La cruda realidad de la aleta de tiburón
He de reconocer que cuando en algún telediario utilizan la famosa frase de “estas imágenes pueden herir su sensibilidad” suelo cambiar de cadena. Es un acto casi automático: cojo el mando y cambio el canal porque la mayoría de veces, tras esas palabras suele llegar un amplio despliegue de sensacionalismo y amarillismo que acostumbra a dar lugar a reacciones más negativas que positivas.
Sin embargo, hay imágenes que es necesario mostrar. Hay momentos en los que la realidad efectivamente hiere sensibilidades y te descubre ese mundo crudo e injusto en el que uno no quiere participar y del que suele escapar cambiando el canal con el mando.
Os dejo un breve extracto de la bella, desgarradora e impresionante película Oceans de Jacques Perrin. Un documental lleno de preciosos instantes, de serena tranquilidad, deslumbrante perfección y que también incluye un par de bofetadas visuales que remueven (o deberían) remover conciencias.
Los últimos y agónicos momentos de uno de los millares y millares de tiburones que se cazan al año tan sólo por sus aletas. Uno entre miles. Tan sólo para darle un toque exótico a un puñetero tazón de sopa.
He de reconocer que cuando en algún telediario utilizan la famosa frase de “estas imágenes pueden herir su sensibilidad” suelo cambiar de cadena. Es un acto casi automático: cojo el mando y cambio el canal porque la mayoría de veces, tras esas palabras suele llegar un amplio despliegue de sensacionalismo y amarillismo que acostumbra a dar lugar a reacciones más negativas que positivas.
Sin embargo, hay imágenes que es necesario mostrar. Hay momentos en los que la realidad efectivamente hiere sensibilidades y te descubre ese mundo crudo e injusto en el que uno no quiere participar y del que suele escapar cambiando el canal con el mando.
Os dejo un breve extracto de la bella, desgarradora e impresionante película Oceans de Jacques Perrin. Un documental lleno de preciosos instantes, de serena tranquilidad, deslumbrante perfección y que también incluye un par de bofetadas visuales que remueven (o deberían) remover conciencias.
Los últimos y agónicos momentos de uno de los millares y millares de tiburones que se cazan al año tan sólo por sus aletas. Uno entre miles. Tan sólo para darle un toque exótico a un puñetero tazón de sopa.
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