Daniel Vivas y Nicholas Isard, autores de 'The lemony pear'.
Era julio y hacía 45 grados en Sevilla. Nicholas, Nick para los amigos, trabajaba en un arduo texto jurídico que debía traducir y, en un suspiro, exclamó: "What a heat, my weapon!" (en español, "¡Qué calor, mi arma!"). Con semejante patada al diccionario nació Superbritánico. Se trata de un personaje, pero también de una idea, casi se puede definir como movimiento. El de los españoles que exportan su arte, los aficionados al refranero que no dudan en traducir literalmente los dichos de la abuela y dejan al foráneo boquiabierto.
Los padres de Superbritánico son tres: Nicholas Isard, inglés; Marielle Lambruny, francesa; y Daniel Vivas, de Sevilla. Se conocieron de Erasmus hace tres años y fundaron su agencia de traducción Molmola en la capital hispalense para llevar la contraria al mundo. "La crisis nos vino genial, porque las empresas españolas se han enfocado al extranjero", explica Vivas.
Y en esto que Isard soltó la patada y, sin quererlo, amplió el negocio. "Se lo debemos todo a las redes sociales, y un poco a Ana Botella también", asegura el sevillano. Facebook viralizó su iniciativa y comenzaron a lloverles peticiones, "tochos y tochos de contenido". Vivas, el economista, le vio la rentabilidad a la broma y, con ayuda de sus vecinas de Bualá Comunicación, dotaron de avatar a Superbritánico y diseñaron merchandising. "En tres días se agotaron las existencias de la tienda on line".
Con su grupo de Facebook hecho un hervidero de fans y la caja sin parar de dar beneficios, "a Superbritánico le faltaba algo didáctico". Ni cortos ni perezosos, estos jóvenes se pusieron a idear un método de idiomas -eso sí, a su manera- y vió la luz 'The lemony pear' (Zenith/Planeta).
Ojo, puristas del inglés, que el objetivo de este hilarante libro de texto no es crear una generación de malhablados, sino "que la gente aprenda que eso no se dice". El manual de uso de The lemony pear es sencillo: a la izquierda, el gazapo gracioso; a la derecha, la traducción correcta y, de premio, una retahíla de expresiones relacionadas. ¿La estructura? "Empieza por la crisis, cómo no, y a Superbritánico le da el bajón. Pero se va de fiesta, liga, se lleva a la cama a la chica y se enamora. Cuando está tan feliz, ella rompe con él y le causa un gran desconcierto. ¡Claro, 'she discovered the cake' [descubrió el pastel]!". Como la vida misma.
'Spanglish' con mucha guasa | Cultura | EL MUNDO
Era julio y hacía 45 grados en Sevilla. Nicholas, Nick para los amigos, trabajaba en un arduo texto jurídico que debía traducir y, en un suspiro, exclamó: "What a heat, my weapon!" (en español, "¡Qué calor, mi arma!"). Con semejante patada al diccionario nació Superbritánico. Se trata de un personaje, pero también de una idea, casi se puede definir como movimiento. El de los españoles que exportan su arte, los aficionados al refranero que no dudan en traducir literalmente los dichos de la abuela y dejan al foráneo boquiabierto.
Los padres de Superbritánico son tres: Nicholas Isard, inglés; Marielle Lambruny, francesa; y Daniel Vivas, de Sevilla. Se conocieron de Erasmus hace tres años y fundaron su agencia de traducción Molmola en la capital hispalense para llevar la contraria al mundo. "La crisis nos vino genial, porque las empresas españolas se han enfocado al extranjero", explica Vivas.
Y en esto que Isard soltó la patada y, sin quererlo, amplió el negocio. "Se lo debemos todo a las redes sociales, y un poco a Ana Botella también", asegura el sevillano. Facebook viralizó su iniciativa y comenzaron a lloverles peticiones, "tochos y tochos de contenido". Vivas, el economista, le vio la rentabilidad a la broma y, con ayuda de sus vecinas de Bualá Comunicación, dotaron de avatar a Superbritánico y diseñaron merchandising. "En tres días se agotaron las existencias de la tienda on line".
Con su grupo de Facebook hecho un hervidero de fans y la caja sin parar de dar beneficios, "a Superbritánico le faltaba algo didáctico". Ni cortos ni perezosos, estos jóvenes se pusieron a idear un método de idiomas -eso sí, a su manera- y vió la luz 'The lemony pear' (Zenith/Planeta).
Ojo, puristas del inglés, que el objetivo de este hilarante libro de texto no es crear una generación de malhablados, sino "que la gente aprenda que eso no se dice". El manual de uso de The lemony pear es sencillo: a la izquierda, el gazapo gracioso; a la derecha, la traducción correcta y, de premio, una retahíla de expresiones relacionadas. ¿La estructura? "Empieza por la crisis, cómo no, y a Superbritánico le da el bajón. Pero se va de fiesta, liga, se lleva a la cama a la chica y se enamora. Cuando está tan feliz, ella rompe con él y le causa un gran desconcierto. ¡Claro, 'she discovered the cake' [descubrió el pastel]!". Como la vida misma.
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