Lo ha escrito en su blog http://www.elboomeran.com/blog/11/vicente-verdu/ el mejor periodista de España.
Don Vicente Verdú:
Las reglas del dinero
En mi pueblo, que es un lugar muy poblado de hombres de empresa, impera la regla de que una cosa es la amistad y otra cosa, muy distinta, son los negocios. Uno puede hallarse almorzando con un amigo de la infancia, un vecino de toda la vida, un compañero de estudios de todo el bachillerato o incluso con un ejemplar de amigo íntimo con quien se ha compartido secretos no revelados a nadie más y, sin embargo, al negociar una compraventa transfigurarse en un ser completamente extraño. No un enemigo en el sentido común sino con un empresario en su sentido común.
El empresario tiene por principio sagrado, religioso y hasta fanático, la obtención del máximo beneficio y siendo cabalmente empresario y honestamente empresario su dureza en las posiciones mercantiles es comparable al pedernal. No siendo de la profesión, no siendo empresario, el otro se erige de pronto como un tipo irreconocible, una segunda realidad personal, que impresiona sentimentalmente. Y precisamente porque aquel amigo se despoja de los sentimientos para tratar.
Este nuevo personaje puede parecer un sujeto despiadado e incluso torturador pero las cosas deben ser, probablemente así, para que la economía productiva funcione y prospere. Sus reglas son las reglas que rigen, por ejemplo, en el cuadrilátero donde se pelea contudentemente, allí por el k.o. y aquí por la peseta.
Quien no es boxeador, no ama el boxeo ni sabe tampoco del pugilato en la esfera mercantil, quedará tan desconcertado por esa súbita agresividad como, sin lugar a dudas, noqueado. El arte de negociar, la astucia para ganar un céntimo en la disputa, se inscribe de manera tan primitiva y natural en los hombres de empresa, viene a ser tan habitual e inherente a la conversación entre negociantes que, al profano, lo deja sin habla. El empresario no tiene por qué ser, ni en su personalidad ni en el acción sobre otros ámbitos, un tipo pesetero.
Se da con frecuencia el caso de que su generosidad queda de manifiesto en invitaciones, regalos de bodas, obsequios de amante o en el sostenimiento mismo de instituciones de caridad. Por contrastes, en los negocios: el negocio es siempre el negocio, el cálculo y la pesetas de menos o más. Un objetivo absoluto que no conoce ni acaso debe conocer para realizarse eficazmente, inclinaciones compasivas, debilidad o condescendencia. Sólo se cederá a cambio de algo, sólo se aflojará mediante una ventaja que procurará dinero.
El dinero como gran tótem, rey mágico y supremo. El dinero como la perfecta sustancia turbadora que todo lo traspasa y crea un mundo moral y relacional que necesita ser interpretado con otro diccionario, otro código, otro lenguaje de la humanidad.
[Publicado el 16/4/2009 a las 09:52]
Don Vicente Verdú:
Las reglas del dinero
En mi pueblo, que es un lugar muy poblado de hombres de empresa, impera la regla de que una cosa es la amistad y otra cosa, muy distinta, son los negocios. Uno puede hallarse almorzando con un amigo de la infancia, un vecino de toda la vida, un compañero de estudios de todo el bachillerato o incluso con un ejemplar de amigo íntimo con quien se ha compartido secretos no revelados a nadie más y, sin embargo, al negociar una compraventa transfigurarse en un ser completamente extraño. No un enemigo en el sentido común sino con un empresario en su sentido común.
El empresario tiene por principio sagrado, religioso y hasta fanático, la obtención del máximo beneficio y siendo cabalmente empresario y honestamente empresario su dureza en las posiciones mercantiles es comparable al pedernal. No siendo de la profesión, no siendo empresario, el otro se erige de pronto como un tipo irreconocible, una segunda realidad personal, que impresiona sentimentalmente. Y precisamente porque aquel amigo se despoja de los sentimientos para tratar.
Este nuevo personaje puede parecer un sujeto despiadado e incluso torturador pero las cosas deben ser, probablemente así, para que la economía productiva funcione y prospere. Sus reglas son las reglas que rigen, por ejemplo, en el cuadrilátero donde se pelea contudentemente, allí por el k.o. y aquí por la peseta.
Quien no es boxeador, no ama el boxeo ni sabe tampoco del pugilato en la esfera mercantil, quedará tan desconcertado por esa súbita agresividad como, sin lugar a dudas, noqueado. El arte de negociar, la astucia para ganar un céntimo en la disputa, se inscribe de manera tan primitiva y natural en los hombres de empresa, viene a ser tan habitual e inherente a la conversación entre negociantes que, al profano, lo deja sin habla. El empresario no tiene por qué ser, ni en su personalidad ni en el acción sobre otros ámbitos, un tipo pesetero.
Se da con frecuencia el caso de que su generosidad queda de manifiesto en invitaciones, regalos de bodas, obsequios de amante o en el sostenimiento mismo de instituciones de caridad. Por contrastes, en los negocios: el negocio es siempre el negocio, el cálculo y la pesetas de menos o más. Un objetivo absoluto que no conoce ni acaso debe conocer para realizarse eficazmente, inclinaciones compasivas, debilidad o condescendencia. Sólo se cederá a cambio de algo, sólo se aflojará mediante una ventaja que procurará dinero.
El dinero como gran tótem, rey mágico y supremo. El dinero como la perfecta sustancia turbadora que todo lo traspasa y crea un mundo moral y relacional que necesita ser interpretado con otro diccionario, otro código, otro lenguaje de la humanidad.
[Publicado el 16/4/2009 a las 09:52]
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