Se derrumbó el castillo que en poco tiempo había construido. Se derrumbó, no quedo nada, ni siquiera los cimientos para tratar de construirlo nuevamente, o, sino hay tiempo para un castillo, que se pueda pegar ladrillo por ladrillo y construir un buen apartamento.
Se derrumbó el castillo de Gastón Casas en aquel paso por el Betis y, extrañamente, nunca pudo volver a ser el mismo. Fue una lesión la culpable, aunque, luego, el mismo cayó en un poso del que nunca pudo salir en ninguno de los clubes para los que firmó y ahora, parece que ya ha pasado su cuarto de hora.
Joven, goleador, talentoso, Gastón Casas sorprendió a todos cuando llegó al Betis y en un abrir y cerrar de ojos se ganó el cariño de la afición al demostrar que el área era su hábitat y que en ella se movía como pez en el agua. De hecho, fue pieza fundamental para entregarle el ascenso, el salto a la Liga de las estrellas.
Si todavía se recuerda aquel junio del 2001 cuando con dos grandes disparos ante el Jaén el rubio atacante guió a los sevillanos a subir a la primera división, aquella afición explotaba de alegría y se unía en un abrazo emocionante en las gradas del Nuevo Estadio de la Victoria, gradas en las que no entraba un alfiler.
O un par de temporadas antes, cuando también fue pieza clave en el Huracán de Argentina, con un asombroso promedio de un gol cada 90 minutos y también hacía que el pueblo 'quemero' salga a las calles de Parque Patricios para festejar la tan ansiada vuelta olímpica.
Eso era Casas, era gol, era entrega, era un jugador completo que ganaba de arriba, que ganaba de abajo, que se llevaba a la rastra a cuanto defensor quisiera, pero lo dejó de ser, por aquel fatídico encuentro en el Camp Nou ante el Barcelona, por aquella jugada del Gerard, que lo dejó más de dos meses fuera de los campos de juego pero que lo hizo desaparecer para siempre.
Porque su castillo fue polvo, porque no pudo construir ninguna épica historia ni en Racing y Argentinos Juniors de Argentina, ni el Recreativo de Huelva, ni en Elche, Cádiz, Córdoba o el Ionikos, y, seguramente, en ningún otro club que participe, no porque no pueda serlo, sino porque parece que ya ha pasado el tren y es complicado volver a ser luego de tantos años.
No cuesta creer que Gastón Casas lo haya tenido todo en sus manos pero lo que sí cuesta creer es que haya pesado tanto una lesión y que haya pasado a estar dentro de los jugadores que navegan por la intrascendencia futbolística. Cuesta creer que Casas sea un nuevo caso, dentro de los Cracks que no fueron.
Se derrumbó el castillo de Gastón Casas en aquel paso por el Betis y, extrañamente, nunca pudo volver a ser el mismo. Fue una lesión la culpable, aunque, luego, el mismo cayó en un poso del que nunca pudo salir en ninguno de los clubes para los que firmó y ahora, parece que ya ha pasado su cuarto de hora.
Joven, goleador, talentoso, Gastón Casas sorprendió a todos cuando llegó al Betis y en un abrir y cerrar de ojos se ganó el cariño de la afición al demostrar que el área era su hábitat y que en ella se movía como pez en el agua. De hecho, fue pieza fundamental para entregarle el ascenso, el salto a la Liga de las estrellas.
Si todavía se recuerda aquel junio del 2001 cuando con dos grandes disparos ante el Jaén el rubio atacante guió a los sevillanos a subir a la primera división, aquella afición explotaba de alegría y se unía en un abrazo emocionante en las gradas del Nuevo Estadio de la Victoria, gradas en las que no entraba un alfiler.
O un par de temporadas antes, cuando también fue pieza clave en el Huracán de Argentina, con un asombroso promedio de un gol cada 90 minutos y también hacía que el pueblo 'quemero' salga a las calles de Parque Patricios para festejar la tan ansiada vuelta olímpica.
Eso era Casas, era gol, era entrega, era un jugador completo que ganaba de arriba, que ganaba de abajo, que se llevaba a la rastra a cuanto defensor quisiera, pero lo dejó de ser, por aquel fatídico encuentro en el Camp Nou ante el Barcelona, por aquella jugada del Gerard, que lo dejó más de dos meses fuera de los campos de juego pero que lo hizo desaparecer para siempre.
Porque su castillo fue polvo, porque no pudo construir ninguna épica historia ni en Racing y Argentinos Juniors de Argentina, ni el Recreativo de Huelva, ni en Elche, Cádiz, Córdoba o el Ionikos, y, seguramente, en ningún otro club que participe, no porque no pueda serlo, sino porque parece que ya ha pasado el tren y es complicado volver a ser luego de tantos años.
No cuesta creer que Gastón Casas lo haya tenido todo en sus manos pero lo que sí cuesta creer es que haya pesado tanto una lesión y que haya pasado a estar dentro de los jugadores que navegan por la intrascendencia futbolística. Cuesta creer que Casas sea un nuevo caso, dentro de los Cracks que no fueron.
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