17 años eran muchos.

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Dicen que el tiempo es relativo, que para cada persona pasa de una determinada manera. Para unos, rápido y raudo como el viento; para otros, una sensación de eternidad. Me imagino que para el bético se acerca más a lo segundo, porque 17 años de espera han sido demasiados. 17 años desde que, en aquel bonito junio de 2005, Dani encaraba el área en la prórroga y batía a Elía para darle al Betis, a su Betis del alma, su segunda Copa del Rey.

Y es que 17 años dan para mucho. Para demasiado, diría yo. Y en este club han pasado un sinfin de sucesos, de decepciones, de escuetas alegrías. De catastróficas desdichas y de efímeras ilusiones. Hasta llegar de nuevo a un merecidísimo y esperadísimo título que pone el broche de oro a una temporada histórica, que lo puede ser aún más, emulando a aquel 2005.

17 años dan para dilapidar una gran oportunidad del club para crecer fichando bien, pero haciendo todo lo contrario con incorporaciones de bajo nivel siendo equipo Champions. Los Juanlu, Óscar López, Miguel Ángel… Dan para sufrir un final de Liga de infarto y dar con tus huesos en Segunda ante un Valladolid que resistía en Primera y te mandaba al hoyo, en una combinación de resultados demoníaca y fatal para el Betis.

Dan para llorar viendo a Capi, una de tus leyendas canteranas, derrumbarse de tristeza en su despedida besando el césped mientras su equipo permanecía en la penumbra de Segunda una temporada más. Para resurgir con una dupla de recuerdo eterno en el área del Villamarín: Rubén Castro y Jorge Molina (esto también es vuestro, queridos).

Dan para derrocar a un presidente que llevaba al club a la más absoluta ruina. Un mandatario que pasó de héore a villano, que perdió el cariño de los suyos. Una afición echada a la calle, llenando la ciudad para clamar por su libertad. Una libertad, que poco después llegó a conseguir para permitir al club de sus amores seguir latiendo en verdiblanco.

También da, desgraciadamente, para el llanto más desgarrador que se vivió con la pérdida de nuestro Miki Roqué, un Miki que está y estará siempre presente en cada partido, en cada éxito. En cada bache, en cada subida. Su recuerdo siempre estará vivo en el corazón de cada bético. Y cada alegría del Betis, siempre vendrá acompañada con su cántico. Junto a Antonio Puerta, siempre será eterno.

Da para tener una de las peores plantillas que se recuerdan, para nunca olvidar de dónde venimos. El Betis de los 25 puntos. El de Andersen, que solo salía de la portería para beber agua, el de Figueras, de Verdú, con horchata por sangre, de Chuli… Aquel Betis que nos regaló una tanda de penaltis de infarto en Europa contra el eterno rival, y que falló estrepitosamente cuando mejor lo tenía, para romper el corazón de su hinchada en mil pedazos y sentenciar a su público a un fracaso sin paliativos.

Da para deambular de nuevo por Segunda, por campos inhóspitos pero arropado siempre por su gente. Mini Estadis, Montilivi, el barro de Llagostera, las victorias agónicas como en Lugo, jugar casi de local en la Nova Creu Alta

Da para volver a Europa, años después, tras hornear nuevos canteranos de máximo nivel, pero que acaban en equipos más punteros, para la vuelta de un hijo pródigo como Joaquín, que salió en busca de más grandeza y la acabó encontrando en su club de origen. Para llenar Milán de verdiblanco y bailar al ritmo de Lo Celso. Para perder toda esperanza en un febrero fatídico en el que te devuelven a la más absoluta realidad los Rennes y Valencia de turno, este último en una semifinal copera.

Para caer de nuevo en la mediocridad con una planificación, nuevamente deficiente y plantilla poco compensada. Con goleadas, decepciones, victorias in extremis pero insuficientes. Cracks como Fekir que no pueden ayudar a un equipo totalmente desequilibrado.

Y para recuperar la senda ganadora, la de un club dormido por mucho tiempo. Con un Manuel Pellegrini salvador, unos jugadores comprometidos, un Director Deportivo que se adaptó a las circunstancias y les ha sabido sacar provecho. Una Directiva que por fin entendió que son los profesionales quienes deben tener las decisiones deportivas… Hasta llegar al penalti de Juan Miranda, otro canterano al igual que Dani. Hasta llegar de nuevo a la gloria.

Han pasado muchos años, muchas historias diferentes. Muchas decepciones, demasiadas en tan poco tiempo. Alegrías variopintas, pero efímeras, poco trascendentes. Poco para lo que este club ofrece, desprende. Para lo que su hinchada provoca, se desplaza, siente. 17 años han dado para tantas y tantas cosas, que seguro que me dejo mil anécdotas más en el tintero. Pero hay una cosa que tengo bien clara, desde mi más profundo beticismo, y es que 17 años, son demasiados. Eran un mundo. Que pasen menos, muchos menos, hasta el siguiente éxito, por favor. Este club se merece eso y más.

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