Respuesta: SEMANA SANTA, comentarios
[...] Y ahora, acompañadme a eso de las once y media de la noche del Jueves Santo, a la plaza de San Lorenzo. Hay gran bullicio de gente, que busca un sitio en las primeras filas, para ver desfilar a los “armaos” de la Macarena apresurados en devolver cortésmente la visita que, horas antes, una representación de hermanos del Gran Poder ha realizado a la Basílica de San Gil, para pedir la venia. Ya sabéis que, por antigüedad, corresponde a la Señora ir delante en la carrera oficial, pero, para mantener el riguroso silencio que el Señor impone, La Macarena cede muy gustosa el sitio que a ella le pertenece, pues es consciente de los aplausos que su paso arranca allí donde esté. Merece la pena ver la plaza de San Lorenzo tomada por parte de la centuria romana, cuyos penachos de plumas semejan en la noche, bajo las luces mortecinas de las farolas, abanicos de nácar. Todo es murmullo, conversación animada, comentarios alegres que expresan nuestro contento mientras se alejan la blanca nube de plumas y el estruendo de tambores que, poco a poco, se van silenciando en la lejanía…
Y de repente, las luces se apagan y aparece la física grandeza de nuestro Padre Jesús del Gran Poder: “Al Gran Poder no se le busca, se le encuentra”, según palabras del pregonero José María García Bravo- Ferrer. Hay siempre una sorpresa en cada esquina de Sevilla en la que aparece el Nazareno de San Lorenzo. Nos sobrecoge la majestad imponente de su figura en la negrura de la noche. Parece que su Cruz no le pesa, si nos fijamos en la fuerza de sus zancadas al avanzar. Puede con el madero y lo lleva por todos los hombres este Señor de Sevilla. El Gran Poder lo manda todo y todo lo puede, a la vez que nos va perdonando. Por eso, yo me sé de memoria aquellos versos, que, en 1956, un famoso pregonero escribió en su pregón:
Si alguien te alza la mano
o te ofende, Gran Poder,
te juro, Dios Soberano,
que ése no pudo nacer
bajo el cielo sevillano.
Dicen que lo sacaron a hombros del ya desaparecido Teatro San Fernando.
[...] Y ahora, acompañadme a eso de las once y media de la noche del Jueves Santo, a la plaza de San Lorenzo. Hay gran bullicio de gente, que busca un sitio en las primeras filas, para ver desfilar a los “armaos” de la Macarena apresurados en devolver cortésmente la visita que, horas antes, una representación de hermanos del Gran Poder ha realizado a la Basílica de San Gil, para pedir la venia. Ya sabéis que, por antigüedad, corresponde a la Señora ir delante en la carrera oficial, pero, para mantener el riguroso silencio que el Señor impone, La Macarena cede muy gustosa el sitio que a ella le pertenece, pues es consciente de los aplausos que su paso arranca allí donde esté. Merece la pena ver la plaza de San Lorenzo tomada por parte de la centuria romana, cuyos penachos de plumas semejan en la noche, bajo las luces mortecinas de las farolas, abanicos de nácar. Todo es murmullo, conversación animada, comentarios alegres que expresan nuestro contento mientras se alejan la blanca nube de plumas y el estruendo de tambores que, poco a poco, se van silenciando en la lejanía…
Y de repente, las luces se apagan y aparece la física grandeza de nuestro Padre Jesús del Gran Poder: “Al Gran Poder no se le busca, se le encuentra”, según palabras del pregonero José María García Bravo- Ferrer. Hay siempre una sorpresa en cada esquina de Sevilla en la que aparece el Nazareno de San Lorenzo. Nos sobrecoge la majestad imponente de su figura en la negrura de la noche. Parece que su Cruz no le pesa, si nos fijamos en la fuerza de sus zancadas al avanzar. Puede con el madero y lo lleva por todos los hombres este Señor de Sevilla. El Gran Poder lo manda todo y todo lo puede, a la vez que nos va perdonando. Por eso, yo me sé de memoria aquellos versos, que, en 1956, un famoso pregonero escribió en su pregón:
Si alguien te alza la mano
o te ofende, Gran Poder,
te juro, Dios Soberano,
que ése no pudo nacer
bajo el cielo sevillano.
Dicen que lo sacaron a hombros del ya desaparecido Teatro San Fernando.
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