No, no busquen en la RAE, que no va a salir en ninguna acepción. Técnicamente, no existe el concepto, pero aún así, debo hablar de él. Porque para mí sí guarda un significado profundo.
Manuel Pellegrini desembarcó en un Betis a la deriva deportivamente hablando, y lo ha dotado de un sello personal propio, de una identidad, una forma de juego y de una ilusión difícilmente comparable a otras épocas. Una revolución a la chilena, pocas veces vista en el club, al menos en los años más recientes. Si el Betis es una religión, que lo es, Pellegrini es el profeta que predica una forma de ver el club con la que todos se sienten identificados.
Con la ayuda de Antonio Cordón, sobre todo en su segundo mercado veraniego, el técnico de Santiago de Chile ha cambiado el rumbo de un club que nunca ha terminado de despertar, instalado en la mediocridad e incapaz de dar el salto tan necesario que su hinchada lleva tanto tiempo soñando y demandando. Una hinchada cansada de decepciones, pero fiel de arriba a abajo. Que recorrería el mismísimo infierno a gatas para ver a su equipo, pero que también necesita que le devuelvan algo a cambio de tanta devoción.
El 2021 del Betis de Pellegrini está siendo excelso. Maravilloso. Superlativo. Ahí la RAE sí me puede echar una mano con los sinónimos, porque se acaban los adjetivos para describirlo. Manuel ha logrado sacar la mejor versión de unos futbolistas que venían de hacer una temporada pobre y lamentable con Rubi. Con apenas unas caras nuevas, ha conseguido moldear una plantilla con una mentalidad ambiciosa, que no da, generalmente, un partido por perdido, que cae derrotado muy pero que muy poco (solo cinco derrotas en partidos oficiales en un año que está a punto de terminar) y que genera un torrente de ilusión en su público. Ha devuelto al Betis a competición europea después de dos temporadas buscándose a sí mismo con entrenadores que no dieron con la tecla, y está comenzando su segunda campaña incluso con un nivel mayor, tanto en competición doméstica como en Europa.
Y es que las bases del Ingenierismo son bastante claras. Bajo la premisa de convertir al Betis en un club con mirada ganadora, Pellegrini ha implantado un sistema donde todos los jugadores (o casi todos) son importantes y merecen tener minutos si se lo ganan. Sus rotaciones permiten tener enchufada a toda una plantilla donde todos aportan, unos más que otros, pero todos ponen su granito de arena. Si un jugador no da la talla en algún encuentro, volverá a tener la oportunidad de demostrar su mejor versión más adelante, el bueno de Manuel no sentencia.
El Ingenierismo implica recuperar a jugadores defenestrados. Dar la confianza a valores activos del club e intentar recuperar para la causa a todo el mundo que lo luche. No es casualidad que sea el propio técnico quien se opuso a la salida de William Carvalho, a sabiendas de que podría volver a dar el nivel que ya demostró en tierras lusas y que le llevó a ser MVP del Europeo de 2015.
Y, por supuesto, el Ingenierismo parte de una premisa vital. El partido más importante es el próximo, el que queda más cercano. Pensar más allá de eso es un error. Y lo digo en una semana donde la ciudad de Sevilla se paraliza, se detiene. Una semana importante, no cabe duda. Pero antes del domingo, viene el jueves. Y la importancia del partido en Alemania es incomparable. En juego una primera plaza, y el significado deportivo y económico que ello conlleva.
Igual en otras épocas, un derbi era una vía de escape. Un partido en el que, si lo ganabas, olvidabas las penurias existentes en un club maldirigido y lleno de baches. Un partido que, si bien sigue siendo el más importante en cuanto a sentimiento en una ciudad dividida por la más pasional de las dualidades, sigue suponiendo tres puntos en una temporada de las más ilusionantes que se recuerdan en la Avenida de la Palmera. Un partido que, si te llevabas, lo demás daba igual. Y no, ya no es así. Pero que no se me malinterprete, ganar un derbi siempre es y será un subidón de adrenalina. Eso nunca cambiará, en ninguna de las dos partes.
Afortunadamente, esos tiempos pasaron. Los tiempos donde el partido del año te salvaba una temporada. Los tiempos en que ganar a tu vecino era suficiente. El Betis actual mira a los ojos a cada rival y va a por él sin miedo. Juega cada partido como si fuera el último y, quitando el último encuentro en el Wanda, prioriza cada próximo enfrentamiento que tiene. Y es que esa mentalidad, la que Pellegrini destila, es la que te lleva por el camino del éxito. La que te hace cumplir objetivos. La que se te saca de la vulgaridad.
Por tanto, solo nos queda por descubrir un pequeño detalle, ¿qué es el Ingenierismo? Pues pensar solo y tan solo en el próximo partido, y al siguiente, lo mismo.