Han pasado hace exactamente diez años de la última vez que te ví. Al abrigo de unas cervezas -y alguna copa larga- los amigos de muchos años y de varias tendencias charlábamos sobre lo divino y lo humano, pero siempre acabábamos hablando de fútbol en algún momento de la tertulia.
Eras sevillista *******, de los que sabían hacer pupa, aunque muchas veces, muchas, la pupa te la hice yo, porque sabes que también soy fiero y dolientemente irónico para defender a lo mío, lo verde y blanco.
Por eso, como nuestras discusiones comenzaban tranquilas, se iban encendiendo y siempre acababan en una carcajada, consolidamos una amistad que aún sigue plenamente vigente, por muy lejos que estés.
No sé porqué te marchaste aquella noche del bar de Argote de Molina, pero sospecho que fue tu mujer la que te metió prisa porque al día siguiente tenías que hacer algo importante a primera hora. El caso es que os fuísteis los dos un poco antes que de costumbre tras darnos el abrazo de cada noche, aquel último abrazo.
A la mañana siguiente, muy temprano, me despertaron para decirme que te habían matado a tiros. A tí y a tu mujer. Allí, a apenas cien metros de Argote de Molina.
Diez años después te sigo echando de menos, Alberto. Y a tí, Ascensión.
Un bético que no te olvida.
Eras sevillista *******, de los que sabían hacer pupa, aunque muchas veces, muchas, la pupa te la hice yo, porque sabes que también soy fiero y dolientemente irónico para defender a lo mío, lo verde y blanco.
Por eso, como nuestras discusiones comenzaban tranquilas, se iban encendiendo y siempre acababan en una carcajada, consolidamos una amistad que aún sigue plenamente vigente, por muy lejos que estés.
No sé porqué te marchaste aquella noche del bar de Argote de Molina, pero sospecho que fue tu mujer la que te metió prisa porque al día siguiente tenías que hacer algo importante a primera hora. El caso es que os fuísteis los dos un poco antes que de costumbre tras darnos el abrazo de cada noche, aquel último abrazo.
A la mañana siguiente, muy temprano, me despertaron para decirme que te habían matado a tiros. A tí y a tu mujer. Allí, a apenas cien metros de Argote de Molina.
Diez años después te sigo echando de menos, Alberto. Y a tí, Ascensión.
Un bético que no te olvida.
Comentario