíos (aunque siempre hay algún querido garbanzo rojo), que canta el himno del Betis cuando van mal las cosas, en el más genuino espíritu del maquepierda y que tiene mi bandera de la final.