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Breve reseña de una noche bolichesca!!!

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  • Breve reseña de una noche bolichesca!!!

    Recomendaciones para subastar el cerebro voluntariamente.

    La Real Academia española, al definir “boliche”, nos deriva al término “discoteca”. Una “discoteca” es, según este organismo un “local publico donde sirven bebidas y se baila al son de música de discos”.

    Mi desconocimiento acerca de lo que encontraría en semejante establecimiento era de dimensiones considerables, a pesar de que el sentido común que he forjado en los últimos años de mi vida me ha propiciado un conjunto de “postulados” básicos que definen a un boliche, y que no se encuentran definidos precisamente en el organismo antes citado.

    La experiencia fue tan shockeante, que tratare de describirla lo mas minuciosamente para todxs aquellos que aun tiene un halo de curiosidad acerca de que es lo que sucede en esos lugares de los que todxs lxs jóvenes hablan y en donde se juntan y desviven cada fin de semana.

    Al arribar, una parva de jóvenes se amontonaban en la entrada. Para ser específicos, el lugar en si mismo no se definía como un boliche o una “discoteca”, como tampoco lo definían así la gete que asistía cotidianamente. Era un “pub”, un “bar”, o algo así, donde pasaban música, y según me fui enterado en el proceso, un bar de gente “freak”, donde se agolpaban como sardinas distintos ejemplares de la nueva moda antimoda. Allí estaban todxs, supuestamente, lxs “rebeldes”, que se oponían a si mismos frente a lxs “chetxs” o “conchetxs” como se los suele llamar por estos pagos.

    En fin, me sorprendí al ver a los supuestos antimoda. Sin exageraciones, cada una de las personas que se agolpaban en la puerta –no esperaban nada, simplemente se amontonaban por el placer de hacerlo, vale aclarar-, llevaba encima alrededor de 500 pesos sumados entre zapatillas, jeans o pantalones o polleras, remeras, buzos, camperas y gorritos de los mas extravagantes.

    No muy grata fue mi sorpresa al ver que muchos de ellxs llevaban en sus remeras estampados que repetían hasta el hartazgo palabras como “Punk”, “Anarchy” etc, etc, al punto que habría asqueado al mismísimo Bakunin.

    Pero ese era un boliche para “antichetxs”. De mas esta decir que estos ejemplares del antichetismo posmoderno llevaban por todas partes la simbología de las marcas que representan ese antichetismo, pero no importa, las contradicciones a esta altura ya resultaban redundantes.

    Tambien estaria de mas decir que, mas allá de la supuesta variabilidad o “libertad” al vestirse que esa misma gente afirma poseer, todxs eran prácticamente calcos lxs unxs de lxs otrxs. Colores, gorros, medias de colores, hebillas, zapatillas ostentosas que clamaban “soy súper skater” y lo mas importante por recalcar: la pose de gángster. Todos los hombres del lugar caminaban de una forma particular, difícil de describir. Se bamboleaban en cada paso, al tiempo que sus manos se convertían en una extensión un ritmo ininteligible. A la vez, mantenían la mirada alta, mirando a todxs por arriba de sus hombros, y torciendo la boca o pitando un cigarrillo inexistente. Y cuando dejaban de caminar, se paralizaban al ritmo de Robocop, trabando todo su cuerpo y poniéndolo en exposición ante el mercado de mujeres, que atentas miraban la escena.

    Habiendo hecho un análisis visual del lugar, decidimos entrar; al fin y al cabo, ya estábamos ahí y no teníamos nada que hacer. La estrategia de marketing para entrar era la siguiente: haciendo gala del machismo reinante en la sociedad, que no se aleja del mundo posmoderno, la presencia de mujeres en cantidad es sinónimo de buen negocio. Es así como lo hombres debían pagar un abono para entrar, que luego se canjeaba por una “consumición”, y las mujeres pasaban gratis. De esta forma, el lugar se aseguraba que siempre habría mujeres, lo cual garantizaría la presencia de hombres que acudan en su conquista, lo cual a su vez llenaba los bolsillos de la caja de la entrada.

    Luego de pagar esos tres pesos, vino lo peor. Dos hombres fornidos y con cara de pocos amigos, me impidieron el paso y empezaron a manosearme. Incrédulamente pensé que intentaban excitarme sexualmente, pero no era así. Me estaban “tanteando”para asegurarse de que no entre con ningún elemento contundente que pueda revolear de modo violento hacia algunx de los allí presentes. La paradoja era que en el lugar vendían cerveza en botellas de vidrio, pero no importa.

    Tras haberme sometido involuntariamente al toqueteo corporal, pasaron a toquetearme la mochila, tras lo cual, al verificar que no llevaba nada peligroso mas que la capacidad de razonamiento, pude acceder al “boliche”.

    Una nube de humo invadió mi sentido visual, y una música retumbante me atolondro los tímpanos. Cuando al fin pude acostumbrarme a la ausencia de luz, logre vislumbrar centenas de cuerpos que se chocaban los unos a los otros, intentando llegar a quien sabe donde. Enseguida, al sentirme intimidado por un ambiente en el cual nunca había estado, trate de refugiarme en mis amigxs. Pero no fue tan fácil como creía. Porque al momento de entrar a un lugar como aquel, las individualidades de pierden, las personalidades se pierden y unx deja de ser “unx”, para convertirse n unx mas. Todxs mis amigxs, las personas que mas quiero en el mundo, se habían convertido en unx mas de los que alli estaban. Al darme cuenta que tambien lo era yo, un escalofrió recorrió mi cuerpo. Intentado abrirnos paso hacia “quien sabe donde”, -porque ya éramos unxs mas que caminaban hacia ninguna parte, una mano me palmea el hombro de forma poco amigable. Al darme vuelta, veo a un viejo amigo que me mira y me dice “EHHHHHHH”. (…). Como no podía ser de otro modo, respondí –obviamente-, “EHHHHHHHH”. Y ese fue todo el dialogo.

    Porque a decir verdad, más no se podía hacer, mas no se podía decir. Porque allí, en esas tierras, nuestras historias personales se pierden, dejamos de ser personas y lo único que permite reconocernos es la imagen estética, ahí termina la cosa.

    “Vamos a cambiar las consumiciones”, dijo algun@ de l@s chic@s que venia conmigo, y se dirigió hacia la barra. Tod@s lo seguimos hasta donde pudimos, pero inevitablemente lo perdimos. Sin nada que hacer mas que mirarnos l@s un@s l@s otr@s, l@s que allí esperábamos intentamos adaptarnos un poco al entorno, Quise moverme al son de la música, pero no pude, mi cuerpo no respondía como yo quería que lo haga. Lo único que logré hacer fue un movimiento mecánico de piernas que se asemejaba a un baile de pinocho. Otra cos no me salía. Al haber comprobado mi falta de destreza en el baile de semejante música, me dedique a mirar.

    Y lo que mire, lo que vi, nuevamente, me sorprendió de sobremanera. En particular, el forma en la que las personas se trataban entre si. Enseguida un@ podía darse cuenta que los allí asistentes eran “habitues”. Tod@s se saludaban, tod@s se conocían. Pero eso no es nada fuera de lo usual en cualquier entorno. Lo que si era fuera de lo común, eran las expresiones de las personas. Decidí focalizar la vista en uno de los muchachotes presentes, al que martirice como “prototipo de habitue” y llame “X”, para analizar su desenvolvimiento. Estaba parado en el medio de la pista, “bailando” solo, con expresión seria, o más bien con expresión de macho de América. En un momento se le acerca otro prototipo de habitue y lo saluda, obviamente con un sonoro “EHHHHHHHHHH”, a lo cual X responde automáticamente con un “EHHHHHHHHHHH”, estrechando un abrazo de amigos de toda la vida. Pensando que probablemente sean grandes amigos, seguí viendo la secuencia, quizás con ese placer de la impunidad de un voyeur, imaginándome historias: quizás eran mejores amigos en la infancia y uno de ellos tuvo que mudarse del barrio porque el padre consiguió trabajo en Mongolia, y la amistad se rompió por la fuerza de la situación, a pesar de lo cual siguieron recordándose con cariño durante todos los anos transcurridos. Así, el destino quiso que volviesen a encontrarse allí, en ese boliche, para reanudar la amistad y ponerse al tanto de las toneladas de novedades. Pero no. Para sorpresa mía, luego de aquel abrazo que habrá sido mas intenso que el de San Martín y Bolívar, cada uno siguió su camino, y mi prototipo elegido, “X”, volvió a su pose de machoman y su cara de perro. Esta situación se repitió, en 10 minutos, unas cinco veces. Venia alguien, se abrazaban fuertemente, y cada uno volvía luego a su pose y a su cara de perro. Poco a poco fui entendiendo la movida, sobre todo a raíz de un comentario que me hizo un amigo, que quizás por conexión psicológica, estaba observando lo mismo que yo. Me dijo “Estos después se ven en la calle y ni se saludan”. Y probablemente sea esta un gran verdad. Todo se trataba de “poses”. De ver quien tenia mas amigos, de ver quien era el habitue mas pulenta del lugar. Y eso solo se demostraba con la existencia de los llamados ‘conocidos”. “Yo conozco a todo el mundo ahí”, es una frase del arquetipo de winner del mundo posmoderno. “A mi me conocen todos”, lo cual es mas de lo mismo pero con un egocentrismo mas explicito. La pose se trataba de eso. De ver quien conoce más gente. Tras 15 minutos, llegó mi amigo con las cervezas. Mejor dicho con “vasitos” de cerveza. Porque la consumición valía un “vasito”, si querías la botella tenias que pagar mas plata.

    De golpe, mi compañera dice que tiene ganas de ir al baño, y me pide si puedo acompañarla porque no sabía donde quedaba. Pensando que esa era una tarea fácil, asistí sin inconvenientes.

    Intentamos abrirlos paso entre la muchedumbre, y luego de veinte minutos de empujones logramos avanzar 10 metros hacia la puerta de los baños. Ella entró, yo me quede esperándola en la puerta.

    Al lado mío, había un grupito de prototipos que se reía alocadamente mientras tomaban cerveza. Haciendo gala de mi situación de voyeur, no pude evitar oír la conversación: “a la primera que salga del baño le encajo un beso", dijo uno, pero con un poco menos de sutileza. De golpe se abre la puerta, y una chica sale del baño, tras lo cual uno de ellos, intenta acercársele a la boca, obligándola a darle un beso. La toma del brazo y le dice al oído “EAEAEEAE DAME UN BESO EAEAEEAE”. Dixit.

    La joven, lejos de enojarse, como acostumbrada a este tipo de secuencias, se abrió paso con la habilidad de un gambeteador de potrero y logró zafarse, sin siquiera mosquearse por la violencia de tales individuos. Sorprendido por toda la escena, luego puede constatar que todo el boliche se movía de esa forma. Era la lógica en la que funcionaba. Un sexismo tan pero tan crudo, tan real y fuerte, que causaba impresión. Sobre todo porque ambas partes, los “hombres” y las “mujeres” habían asimilado naturalmente tal desarrollo de las relaciones. Por todas partes se veían hombres tomando por la fuerza a mujeres intentando besarlas (en el mejor de los casos), y por todas partes se veía a las mujeres zafando de tales llaves de judo. Esa era la lógica, y ambas partes habían aceptado las reglas del juego y hasta me atrevería a decir que disfrutaban de los roles que jugaban. A las mueres les gustaba literalmente ser “violadas” en su persona, porque estaban acostumbradas a que las manoseen, intente besarlas y hasta que les griten “putas de mierda” cuando se negaban a dar ese beso. Increíble.

    Una discoteca representa el ejemplo máximo del sistema de relaciones capitalista. Lejos de intentar hacer analogías traídas de los pelos, es fácil comprobarlo. Tod@s estamos al tanto de que las formas de relaciones individualistas se reproducen e todos los ámbitos de la sociedad, pero probablemente en las discotecas esta realidad se manifiesta en una forma bastante cruda y hasta sarcástica. Cada un@ de los allí presentes es un integrante de la masa, que trata por todos los medios de sobresalir por encima de los demás. Los hombres posan constantemente aparentado una supuesta hombría que el sistema de relaciones les obliga a tener. Las mujeres constantemente también posan, pero posan con una supuesta imagen de “liberación femenina” que se manifiesta pura y exclusivamente en hasta que punto dejan que las manoseen. Pero en ningún momento se cuestiona tal manoseo. Es natural que así sea, porque es natural que el hombre este por encima de la mujer y que esta deba someterse a los deseos del re de la naturaleza. La supuesta libertad radica en decidir cuanto tiempo se dejan vejar. Lo justo y necesario son algunos minutos en los cuales los hombres, sacando a relucir su mas recalcitrante machismo, tratan de ganarse un beso mediante el acoso directo. Algunas ceden, otras no, pero ninguna opone resistencia y se queja de semejante situación. El consumo constante de bebidas alcohólicas completa la cuestión. Si alguna persona entra al lugar con un mínimo de conciencia, la pierde automáticamente en la embriaguez a la que se ven obligados. Pero no sólo por una cuestión de que esta es una sociedad consumista, sino también porque no les queda otra: las canillas de los baños no tienen agua. Están cerradas. El agua vale el doble que la cerveza, porque es necesaria para combatir la deshidratación a la que somete el cuerpo el consumo de pastillas. Negocio redondo.

    Probablemente esta sea la ultima vez que entre a un lugar semejante. La experiencia, sin duda alguna, no es recomendable en un sentido de crudeza, pero quizás es bueno, de vez en cuando, darse una vuelta para recordar por que era que uno estaba contra este mundo de ******.

    Al salir a la calle, alrededor de las 6 de la mañana, la realidad volvía a mostrar su cara. Al lado del ejercito de personas condenadas a la pobreza, juntando cartones con el frió helado que quemaba sus pies descalzos, se le sumaba ahora jóvenes de clase media y alta vomitando por las esquinas. Alguna que otra pelea, probablemente por una cuestión de apropiación sexual o demostración de hombría, llenaba la escena.

    Otra noche mas en la era posmoderna.

    Ni la primera ni la ultima, tan solo una más.

  • #2
    Re: Breve reseña de una noche bolichesca!!!

    El que se lo haya leido entero que levante la mano.

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