Yo no, el protagonista de la noticia.....
INVESTIGACIÓN | UNA COSTUMBRE QUE SE EXTIENDE
CEDO HABITACIÓN A CAMBIO DE SEXO
LO HACE Pedro, 24 años, guarda jurado, que aloja en casa de su abuela a una joven universitaria. Pero son muchos más, una realidad impulsada por la crisis económica. Ellos suelen ofrecer, y ellas, con estrecheces económicas, acceder al trato
Soy un hombre normal. Lo primordial es que nos respetemos y que haya buena convivencia. Me gustaría que me dijerais explícitamente qué haríais en el sexo para no tener problemas más tarde». El joven que habla -a través de mensajería instantánea- ofrece alojamiento en su casa a dos amigas a cambio de relaciones. Ya ha convivido más veces bajo este acuerdo. Solicita fotos de cara y en lencería. Bajo una identidad falsa, nos colamos en la Red y establecemos contacto con él y otros propietarios que utilizan el mismo método.
Es el rostro más carnal de la crisis económica, una revolución en el mercado del alquiler inmobiliario. Simple y directo: alquilo habitación a cambio de sexo, sin mediar dinero alguno. De un lado, habitualmente ellos (hombre con casa propia). De otro, mujeres con reducidas posibilidades económicas dispuestas al pago carnal. Internet está lleno de cebos, y Crónica ha podido comprobar que hay más que ciberespacio: «Chico joven, guapetón y simpático ofrece alojamiento gratis a chica a cambio de sexo, no es que vaya a ser todos los días, se podría hablar...».
FOTOS. Una vez que la interesada ve el anuncio, el contacto suele establecerse por mail o teléfono. Después se produce el intercambio de fotos y, si el resultado es satisfactorio, ambos quedan para conocerse en persona. Uno de ellos acepta nuestra cita. Nos espera en una cafetería madrileña. El joven, trabajador de 30 años y no muy distinto de cualquier persona de esa edad, aguarda nervioso. Es la primera vez que pone un anuncio de este tipo y todavía no está muy seguro de su atrevimiento. El encuentro transcurre frío, envuelto en la excitación propia de quien no sabe muy bien dónde se mete. Le interesa conocer a la chica que podría convivir con él, a qué se dedica, qué estilo de vida sigue. Es el propietario de la casa y no está dispuesto a compartirla con cualquiera. Ya ha rechazado alguna petición porque la inquilina en potencia le ha resultado «algo extraña». Cada uno conservaría su libertad, pero en el caso de que ella se echara novio, prefiere que no lo lleve a casa. Le da miedo que alguno de los dos termine sufriendo. A la frecuencia o tipo de relaciones sexuales apenas hay alusiones. «No sé cómo van estas cosas, podemos ir viéndolo, me interesa que nos llevemos bien. Lo ideal sería probar un mes y después ir renovando».
Es el perfil español: joven, soltero, trabajador y que ha oído algo acerca del arrendamiento a cambio de relaciones, pero no lo conoce demasiado bien. En otros países, como Francia, Italia o Estados Unidos es una práctica relativamente asentada. De hecho, mientras que un anunciante francés puede llegar a tener tres respuestas positivas por semana, en España ese número será el máximo número de mensajes que recibirá en total.
Los anuncios en los que el dueño es mujer son escasos, aunque algunas también publican su disponibilidad como inquilinas: «Soy estudiante de magisterio, española de 27 años. Busco habitación en un piso compartido a cambio de sexo. A ser posible español, mayor de 25 años y trabajador». Localizamos a otro propietario que cambia habitación y comida en un pueblo de Madrid por unas tres relaciones sexuales por semana. Incluso, agrega, llevaría a la elegida al trabajo en su coche. «Podemos quedar, ves la casa, tenemos la primera relación y luego te haría las copias de las llaves», explica a través de una conversación por chat. Sin embargo, dos días después, escribe arrepentido: «Lo he estado pensando y creo que al final no voy a ofrecer la habitación. Creo que no está bien, no sería justo».
«Joven, guapo, ordenado, limpio y formal. Ofrezco habitación gratis a chica o pareja de chicas a cambio de buen trato, convivencia, complicidad y relaciones sexuales de vez en cuando». Llamémosle Pedro y llegamos a él por este anuncio. Tiene 24 años y es vigilante de seguridad. Nos cuenta su historia desde el otro lado del teléfono porque no quiere ser identificado. Nadie de su entorno sabe que, desde hace algo menos de un mes, comparte la casa de sus abuelos con una universitaria de 25 a cambio de sexo. «Me animé a hacer esto porque mis trabajos no me dejan tiempo para conocer gente y porque últimamente estoy algo cerrado debido a que me hicieron daño». La inquilina -que no ha accedido a hablar con nosotros- contactó con él por teléfono y continuaron hablando en Internet. «Nos caímos bien y probamos. No hemos fijado condiciones, sólo normas de convivencia para el orden y que no meta a gente en casa. En cuanto al sexo, intento que no resulte frío. No me gusta que sea obligatorio sino que surja entre los dos».
SOLITARIOS. Soledad e incapacidad para relacionarse es lo que aduce la mayoría para entrar en este juego. Un universitario andaluz de 23 años, con piso alquilado en Barcelona, cambia una habitación por sexo y discreción. «Lo he dejado con mi novia y no conozco a mucha gente», explica. Otro joven, con casa en Madrid, se justifica con que su turno de recepcionista nocturno le impide relacionarse con chicas. Un marroquí, residente en Guadalajara, va más lejos. Su vivienda sólo dispone de una habitación. Y de una cama.
Las ofertas se centran, principalmente, en Madrid y Barcelona, donde los alquileres por habitación superan los 300 euros. Con gastos de gas, agua y luz, unos 350. Si le sumamos la posibilidad de acceder a Internet y comida, podrían superarse los 400. Una cantidad que se paga con el cuerpo. Sin embargo, a ninguno de los que ofrecen su casa se le ocurre hablar de prostitución. «Quiero sexo, no teatro, nada de fingir, yo no busco prostitutas, busco chicas normales», asegura el propietario que requiere a las dos amigas.
Manuel Lucas, presidente de la Sociedad Española de Intervención en Sexología, explica que «el sexo siempre lleva implícito un componente de afectividad. Cuando uno desea, quiere sentirse deseado. Si la persona que lo desea, además, es atractiva, la autoestima es mayor».
Nuevas convocatorias aparecen en la Red cada semana. El fenómeno es tal que algunas webs los rastrean para eliminarlos inmediatamente.
PD: La noticia se publicó hace un mes, pero no podría ser más actual
INVESTIGACIÓN | UNA COSTUMBRE QUE SE EXTIENDE
CEDO HABITACIÓN A CAMBIO DE SEXO
LO HACE Pedro, 24 años, guarda jurado, que aloja en casa de su abuela a una joven universitaria. Pero son muchos más, una realidad impulsada por la crisis económica. Ellos suelen ofrecer, y ellas, con estrecheces económicas, acceder al trato
Soy un hombre normal. Lo primordial es que nos respetemos y que haya buena convivencia. Me gustaría que me dijerais explícitamente qué haríais en el sexo para no tener problemas más tarde». El joven que habla -a través de mensajería instantánea- ofrece alojamiento en su casa a dos amigas a cambio de relaciones. Ya ha convivido más veces bajo este acuerdo. Solicita fotos de cara y en lencería. Bajo una identidad falsa, nos colamos en la Red y establecemos contacto con él y otros propietarios que utilizan el mismo método.
Es el rostro más carnal de la crisis económica, una revolución en el mercado del alquiler inmobiliario. Simple y directo: alquilo habitación a cambio de sexo, sin mediar dinero alguno. De un lado, habitualmente ellos (hombre con casa propia). De otro, mujeres con reducidas posibilidades económicas dispuestas al pago carnal. Internet está lleno de cebos, y Crónica ha podido comprobar que hay más que ciberespacio: «Chico joven, guapetón y simpático ofrece alojamiento gratis a chica a cambio de sexo, no es que vaya a ser todos los días, se podría hablar...».
FOTOS. Una vez que la interesada ve el anuncio, el contacto suele establecerse por mail o teléfono. Después se produce el intercambio de fotos y, si el resultado es satisfactorio, ambos quedan para conocerse en persona. Uno de ellos acepta nuestra cita. Nos espera en una cafetería madrileña. El joven, trabajador de 30 años y no muy distinto de cualquier persona de esa edad, aguarda nervioso. Es la primera vez que pone un anuncio de este tipo y todavía no está muy seguro de su atrevimiento. El encuentro transcurre frío, envuelto en la excitación propia de quien no sabe muy bien dónde se mete. Le interesa conocer a la chica que podría convivir con él, a qué se dedica, qué estilo de vida sigue. Es el propietario de la casa y no está dispuesto a compartirla con cualquiera. Ya ha rechazado alguna petición porque la inquilina en potencia le ha resultado «algo extraña». Cada uno conservaría su libertad, pero en el caso de que ella se echara novio, prefiere que no lo lleve a casa. Le da miedo que alguno de los dos termine sufriendo. A la frecuencia o tipo de relaciones sexuales apenas hay alusiones. «No sé cómo van estas cosas, podemos ir viéndolo, me interesa que nos llevemos bien. Lo ideal sería probar un mes y después ir renovando».
Es el perfil español: joven, soltero, trabajador y que ha oído algo acerca del arrendamiento a cambio de relaciones, pero no lo conoce demasiado bien. En otros países, como Francia, Italia o Estados Unidos es una práctica relativamente asentada. De hecho, mientras que un anunciante francés puede llegar a tener tres respuestas positivas por semana, en España ese número será el máximo número de mensajes que recibirá en total.
Los anuncios en los que el dueño es mujer son escasos, aunque algunas también publican su disponibilidad como inquilinas: «Soy estudiante de magisterio, española de 27 años. Busco habitación en un piso compartido a cambio de sexo. A ser posible español, mayor de 25 años y trabajador». Localizamos a otro propietario que cambia habitación y comida en un pueblo de Madrid por unas tres relaciones sexuales por semana. Incluso, agrega, llevaría a la elegida al trabajo en su coche. «Podemos quedar, ves la casa, tenemos la primera relación y luego te haría las copias de las llaves», explica a través de una conversación por chat. Sin embargo, dos días después, escribe arrepentido: «Lo he estado pensando y creo que al final no voy a ofrecer la habitación. Creo que no está bien, no sería justo».
«Joven, guapo, ordenado, limpio y formal. Ofrezco habitación gratis a chica o pareja de chicas a cambio de buen trato, convivencia, complicidad y relaciones sexuales de vez en cuando». Llamémosle Pedro y llegamos a él por este anuncio. Tiene 24 años y es vigilante de seguridad. Nos cuenta su historia desde el otro lado del teléfono porque no quiere ser identificado. Nadie de su entorno sabe que, desde hace algo menos de un mes, comparte la casa de sus abuelos con una universitaria de 25 a cambio de sexo. «Me animé a hacer esto porque mis trabajos no me dejan tiempo para conocer gente y porque últimamente estoy algo cerrado debido a que me hicieron daño». La inquilina -que no ha accedido a hablar con nosotros- contactó con él por teléfono y continuaron hablando en Internet. «Nos caímos bien y probamos. No hemos fijado condiciones, sólo normas de convivencia para el orden y que no meta a gente en casa. En cuanto al sexo, intento que no resulte frío. No me gusta que sea obligatorio sino que surja entre los dos».
SOLITARIOS. Soledad e incapacidad para relacionarse es lo que aduce la mayoría para entrar en este juego. Un universitario andaluz de 23 años, con piso alquilado en Barcelona, cambia una habitación por sexo y discreción. «Lo he dejado con mi novia y no conozco a mucha gente», explica. Otro joven, con casa en Madrid, se justifica con que su turno de recepcionista nocturno le impide relacionarse con chicas. Un marroquí, residente en Guadalajara, va más lejos. Su vivienda sólo dispone de una habitación. Y de una cama.
Las ofertas se centran, principalmente, en Madrid y Barcelona, donde los alquileres por habitación superan los 300 euros. Con gastos de gas, agua y luz, unos 350. Si le sumamos la posibilidad de acceder a Internet y comida, podrían superarse los 400. Una cantidad que se paga con el cuerpo. Sin embargo, a ninguno de los que ofrecen su casa se le ocurre hablar de prostitución. «Quiero sexo, no teatro, nada de fingir, yo no busco prostitutas, busco chicas normales», asegura el propietario que requiere a las dos amigas.
Manuel Lucas, presidente de la Sociedad Española de Intervención en Sexología, explica que «el sexo siempre lleva implícito un componente de afectividad. Cuando uno desea, quiere sentirse deseado. Si la persona que lo desea, además, es atractiva, la autoestima es mayor».
Nuevas convocatorias aparecen en la Red cada semana. El fenómeno es tal que algunas webs los rastrean para eliminarlos inmediatamente.
PD: La noticia se publicó hace un mes, pero no podría ser más actual
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