Alfredo Relaño | 13/04/2011
Como ayer se habló mucho de tarjetas, se me ocurrió mirar cuántas llevaba cada equipo de los clasificados para cuartos antes de empezar la jornada de vuelta. El resultado es este: Schalke, 23 amarillas y dos rojas; Real Madrid, 22 y 2; Shakhtar, 22 y 0; Inter, 16 y 1; Tottenham, 15 y 3; Chelsea, 12 y 0; Barça, 9 y 0; Manchester, 6 y 0. A veces pienso que Mourinho tiene razones para quejarse. Siempre he notado que la facilidad con que los árbitros enseñan tarjetas es inversamente proporcional al respeto que les inspiran los equipos. Es evidente que el Madrid está, en ese sentido, en el grupo de la pelagra.
Es cierto que dos las hizo buscar el propio Mourinho, pero eso le costó una represalia única. El caso es que el Madrid llega a estas alturas con cinco a una tarjeta de la suspensión, y cinco a dos, y esa es la gran preocupación ante el partido de esta noche. En principio, el Madrid lo esperaría tan plácido como el que vivió el Barça anoche en Ucrania, pero lo de las tarjetas es una espada de Damocles que convierte un presunto trámite en un examen difícil. Algunos van a ser reservados, otros muy aconsejados para que tengan cuidado. Pero, ¡qué difícil es jugar al fútbol en estado de autovigilancia!
La pregunta es por qué al Madrid le pasa esto, por qué aparece en el grupo de los más tarjeteados junto a esos clubes sin pedigrí. ¿Pega tanto el Madrid, se alborotan tanto sus partidos? Puede ser. Pero esos alegatos que de cuando en cuando hace Platini contra los grandes traspasos (criticó explícitamente la inversión en Cristiano) señalan a los árbitros dónde está el bien y dónde está el mal. No se trata de conspiración, sólo de sutil inducción. Los árbitros quieren prosperar en lo suyo, como todo el mundo, y para eso el camino más fácil es hacer las cosas como les gusta a los que mandan.
Como ayer se habló mucho de tarjetas, se me ocurrió mirar cuántas llevaba cada equipo de los clasificados para cuartos antes de empezar la jornada de vuelta. El resultado es este: Schalke, 23 amarillas y dos rojas; Real Madrid, 22 y 2; Shakhtar, 22 y 0; Inter, 16 y 1; Tottenham, 15 y 3; Chelsea, 12 y 0; Barça, 9 y 0; Manchester, 6 y 0. A veces pienso que Mourinho tiene razones para quejarse. Siempre he notado que la facilidad con que los árbitros enseñan tarjetas es inversamente proporcional al respeto que les inspiran los equipos. Es evidente que el Madrid está, en ese sentido, en el grupo de la pelagra.
Es cierto que dos las hizo buscar el propio Mourinho, pero eso le costó una represalia única. El caso es que el Madrid llega a estas alturas con cinco a una tarjeta de la suspensión, y cinco a dos, y esa es la gran preocupación ante el partido de esta noche. En principio, el Madrid lo esperaría tan plácido como el que vivió el Barça anoche en Ucrania, pero lo de las tarjetas es una espada de Damocles que convierte un presunto trámite en un examen difícil. Algunos van a ser reservados, otros muy aconsejados para que tengan cuidado. Pero, ¡qué difícil es jugar al fútbol en estado de autovigilancia!
La pregunta es por qué al Madrid le pasa esto, por qué aparece en el grupo de los más tarjeteados junto a esos clubes sin pedigrí. ¿Pega tanto el Madrid, se alborotan tanto sus partidos? Puede ser. Pero esos alegatos que de cuando en cuando hace Platini contra los grandes traspasos (criticó explícitamente la inversión en Cristiano) señalan a los árbitros dónde está el bien y dónde está el mal. No se trata de conspiración, sólo de sutil inducción. Los árbitros quieren prosperar en lo suyo, como todo el mundo, y para eso el camino más fácil es hacer las cosas como les gusta a los que mandan.
ya no es solo el villarato, también se ha implantado el platinitato.
perseguidos y cazados en españa. y si eso no fuese bastante, ahora también por toda europa.
pobrecito el real madrid, pobrecito.
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