Sevilla es cuna de muchos dichos acuñados en ella o que la tienen como protagonista de frases coloquiales muy usuales.
Como siempre que llueve, escampa, todas las tormentas acaban en calmona, que es la calma atmosférica que sucede al aguacero intenso. Así que todas las tormentas van para Carmona, que es la forma en que el hablante meridional cambia la lateral por la vibrante en el par de consonantes líquidas. Pero es que además, la ciudad de Carmona está en la trayectoria de los vientos de Poniente que traen las nubes de lluvia sobre la ciudad de Sevilla, resultando así que, contempladas desde la capital, efectivamente todas las tormentas se dirigen hacia la ciudad carmonense.
Una expresión típicamente sevillana para designar a las vías urbanas de dirección prohibida al tráfico rodado. No suele escucharse fuera de Sevilla porque fue aquí donde los automovilistas y peatones dieron en llamar así a conducir en contra del sentido que indicaba la mano que antiguamente servía para señalar el sentido único de una calle. Lo que hoy se señala con una flecha blanca sobre fondo azul, con anterioridad a la unificación del código de la circulación se hacía con una mano con el dedo índice estirado para indicar la dirección obligatoria. Cuando se remontaba la calle, se iba contra la mano. Y de ahí surgió la expresión meterse a contramano. Curiosamente, es el nombre de la principal asociación ciclista de Sevilla.
Lo más probable es que este «Apaga la luz y no digas nada en Triana» esté emparentado con otro dicho del que sí tenemos documentación histórica: «Mátalo y vete a Utrera».
¿Por qué Triana? Probablemente, tenga alguna reminiscencia con el castillo de San Jorge, sede de la Inquisición sevillana. La acción de apagar la luz hace referencia a hacer desaparecer las pruebas, esconderse o sustraerse a la acción de la Justicia. «Apaga la luz y no digas nada en Triana» es lo mismo que hacerse el longuis.
La expresión, en una de sus muchas variantes, tuvo su origen, más que probablemente, en la repartición de tierras que siguió a la Reconquista. Plaza fuerte adelantada en la frontera, el rey Enrique de Trastámara tomó la decisión de repoblar la zona de Utrera para evitar las razias de los sarracenos. Según el historiador Andrés Otero, «la frontera había quedado desprotegida con la destrucción del castillo de Utrera, por eso Enrique II comienza a conceder privilegios a todos lo que acudieran a repoblar Utrera, para lo que se sacó incluso gente de las cárceles». De ahí nació la expresión, porque no se tenían en cuenta los antecedentes penales a la hora de solicitar los privilegios asociados a los nuevos moradores de la ciudad y su alfoz
La expresión es tan popular y está tan ampliamente extendida para explicar una acción de la que se sale malparado que hasta el propio Ayuntamiento de la localidad sevillana, famosa por la base aérea de utilización conjunta hispanoestadounidense con ese nombre, la incluye en su página de internet. Atribuye el origen de la frase en el siglo XVI, no está claro si referida a un recaudador de tributos o a un juez llegado para poner paz entre dos bandos en litigio. Quienquiera que fuese no resultó bien acogido hasta el día en que, cansados de su altanería, le propinaron «una somanta de palos y acebuchazos» antes de alejarlo para siempre. De ahí saltó a la copla popular que expandió su figura: «Anda que te vas quedando como el gallo de Morón, sin plumas y cacareando en la mejor ocasión».
Una comparación hiperbólica muy extendida en Cádiz, de donde pasó a Sevilla. Se trata de un barco legendario del que nunca más se supo salvo el anuncio de que transportaba arroz para mitigar el hambre de la posguerra. No está claro cuándo comenzó a circular esa versión legendaria de un barco cargado de alimentos que se había ido a pique, pero lo más probable es que se pusiera en circulación tras la visita de Eva Perón a Andalucía en 1947. La promesa de enviar remesas de trigo y carne del país austral calaría pronto en el ideario colectivo, pero la tardanza en reconocer un flete unido a la noticia real de algún hundimiento en la zona daría pie a poner en circulación la expresión con la que se enfatiza lo altamente improbable, un atolladero de difícil salida, una situación de muy delicada solución.
Originariamente, el dicho fue «Quien se fue de Sevilla, perdió su silla» con el que se quiere expresar la pérdida de derechos cuando voluntariamente se hace dejación de los mismos por propia iniciativa. Con la redacción original se entiende mejor la expresión, que hunde sus raíces en la rivalidad entre los arzobispos de Sevilla y Santiago de Compostela, tío y sobrino respectivamente, ambos con el nombre de Alonso de Fonseca. En 1460, el sobrino fue nombrado arzobispo compostelano, pero antes de entrar en la sede gallega recurrió a su tío para que le apaciguara la Iglesia local mientras el joven se quedaba en Sevilla cuidándole la diócesis. Cuando Alonso de Fonseca el Viejo hubo calmado las tierras gallegas y decidió volver a su episcopado se encontró con la negativa de su sobrino, que le usurpó la silla y de ahí se acuñó la expresión.
Otra expresión cuyo origen se disputan Cádiz y Sevilla. En el caso sevillano, está más que plenamente justificado que se acuñara la expresión para referirse a unas obras interminables que se prolongaron en el tiempo más de un siglo, exactamente 105 años que son los que median entre el 8 de julio de 1401 en que los canónigos del cabildo metropolitano tomaron la determinación de construir «una iglesia tan grande que los que la vieren nos tomaren por locos» y el 10 de octubre de 1506 en que se coloca la última piedra del cimborrio. Sucedió que a los pocos años colapsó la cubierta y hubo que reconstruirla. Además de rematar el ábside con la Capilla Real, decorar las puertas y levantar la iglesia aneja del Sagrario. Todavía hoy sigue en obras.
Frase proverbial que pondera el exceso de lluvia. De acuerdo con Santiago Montoto, en su «Personajes, personas y personillas que corren por las tierras de ambas Castillas» este Bigote puede que sea un zapatero remendón gaditano conocido de la población en general en cuyo entierro llovió con mucha fuerza.
La película «My fair Lady» inmortalizó otra expresión referida a la lluvia en la capital andaluza al traducir la frase «The rain in Spain es mainly in the plain» como «La lluvia en Sevilla es pura maravilla» con el se quería enfatizar el correcto uso de la lateral palatal
Es una variante local (Gelves, el pueblo donde nació Joselito en la ribera del Guadalquivir) de la expresión «Mirando para Cuenca», cuyo origen se remonta a los tiempos de Al Andalus, cuando la orientación de la capital castellana vista desde Madrid coincide con la de La Meca hacia la que deben dirigir sus rezos los musulmanes. Ocurre, sin embargo, que Gelves no está ni de lejos en la trayectoria de La Meca. De hecho, está en sentido contrario al de los mihrab de las antiguas mezquitas legadas por los musulmanes.
Por qu las tormentas van para Carmona y el gallo de Morn se qued sin plumas - ABC de Sevilla
Como siempre que llueve, escampa, todas las tormentas acaban en calmona, que es la calma atmosférica que sucede al aguacero intenso. Así que todas las tormentas van para Carmona, que es la forma en que el hablante meridional cambia la lateral por la vibrante en el par de consonantes líquidas. Pero es que además, la ciudad de Carmona está en la trayectoria de los vientos de Poniente que traen las nubes de lluvia sobre la ciudad de Sevilla, resultando así que, contempladas desde la capital, efectivamente todas las tormentas se dirigen hacia la ciudad carmonense.
Una expresión típicamente sevillana para designar a las vías urbanas de dirección prohibida al tráfico rodado. No suele escucharse fuera de Sevilla porque fue aquí donde los automovilistas y peatones dieron en llamar así a conducir en contra del sentido que indicaba la mano que antiguamente servía para señalar el sentido único de una calle. Lo que hoy se señala con una flecha blanca sobre fondo azul, con anterioridad a la unificación del código de la circulación se hacía con una mano con el dedo índice estirado para indicar la dirección obligatoria. Cuando se remontaba la calle, se iba contra la mano. Y de ahí surgió la expresión meterse a contramano. Curiosamente, es el nombre de la principal asociación ciclista de Sevilla.
Lo más probable es que este «Apaga la luz y no digas nada en Triana» esté emparentado con otro dicho del que sí tenemos documentación histórica: «Mátalo y vete a Utrera».
¿Por qué Triana? Probablemente, tenga alguna reminiscencia con el castillo de San Jorge, sede de la Inquisición sevillana. La acción de apagar la luz hace referencia a hacer desaparecer las pruebas, esconderse o sustraerse a la acción de la Justicia. «Apaga la luz y no digas nada en Triana» es lo mismo que hacerse el longuis.
La expresión, en una de sus muchas variantes, tuvo su origen, más que probablemente, en la repartición de tierras que siguió a la Reconquista. Plaza fuerte adelantada en la frontera, el rey Enrique de Trastámara tomó la decisión de repoblar la zona de Utrera para evitar las razias de los sarracenos. Según el historiador Andrés Otero, «la frontera había quedado desprotegida con la destrucción del castillo de Utrera, por eso Enrique II comienza a conceder privilegios a todos lo que acudieran a repoblar Utrera, para lo que se sacó incluso gente de las cárceles». De ahí nació la expresión, porque no se tenían en cuenta los antecedentes penales a la hora de solicitar los privilegios asociados a los nuevos moradores de la ciudad y su alfoz
La expresión es tan popular y está tan ampliamente extendida para explicar una acción de la que se sale malparado que hasta el propio Ayuntamiento de la localidad sevillana, famosa por la base aérea de utilización conjunta hispanoestadounidense con ese nombre, la incluye en su página de internet. Atribuye el origen de la frase en el siglo XVI, no está claro si referida a un recaudador de tributos o a un juez llegado para poner paz entre dos bandos en litigio. Quienquiera que fuese no resultó bien acogido hasta el día en que, cansados de su altanería, le propinaron «una somanta de palos y acebuchazos» antes de alejarlo para siempre. De ahí saltó a la copla popular que expandió su figura: «Anda que te vas quedando como el gallo de Morón, sin plumas y cacareando en la mejor ocasión».
Una comparación hiperbólica muy extendida en Cádiz, de donde pasó a Sevilla. Se trata de un barco legendario del que nunca más se supo salvo el anuncio de que transportaba arroz para mitigar el hambre de la posguerra. No está claro cuándo comenzó a circular esa versión legendaria de un barco cargado de alimentos que se había ido a pique, pero lo más probable es que se pusiera en circulación tras la visita de Eva Perón a Andalucía en 1947. La promesa de enviar remesas de trigo y carne del país austral calaría pronto en el ideario colectivo, pero la tardanza en reconocer un flete unido a la noticia real de algún hundimiento en la zona daría pie a poner en circulación la expresión con la que se enfatiza lo altamente improbable, un atolladero de difícil salida, una situación de muy delicada solución.
Originariamente, el dicho fue «Quien se fue de Sevilla, perdió su silla» con el que se quiere expresar la pérdida de derechos cuando voluntariamente se hace dejación de los mismos por propia iniciativa. Con la redacción original se entiende mejor la expresión, que hunde sus raíces en la rivalidad entre los arzobispos de Sevilla y Santiago de Compostela, tío y sobrino respectivamente, ambos con el nombre de Alonso de Fonseca. En 1460, el sobrino fue nombrado arzobispo compostelano, pero antes de entrar en la sede gallega recurrió a su tío para que le apaciguara la Iglesia local mientras el joven se quedaba en Sevilla cuidándole la diócesis. Cuando Alonso de Fonseca el Viejo hubo calmado las tierras gallegas y decidió volver a su episcopado se encontró con la negativa de su sobrino, que le usurpó la silla y de ahí se acuñó la expresión.
Otra expresión cuyo origen se disputan Cádiz y Sevilla. En el caso sevillano, está más que plenamente justificado que se acuñara la expresión para referirse a unas obras interminables que se prolongaron en el tiempo más de un siglo, exactamente 105 años que son los que median entre el 8 de julio de 1401 en que los canónigos del cabildo metropolitano tomaron la determinación de construir «una iglesia tan grande que los que la vieren nos tomaren por locos» y el 10 de octubre de 1506 en que se coloca la última piedra del cimborrio. Sucedió que a los pocos años colapsó la cubierta y hubo que reconstruirla. Además de rematar el ábside con la Capilla Real, decorar las puertas y levantar la iglesia aneja del Sagrario. Todavía hoy sigue en obras.
Frase proverbial que pondera el exceso de lluvia. De acuerdo con Santiago Montoto, en su «Personajes, personas y personillas que corren por las tierras de ambas Castillas» este Bigote puede que sea un zapatero remendón gaditano conocido de la población en general en cuyo entierro llovió con mucha fuerza.
La película «My fair Lady» inmortalizó otra expresión referida a la lluvia en la capital andaluza al traducir la frase «The rain in Spain es mainly in the plain» como «La lluvia en Sevilla es pura maravilla» con el se quería enfatizar el correcto uso de la lateral palatal
Es una variante local (Gelves, el pueblo donde nació Joselito en la ribera del Guadalquivir) de la expresión «Mirando para Cuenca», cuyo origen se remonta a los tiempos de Al Andalus, cuando la orientación de la capital castellana vista desde Madrid coincide con la de La Meca hacia la que deben dirigir sus rezos los musulmanes. Ocurre, sin embargo, que Gelves no está ni de lejos en la trayectoria de La Meca. De hecho, está en sentido contrario al de los mihrab de las antiguas mezquitas legadas por los musulmanes.
Por qu las tormentas van para Carmona y el gallo de Morn se qued sin plumas - ABC de Sevilla
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