La máquina de estrechar calles

ANTONIO BURGOS
Actualizado Viernes, 21-08-09 a las 06:59
Con tanta obra para la tontería del Carril Bici, que día que pasa, día que me parece mayor derrochona imbecilidad, las calles de Sevilla están alambradas, quien las desalambrará... Cuando estaba en los baños, ya me lo advirtió un fiel lector: «¡Ojú, maestro como está la ciudad! Han levantado todo General Polavieja desde San José hasta el Ayuntamiento y los guiris se están jartando de pavías y arró con polvo de obra. Boteros también está levantada; y toda la plaza del Cristo de Burgos; y el primer tramo de la Callelaferia delante de San Juan de la Palma, que le han tenido que poner a la Amargura un guardapolvo como a la del Rocío cada siete años. Todo el centro está lleno de excavadoras gigantes amarillas que mire usted el polverío que alevantan y la de humo que sueltan. La Encarnación y sus setas —con sus viales expropiados y aceras eliminadas, y creciendo en su horrorosa vacuidad— se ha apoderado también del primer tramo de Alcázares y sólo ha dejado un estrecho pasillo por el que no caben ni las marujas con la carmela de la compra. Ir de la Puerta de Jerez al Ayuntamiento por esa Avenida sin una **** sombra es lo mismo que atravesar el desierto de Atacama, pero sin arena. Albañiles he visto en alguna de esas obras que también los he visto repetidos en otras, como los moros de Queipo, que nuestro alcalde hace circular de obra en obra para que nos creamos que hay muchos trabajando cuando la cuadrilla seguro que es la misma y de la misma contrata amiga y trincona.»

Pero las alambradas como de gallinero no son las mismas en toda Sevilla. Piense una calle, que allí hay una alambrada. Y todas lo mismo: poniendo las calles cada vez más estrechas. Esto parece una broma de novatos en el cuartel, la clásica de la piedra de afilar machetes. Ya saben. Llegaban los reclutas del nuevo reemplazo y los veteranos les gastaban la broma de siempre. Al que veían con la mayor pinta de cateto le decían siempre lo mismo, quinta tras quinta:

—Ve a la Tercera Compañía y dile al que está de cuartel que te dé la piedra de afilar machetes.

Y allá que iba el cateto a la Tercera Compañía, cuyo soldado cuartelero, compinchado, le entregaba al novato el objeto más pesado e inútil que encontrarse pudiera, como si fuera la pretendida piedra de amolar bayonetas. Y con la que el incauto cargaba, sudando si hay sudar, por todo el cuartel, ante la general rechifla.

No sé dónde hizo la mili el alcalde, si voluntario de Aviación en Tablada como media Sevilla, si de alférez en las Milicias Universitarias. Pero tiene que haberse inspirado en la vieja broma cuartelera para darnos a los sevillanos este verano de obras, zanjas, boquetes, calicatas, polverío y alambradas, muchas alambradas de gallinero y muchos bordillos fuera, para poner las calles más estrechas. Parece como si el alcalde, veterano, le hubiera dicho a Maribel Montaño, novata:
—Maribel, ve a San Jacinto y dile a Alberto Moriña que te dé la máquina de estrechar calles...
Y le ha dado cuarto y mitad de todas esas alambradas que vemos por doquier, de Sevilla Este a Distrito Sur, pesadísimas, que no hay quien pueda cargar con ellas, poniendo a media Sevilla patas arriba y quitando anchura de calzadas y plazas de aparcamiento. ¿Que hay problema de aparcamientos en Sevilla? No se preocupen: el alcalde pide la máquina de estrechar calles, se quitan los pocos aparcamientos que hay, y listo. ¿Que en Sevilla hay muchos embotellamientos? No tiene importancia: el alcalde pide la máquina de estrechar calles, se dejan sólo dos carriles donde había cuatro, y a otra cosa.

Esperemos que la máquina de estrechar calles se convierta en máquina de estrechar número de votos cuando haya elecciones. (Aunque a veces pienso que los sevillanos tragones y cobardones tenemos el gobierno que nos merecemos.)

ABC