Recuerdo, cuando era un chaval, ver los marcadores simultáneos, seguir en la radio los diferentes partidos, disfrutar de una tarde de domingo… al sol.
El domingo era una tarde de éstas que se dan en el Villamarín en el enero sevillano. Un sol frío pero esplendoroso, un césped tipo alfombra (cada vez quedan más en el recuerdo cuando se pintaban las calvas) y un campo lleno a reventar.
Venía el Atleti, el de Simeone, el que gana sin aportar brillo, pero gana y gana y gana. No me gusta ese fútbol, pero si la pelotita entra los atléticos entiendo que estén encantados. Y por eso quizá el partido de ayer había que vivirlo bajo otro prisma. Correr, correr y correr, esperar la oportunidad y dar el zarpazo. Y volver a correr, correr y correr. Así nos ganaron en la primera vuelta. Así le ganamos ayer.
Sigue por internet colgado un magnífico reportaje sobre el debut de Kiko Femenía en «El día después» y la ansiedad que sufrió que le llevó casi al colapso. Y Kaptoum, en la primera parte, me recordó a Kiko, me preocupó mucho el chaval y si al final superaría el miedo escénico. No sólo hay que tener fútbol en las botas, la cabeza es la que rige a los futbolistas y la gran mayoría de grandes futboleros no han llegado a primera por su cabeza, o por su mala cabeza.
Así, el Kaptoum de la segunda parte cuadró unos grandes 45 minutos quizá porque en vez de quitarlo, en vez de anularlo, le ayudaron a continuar. Eso es trabajo de equipo y el equipo ganó por partida doble, ganó un partido y ganó otro canterano para la causa. ¿Y van?
Ver un domingo más, a una hora decente, el campo lleno de niños es un verdadero espectáculo. Hago fotos para Betisweb, y es la parte que más me gusta. Hay profesionales muy buenos que sacan los detalles de los partidos de forma magistral, a mí me gusta darme la vuelta y ver las caras de los aficionados, de las familias que van de la mano, los niños que se muerden la camiseta, que levantan las bufandas, que cantan «Cómo me gustan… Los Domingos al sol» y en esa olla a presión llena de verde no hay quien no sienta el pellizco de sentirse bético.