“Eh, tú eres un rojo”, le dijo un señor por la calle, a modo de insulto, a Baltasar Garzón. Ayer no estuvo ese Garzón rojo en la presentación de Convocatoria Cívica en Sevilla. Ayer, en la presentación de esta plataforma ciudadana liderada por andaluces, estuvo un Garzón más rojo todavía.
El exjuez de la Audiencia Nacional disparó contra los privilegios de la Iglesia: “Aquí no habrá un Estado laico hasta que deje de darse religión en las escuelas públicas”. Disparó contra la corrupción: “Es una vergüenza que se esté juzgando ahora a Carlos Fabra”, “que el presidente del Gobierno no aclare en el Parlamento su relación con Gürtel”, “que prescriban delitos como en los ERE”, en clara alusión a Alaya. Disparó contra el despilfarro de dinero público de los políticos: “Me encontré al ministro Soria en Buenos Aires haciendo jogging. Me ha encantado que no se celebren aquí los Juegos Olímpicos“. Disparó convencido contra el Constitucional: “¿Cómo es posible que el presidente del TC sea o haya sido militante de un partido?”. Disparó también contra la falta de transparencia -y otras cosas- de la Casa del Rey: “¿La marca España cuál es? ¿El caso Noos?”. Disparó contra los recortes del Gobierno: “Es una obligación democrática que la ley Wert no llegue a promulgarse“. Y disparó, sobre todo disparó, contra aquellos que dispararon a las 150.000 personas que aguardan aún la justicia en las cunetas: “Hay que repetirlo: 150.000. Que la ONU haya tenido que venir a decirnos que no cumplimos con las directrices internacionales es vergonzoso”. “La justicia en este país, deja mucho que desear”. “El gran error es pasar página sin haberla leído”. El Garzón más rojo, más radical, disparó sin nada ya que perder en un discurso en el que sólo dejó viva a la gente.
Esa gente que lo está pasando mal, la gente que no puede pagar el “puto autobús” para seguir estudiando, como denunció el catedrático de Economía Aplicada Juan Torres recordando una reciente experiencia vivida por Concha Caballero. La gente que no se atreve a protestar y gritar que trabaja como un esclavo porque tiene miedo, lamentó el exdefensor del pueblo andaluz José Chamizo. La gente, como afirmó la escritora Almudena Grandes, que tiene que invadir la democracia y las instituciones. O esa otra gente a la que se le está esquilmando el derecho a la información, que expuso el periodista Juan José Téllez. La gente que sigue estando discriminada: “Nosotras, las mujeres, necesitamos más democracia”, concluyó la catedrática Lina Gálvez. En resumen: el acto fue una reivindicación de la gente.
Convocatoria Cívica, que ya fue presentada en Madrid el pasado julio, nace como una unión entre ciudadanos para intentar que los políticos asuman las propuestas de la calle. No son ni serán un partido político, repiten. “Se trata de una iniciativa contra la indiferencia y que brota de la indignación”, afirmó Garzón en su primera intervención pública en España después de que la justicia argentina pidiese la extradición de cuatro altos funcionarios franquistas. El exmagistrado abogó por que los problemas que afectan a los ciudadanos “no se resuelvan a puerta cerrada y como paquetes que se ofertan en un supermercado, donde los tomas o los dejas”.
“No queremos volver a aquella España en la que al pobre se le decía que moriría ignorante“, destacó el exsecretario general de CCOO Antonio Gutiérrez. “Nos están privatizando la vida”, sintetizó Gálvez. Y luego “será demasiado tarde” para resolverlo, añadió Pilar González, que insistió en que pronto vendrá otro 4 de diciembre. Uno más. En el acto, conducido por Luis García Montero, también intervinieron Blanca Rodríguez, catedrática de Derecho Constitucional, y Federico Mayor Zaragoza -a través de un largo vídeo que terminaron cortando-. El más aplaudido después de Garzón fue Chamizo: “El sentido común hoy es ser absolutamente radical”, afirmó. Hubo llenazo absoluto: el salón de actos de la Facultad de Derecho acogió a asistentes -muchos sentados en el suelo- por encima de sus posibilidades. Como dicen que ha vivido toda esa gente. Los guardas de seguridad avisaron. Hay que cerrar. Y Garzón, el Garzón más rojo, se despidió llamando a la revolución. “Como la canción de Amaral”, aclaró.
El Garzón más rojo llama a la revolución de la gente
El exjuez de la Audiencia Nacional disparó contra los privilegios de la Iglesia: “Aquí no habrá un Estado laico hasta que deje de darse religión en las escuelas públicas”. Disparó contra la corrupción: “Es una vergüenza que se esté juzgando ahora a Carlos Fabra”, “que el presidente del Gobierno no aclare en el Parlamento su relación con Gürtel”, “que prescriban delitos como en los ERE”, en clara alusión a Alaya. Disparó contra el despilfarro de dinero público de los políticos: “Me encontré al ministro Soria en Buenos Aires haciendo jogging. Me ha encantado que no se celebren aquí los Juegos Olímpicos“. Disparó convencido contra el Constitucional: “¿Cómo es posible que el presidente del TC sea o haya sido militante de un partido?”. Disparó también contra la falta de transparencia -y otras cosas- de la Casa del Rey: “¿La marca España cuál es? ¿El caso Noos?”. Disparó contra los recortes del Gobierno: “Es una obligación democrática que la ley Wert no llegue a promulgarse“. Y disparó, sobre todo disparó, contra aquellos que dispararon a las 150.000 personas que aguardan aún la justicia en las cunetas: “Hay que repetirlo: 150.000. Que la ONU haya tenido que venir a decirnos que no cumplimos con las directrices internacionales es vergonzoso”. “La justicia en este país, deja mucho que desear”. “El gran error es pasar página sin haberla leído”. El Garzón más rojo, más radical, disparó sin nada ya que perder en un discurso en el que sólo dejó viva a la gente.
Esa gente que lo está pasando mal, la gente que no puede pagar el “puto autobús” para seguir estudiando, como denunció el catedrático de Economía Aplicada Juan Torres recordando una reciente experiencia vivida por Concha Caballero. La gente que no se atreve a protestar y gritar que trabaja como un esclavo porque tiene miedo, lamentó el exdefensor del pueblo andaluz José Chamizo. La gente, como afirmó la escritora Almudena Grandes, que tiene que invadir la democracia y las instituciones. O esa otra gente a la que se le está esquilmando el derecho a la información, que expuso el periodista Juan José Téllez. La gente que sigue estando discriminada: “Nosotras, las mujeres, necesitamos más democracia”, concluyó la catedrática Lina Gálvez. En resumen: el acto fue una reivindicación de la gente.
Convocatoria Cívica, que ya fue presentada en Madrid el pasado julio, nace como una unión entre ciudadanos para intentar que los políticos asuman las propuestas de la calle. No son ni serán un partido político, repiten. “Se trata de una iniciativa contra la indiferencia y que brota de la indignación”, afirmó Garzón en su primera intervención pública en España después de que la justicia argentina pidiese la extradición de cuatro altos funcionarios franquistas. El exmagistrado abogó por que los problemas que afectan a los ciudadanos “no se resuelvan a puerta cerrada y como paquetes que se ofertan en un supermercado, donde los tomas o los dejas”.
“No queremos volver a aquella España en la que al pobre se le decía que moriría ignorante“, destacó el exsecretario general de CCOO Antonio Gutiérrez. “Nos están privatizando la vida”, sintetizó Gálvez. Y luego “será demasiado tarde” para resolverlo, añadió Pilar González, que insistió en que pronto vendrá otro 4 de diciembre. Uno más. En el acto, conducido por Luis García Montero, también intervinieron Blanca Rodríguez, catedrática de Derecho Constitucional, y Federico Mayor Zaragoza -a través de un largo vídeo que terminaron cortando-. El más aplaudido después de Garzón fue Chamizo: “El sentido común hoy es ser absolutamente radical”, afirmó. Hubo llenazo absoluto: el salón de actos de la Facultad de Derecho acogió a asistentes -muchos sentados en el suelo- por encima de sus posibilidades. Como dicen que ha vivido toda esa gente. Los guardas de seguridad avisaron. Hay que cerrar. Y Garzón, el Garzón más rojo, se despidió llamando a la revolución. “Como la canción de Amaral”, aclaró.
El Garzón más rojo llama a la revolución de la gente
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