Hay que admitir que, en general, los béticos tenemos un punto masoquista. No sólo he regresado a desayunar al bar donde sólo tienen como prensa de la casa el ABC (la verdad es que tostaíta apañá con jamón y café a dos pelotes influye grandemente en la elección), sino que además lo he vuelto a pillar y además de los ademases no he seguido la correcta posología (sólo deportes, ocio y necrológicas, sólo deportes, ocio y necrológicas, sólo deportes, ocio y necrológicas, sólo...) y me he atrevido a leer una columnita de opinión al azar (craso error), como quien se fustiga recreándose en la contemplación de heces o vómitos ajenos.
Pero por si no bastara con la autoflagelación, confieso que hoy he sido brutalmente torturado por el personal del bar. Durante todo el tiempo que ha durado mi refacción (toma palabro) se han deleitado los muy cäbrones en castigar mis oídos con media discografía de La oreja de Van Gogh. Ahí es ná. Los muy.
Resultado: al salir del bar parecía que además de la tostá y el café me había zampado de postre kilo y medio de torrijas y cuarto y mitad de pestiños. Medio mareao y casi a punto de potar, para colmo de males, en mi cabeza seguía martilleando inexorablemente una voz gazmoña, la voz satánicamente monjil de Amaia Montero que se obstinaba (y se obstina) en perseguirme...
... con la carita empapaaadaaa... por la lluvia doraaadaaa... y una pechá de roosaaaass... rooosaaas para míii... ñañañañañañaaaaañaaaa, o algo así era. Aaaaarrrggghh.
Y llegado a este punto de desespero, como para compensar, supongo, unas imágenes reconfortantes han desfilado por mi mente: las del cojo manteca quemando contenedores y destrozando farolas alegremente con su muleta. Me ha dado por pensar, asimismo, que quizás la señorita onubense que recientemente se quiso unir al Estado Islámico fue debido al efecto exasperante de una escucha prolongada de canciones de Amaia Montero. Pobrecica, asín se entiende.
Pensaba desahogarme en el tema Qué canción estás escuchando, para llevar un poco la contraria y comentar qué canción por fin ya no estoy escuchando, pero ya puestos, he pensado que casi mejor abrir un tema nuevo, terapéutico, para público desahogo, un poco a modo de confesiones de “melófobos anónimos”, de manera que cualquiera pueda expresar abiertamente qué canción o grupo no pué ni oler.
Podría soportar estoicamente la escucha de la discografía completa de José Luis Rodríguez, el puma (uf), la de Pimpinela (uf, uf), la de José Luis Perales (uf, uf, uf, uf) o incluso la de Camela (uf, uf, uf, uf, uf, uf, uf), pero por Dios y por la Virgen Santa, tengan piedad de un pobre funcionario casposo, que también semos criaturitas del Señó, La oreja de Van Gogh never more, nunca mais.
P.D.: Si alguien conoce el whatsapp del padre Karras, que por favor me lo pase por privado. Preciso un exorcismo urgente. Tengo una Amaia Montero incrustada en mi córtex cerebral como una garrapata y no se va ni con salfumán. En su defecto, una terapia de electroshock baratita me vale... Rooooosaaaas paaaraaa míiiii.... ¡Sal de mi mente, joíaporculo!
Pero por si no bastara con la autoflagelación, confieso que hoy he sido brutalmente torturado por el personal del bar. Durante todo el tiempo que ha durado mi refacción (toma palabro) se han deleitado los muy cäbrones en castigar mis oídos con media discografía de La oreja de Van Gogh. Ahí es ná. Los muy.
Resultado: al salir del bar parecía que además de la tostá y el café me había zampado de postre kilo y medio de torrijas y cuarto y mitad de pestiños. Medio mareao y casi a punto de potar, para colmo de males, en mi cabeza seguía martilleando inexorablemente una voz gazmoña, la voz satánicamente monjil de Amaia Montero que se obstinaba (y se obstina) en perseguirme...
... con la carita empapaaadaaa... por la lluvia doraaadaaa... y una pechá de roosaaaass... rooosaaas para míii... ñañañañañañaaaaañaaaa, o algo así era. Aaaaarrrggghh.
Y llegado a este punto de desespero, como para compensar, supongo, unas imágenes reconfortantes han desfilado por mi mente: las del cojo manteca quemando contenedores y destrozando farolas alegremente con su muleta. Me ha dado por pensar, asimismo, que quizás la señorita onubense que recientemente se quiso unir al Estado Islámico fue debido al efecto exasperante de una escucha prolongada de canciones de Amaia Montero. Pobrecica, asín se entiende.
Pensaba desahogarme en el tema Qué canción estás escuchando, para llevar un poco la contraria y comentar qué canción por fin ya no estoy escuchando, pero ya puestos, he pensado que casi mejor abrir un tema nuevo, terapéutico, para público desahogo, un poco a modo de confesiones de “melófobos anónimos”, de manera que cualquiera pueda expresar abiertamente qué canción o grupo no pué ni oler.
Podría soportar estoicamente la escucha de la discografía completa de José Luis Rodríguez, el puma (uf), la de Pimpinela (uf, uf), la de José Luis Perales (uf, uf, uf, uf) o incluso la de Camela (uf, uf, uf, uf, uf, uf, uf), pero por Dios y por la Virgen Santa, tengan piedad de un pobre funcionario casposo, que también semos criaturitas del Señó, La oreja de Van Gogh never more, nunca mais.
P.D.: Si alguien conoce el whatsapp del padre Karras, que por favor me lo pase por privado. Preciso un exorcismo urgente. Tengo una Amaia Montero incrustada en mi córtex cerebral como una garrapata y no se va ni con salfumán. En su defecto, una terapia de electroshock baratita me vale... Rooooosaaaas paaaraaa míiiii.... ¡Sal de mi mente, joíaporculo!
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