Re: Post oficial COFRADE y poesías
Yo se que esto es dar un poco la lata y este no es el lugar, pero desde el más absoluto respeto, me gustaría que hablásemos un poco sobre el tema religioso. Yo creo que la Semana Santa es más folclore que religión, pero eso no es peyorativo, y lo bueno de Sevilla, es que gracias a la Semana Santa se puede hablar de religión con muchas personas. En el fondo todos somos religiosos aunque a veces cuesta reconocerlo.
De todas formas, yo veo a Lopera junto a la imagen del Gran Poder y es que me pongo malo.
No sé, si alguno de vosotros ha tenido la suerte de conocer en persona a una persona buena de verdad. Vamos, un santo. Yo sí, y aprendí muchas cosas. Fue un obispo muy criticado ya que era muy valiente y en su día llegó a meterse con los saraos que se organizaban en Marbella. También criticó el despliegue del ejercito en la Semana Santa de Málaga. Fue muy odiado y se retiró a una vida que os aseguro que es la de un santo.
He abierto un post sobre el tema, pero como la gente no entra quería dejaros esto por si alguien quiere entrar en temas profundos.
Os dejo una entrevista:
Buxarrais, el obispo que renunció a la mitra a favor de los pobres
Por Rafael J. PérezVida NiuevaSábado, 30 de junio 2007
Para el Obispo emérito de Málaga, Ramón Buxarrais “Ha habido un silencio informativo. Según las estadísticas, se habla de 10.000 personas de origen asiático y subsahariano que esperan entrar en Melilla. Porque para ellos es una puerta fácil para entrar en Europa” ha dicho en declaraciones al semanario Vida Nueva en donde se publica una entrevista realizada por Rafael Pérez Pallarés. En el número que acaba de salir.
Ramón Buxarráis nació hace ahora 77 años en Santa Perpètua de Mogoda, localidad cercana a Barcelona. Obispo catalán en Zamora y Málaga, renunció a su ministerio episcopal en 1991. Desde entonces pasa sus días en la ciudad de Melilla.
¿Dónde vive Ramón Buxarráis?
En un pisito pequeño de la residencia “La Gota de Leche”. Un centro con 120 ancianos, 35 chicos de protección de menores y otra treintena de chicos indocumentados procedentes de Marruecos.
¿Con quién come?
Con los abuelos. Las comidas y parte de la vida las paso con ellos. Soy uno de ellos.
¿A qué hora se levanta?
(Ríe) Bueno, escandalosa la hora, a las cinco y media.
¿Y qué hace usted tan temprano?
Primero una oración que me formulé hace ya unos años.
¿Se puede saber?
Sí. (Silencio) Gracias Señor por el día que empieza. Gracias por la noche que ha terminado. Te pido que me ayudes a vivir y a hacer tu voluntad todas las horas del día. Ayúdame Señor.
¿Necesita saber que su trabajo sirve para algo?
Bueno, yo no me planteo hasta qué punto lo que hago puede servir o no. Lo que me planteo es si hago o no lo que Dios quiere. Esto me basta. La eficacia o los resultados Dios los sabe. No me interesa mensurarlos o contarlos.
D. Ramón, ¿quién tiene mayor mérito, el que dimite o el que continúa?
Ahí esta la cosa. Yo a veces me he planteado si renuncié por comodidad. Creo que no. Estaba enfermo de la columna vertebral. Me sentía muy disminuido física y anímicamente. No podía llegar a todo. Fue entonces cuando me planteé que Málaga necesitaba un obispo con salud, con capacidad para moverse, para crear y empujar. Después de hablar, durante mucho tiempo, con mi director espiritual y de rezar, de pedir a Dios que me iluminara, pedí al Papa que me concediera que me pudiera retirar. No me sentía capaz de llevar una diócesis con tantas esperanzas y posibilidades.
¿Fue usted feliz en Málaga?
Yo siempre he sido feliz. Contento, más que feliz. Porque la palabra felicidad es muy profunda. Yo digo “estoy contento”. Si esta alegría me viene de ser feliz, bendito sea.
¿Le hubiese gustado haber hecho algo más cuando ejercía como obispo?
Sí. Me hubiera gustado emplear más tiempo y más medios con la gente pobre y con la gente que sufre. Ahora lo que intento es hacer esto: dedicar más tiempo a los pobres, a los presos de Melilla y del norte de África. Me parece que la esencia del Evangelio es el amor a Dios reflejado en las personas.
¿Hay algo que le saque de quicio?
(Silencio) Las injusticias a los más pobres. Sí. Me crispan.
¿Dónde está Dios cuando se ve tanto sufrimiento?
En el mismo sufrimiento.
Usted ha afirmado que la Iglesia avanza a golpe de cruz. ¿Qué quiere decir con esa frase?
Pues que la Iglesia avanza a base de dificultades. La Iglesia, en definitiva, nada contracorriente. La corriente de la mentira, de la violencia, del pecado. En la medida en que nada se desarrolla más.
¿A qué tiene miedo un obispo?
(Silencio) Miedo a nadie. Porque teniendo a Dios por padre y amigo, ¿a qué puedo temer? No temo a nada ni a nadie. De verdad.
¿Para qué cosas se siente viejo?
A veces, el dinamismo que tenía en años anteriores no lo tengo. El cuerpo me pesa.
¿Para qué cosas se siente joven?
Mira, miro con ilusión la vida, el mundo, la Iglesia. Me apasiona Jesucristo cada día más.
¿Qué aportan Jesucristo y la Iglesia a esta sociedad?
La alegría y la felicidad profunda. Cristo viene a ser la respuesta a los interrogantes que el hombre, tarde o temprano, se formula. Cristo es la respuesta al hombre.
¿Cuál es la respuesta que el hombre contemporáneo busca hoy en Jesús?
El amor. Se nos habla mucho del amor, pero pienso que a veces se vive equivocadamente. Cuando el amor es profundo y real, tanto el espiritual, psicológico o carnal, éste hace feliz al hombre. Cuando esto se manipula y se le vacía de contenido, entonces se convierte, a veces, en un arma mortal contra la propia persona que no sabe amar.
D. Ramón, usted dijo un día que “andamos tan encandilados en el hacer que somos incapaces de contemplar el ser y cuando uno ignora lo que es no atina en lo que hace”
Pues está muy bien dicho, ¿no? (ríe)
Es suya la frase. Estaba inspirado…
Realmente es verdad. Estamos en un mundo distraído, incapaz de reflexionar. La libertad y el corazón del hombre están hechos para amar, no sólo para divertirse.
¿Hubiese elegido el tema Dios es amor para su primera Encíclica?
Pero si no he sido ni seré Papa. (Ríe) Lo que me parece muy bien es que el Papa, un hombre intelectual como es él, haya elegido este tema: Dios es amor. Benedicto XVI es una persona superdotada: un gran teólogo y un gran conocedor de la humanidad. Creo que nos puede iluminar en los caminos de felicidad que busca el ser humano.
¿Qué le suscita la esperanza?
Mirar la vida con alegría. Pensar que hay muchas dificultades que serán superadas. El mundo de hoy es mejor que el de ayer y el de mañana mejor que el de hoy.
¿Seguro?
Seguro.
Usted vivió muy de cerca el drama de los subsaharianos que intentaron saltar la valla de Melilla para entrar en Europa. Cuando estas personas fueron detenidas y devueltas a sus países a través del desierto usted llegó a afirmar que estaban en el corredor de la muerte. ¿Qué ha ocurrido con esta situación?
Ha habido un silencio informativo. Según las estadísticas, se habla de 10.000 personas de origen asiático y subsahariano que esperan entrar en Melilla. Porque para ellos es una puerta fácil para entrar en Europa. Sí, hay un cierto silencio. Sin embargo, hay una cosa que aplaudo: la acogida del CETI en Melilla, que acoge a 1500 inmigrantes. En este sentido, España y Europa los acogen muy bien y los cuidan.
Sin embargo, hay saturación en los centros de menores…
Efectivamente, son niños de 10 a 15 años que, no sabemos cómo, cruzan la frontera y a los que no se les puede expulsar porque Marruecos no los admite.
¿Se siente profeta?
No, de ninguna manera.
¿Se siente más querido que odiado?
Muchísimo más querido. No conozco a nadie que me odie.
¿A quién jamás podrá borrar de su corazón?
Bueno, a varias personas. Espiritualmente a Jesucristo e históricamente a mi madre. Fue de quien yo mamé la fe y quien se oponía a que fuera sacerdote. Se oponía porque temía que fuese un capricho de joven.
¿Qué le enamora a un obispo?
¿Qué me enamora a mí? En este momento, los ancianos sencillos y buenos. Gente que ha sufrido mucho en la vida y que viven con una sencillez y transparencia formidable. Me enamora. Sí.
¿Sus ojos azules fueron alguna vez un problema?
(Ríe) Es que no me había dado cuenta que yo tuviera ojos azules. Algunas abuelas me dicen: ¡ oh padre, qué ojos tiene! Pero que yo sepa no.
¿Le gustan los placeres sencillos?
Sí. La tortilla de patatas está riquísima.
¿Hay humor sin sabiduría?
(Silencio) Seguramente no. Porque los que tienen buen humor son inteligentes.
¿Va usted vestido de clérigo a Marruecos?
No. Voy sin el clerygman.
¿Le queda algo por decir?
Pues que quisiera amar mucho a Dios y que ese amor a Dios me empuje a amar y servir a los hombres, a todas las personas, especialmente a los más pobres y a los que sufren.
Yo se que esto es dar un poco la lata y este no es el lugar, pero desde el más absoluto respeto, me gustaría que hablásemos un poco sobre el tema religioso. Yo creo que la Semana Santa es más folclore que religión, pero eso no es peyorativo, y lo bueno de Sevilla, es que gracias a la Semana Santa se puede hablar de religión con muchas personas. En el fondo todos somos religiosos aunque a veces cuesta reconocerlo.
De todas formas, yo veo a Lopera junto a la imagen del Gran Poder y es que me pongo malo.
No sé, si alguno de vosotros ha tenido la suerte de conocer en persona a una persona buena de verdad. Vamos, un santo. Yo sí, y aprendí muchas cosas. Fue un obispo muy criticado ya que era muy valiente y en su día llegó a meterse con los saraos que se organizaban en Marbella. También criticó el despliegue del ejercito en la Semana Santa de Málaga. Fue muy odiado y se retiró a una vida que os aseguro que es la de un santo.
He abierto un post sobre el tema, pero como la gente no entra quería dejaros esto por si alguien quiere entrar en temas profundos.
Os dejo una entrevista:
Buxarrais, el obispo que renunció a la mitra a favor de los pobres
Por Rafael J. PérezVida NiuevaSábado, 30 de junio 2007
Para el Obispo emérito de Málaga, Ramón Buxarrais “Ha habido un silencio informativo. Según las estadísticas, se habla de 10.000 personas de origen asiático y subsahariano que esperan entrar en Melilla. Porque para ellos es una puerta fácil para entrar en Europa” ha dicho en declaraciones al semanario Vida Nueva en donde se publica una entrevista realizada por Rafael Pérez Pallarés. En el número que acaba de salir.
Ramón Buxarráis nació hace ahora 77 años en Santa Perpètua de Mogoda, localidad cercana a Barcelona. Obispo catalán en Zamora y Málaga, renunció a su ministerio episcopal en 1991. Desde entonces pasa sus días en la ciudad de Melilla.
¿Dónde vive Ramón Buxarráis?
En un pisito pequeño de la residencia “La Gota de Leche”. Un centro con 120 ancianos, 35 chicos de protección de menores y otra treintena de chicos indocumentados procedentes de Marruecos.
¿Con quién come?
Con los abuelos. Las comidas y parte de la vida las paso con ellos. Soy uno de ellos.
¿A qué hora se levanta?
(Ríe) Bueno, escandalosa la hora, a las cinco y media.
¿Y qué hace usted tan temprano?
Primero una oración que me formulé hace ya unos años.
¿Se puede saber?
Sí. (Silencio) Gracias Señor por el día que empieza. Gracias por la noche que ha terminado. Te pido que me ayudes a vivir y a hacer tu voluntad todas las horas del día. Ayúdame Señor.
¿Necesita saber que su trabajo sirve para algo?
Bueno, yo no me planteo hasta qué punto lo que hago puede servir o no. Lo que me planteo es si hago o no lo que Dios quiere. Esto me basta. La eficacia o los resultados Dios los sabe. No me interesa mensurarlos o contarlos.
D. Ramón, ¿quién tiene mayor mérito, el que dimite o el que continúa?
Ahí esta la cosa. Yo a veces me he planteado si renuncié por comodidad. Creo que no. Estaba enfermo de la columna vertebral. Me sentía muy disminuido física y anímicamente. No podía llegar a todo. Fue entonces cuando me planteé que Málaga necesitaba un obispo con salud, con capacidad para moverse, para crear y empujar. Después de hablar, durante mucho tiempo, con mi director espiritual y de rezar, de pedir a Dios que me iluminara, pedí al Papa que me concediera que me pudiera retirar. No me sentía capaz de llevar una diócesis con tantas esperanzas y posibilidades.
¿Fue usted feliz en Málaga?
Yo siempre he sido feliz. Contento, más que feliz. Porque la palabra felicidad es muy profunda. Yo digo “estoy contento”. Si esta alegría me viene de ser feliz, bendito sea.
¿Le hubiese gustado haber hecho algo más cuando ejercía como obispo?
Sí. Me hubiera gustado emplear más tiempo y más medios con la gente pobre y con la gente que sufre. Ahora lo que intento es hacer esto: dedicar más tiempo a los pobres, a los presos de Melilla y del norte de África. Me parece que la esencia del Evangelio es el amor a Dios reflejado en las personas.
¿Hay algo que le saque de quicio?
(Silencio) Las injusticias a los más pobres. Sí. Me crispan.
¿Dónde está Dios cuando se ve tanto sufrimiento?
En el mismo sufrimiento.
Usted ha afirmado que la Iglesia avanza a golpe de cruz. ¿Qué quiere decir con esa frase?
Pues que la Iglesia avanza a base de dificultades. La Iglesia, en definitiva, nada contracorriente. La corriente de la mentira, de la violencia, del pecado. En la medida en que nada se desarrolla más.
¿A qué tiene miedo un obispo?
(Silencio) Miedo a nadie. Porque teniendo a Dios por padre y amigo, ¿a qué puedo temer? No temo a nada ni a nadie. De verdad.
¿Para qué cosas se siente viejo?
A veces, el dinamismo que tenía en años anteriores no lo tengo. El cuerpo me pesa.
¿Para qué cosas se siente joven?
Mira, miro con ilusión la vida, el mundo, la Iglesia. Me apasiona Jesucristo cada día más.
¿Qué aportan Jesucristo y la Iglesia a esta sociedad?
La alegría y la felicidad profunda. Cristo viene a ser la respuesta a los interrogantes que el hombre, tarde o temprano, se formula. Cristo es la respuesta al hombre.
¿Cuál es la respuesta que el hombre contemporáneo busca hoy en Jesús?
El amor. Se nos habla mucho del amor, pero pienso que a veces se vive equivocadamente. Cuando el amor es profundo y real, tanto el espiritual, psicológico o carnal, éste hace feliz al hombre. Cuando esto se manipula y se le vacía de contenido, entonces se convierte, a veces, en un arma mortal contra la propia persona que no sabe amar.
D. Ramón, usted dijo un día que “andamos tan encandilados en el hacer que somos incapaces de contemplar el ser y cuando uno ignora lo que es no atina en lo que hace”
Pues está muy bien dicho, ¿no? (ríe)
Es suya la frase. Estaba inspirado…
Realmente es verdad. Estamos en un mundo distraído, incapaz de reflexionar. La libertad y el corazón del hombre están hechos para amar, no sólo para divertirse.
¿Hubiese elegido el tema Dios es amor para su primera Encíclica?
Pero si no he sido ni seré Papa. (Ríe) Lo que me parece muy bien es que el Papa, un hombre intelectual como es él, haya elegido este tema: Dios es amor. Benedicto XVI es una persona superdotada: un gran teólogo y un gran conocedor de la humanidad. Creo que nos puede iluminar en los caminos de felicidad que busca el ser humano.
¿Qué le suscita la esperanza?
Mirar la vida con alegría. Pensar que hay muchas dificultades que serán superadas. El mundo de hoy es mejor que el de ayer y el de mañana mejor que el de hoy.
¿Seguro?
Seguro.
Usted vivió muy de cerca el drama de los subsaharianos que intentaron saltar la valla de Melilla para entrar en Europa. Cuando estas personas fueron detenidas y devueltas a sus países a través del desierto usted llegó a afirmar que estaban en el corredor de la muerte. ¿Qué ha ocurrido con esta situación?
Ha habido un silencio informativo. Según las estadísticas, se habla de 10.000 personas de origen asiático y subsahariano que esperan entrar en Melilla. Porque para ellos es una puerta fácil para entrar en Europa. Sí, hay un cierto silencio. Sin embargo, hay una cosa que aplaudo: la acogida del CETI en Melilla, que acoge a 1500 inmigrantes. En este sentido, España y Europa los acogen muy bien y los cuidan.
Sin embargo, hay saturación en los centros de menores…
Efectivamente, son niños de 10 a 15 años que, no sabemos cómo, cruzan la frontera y a los que no se les puede expulsar porque Marruecos no los admite.
¿Se siente profeta?
No, de ninguna manera.
¿Se siente más querido que odiado?
Muchísimo más querido. No conozco a nadie que me odie.
¿A quién jamás podrá borrar de su corazón?
Bueno, a varias personas. Espiritualmente a Jesucristo e históricamente a mi madre. Fue de quien yo mamé la fe y quien se oponía a que fuera sacerdote. Se oponía porque temía que fuese un capricho de joven.
¿Qué le enamora a un obispo?
¿Qué me enamora a mí? En este momento, los ancianos sencillos y buenos. Gente que ha sufrido mucho en la vida y que viven con una sencillez y transparencia formidable. Me enamora. Sí.
¿Sus ojos azules fueron alguna vez un problema?
(Ríe) Es que no me había dado cuenta que yo tuviera ojos azules. Algunas abuelas me dicen: ¡ oh padre, qué ojos tiene! Pero que yo sepa no.
¿Le gustan los placeres sencillos?
Sí. La tortilla de patatas está riquísima.
¿Hay humor sin sabiduría?
(Silencio) Seguramente no. Porque los que tienen buen humor son inteligentes.
¿Va usted vestido de clérigo a Marruecos?
No. Voy sin el clerygman.
¿Le queda algo por decir?
Pues que quisiera amar mucho a Dios y que ese amor a Dios me empuje a amar y servir a los hombres, a todas las personas, especialmente a los más pobres y a los que sufren.
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