La cuenta atrás del Sporting
La cuenta atrás del Sporting
Hace tres meses titulábamos nuestro último editorial "El atolladero de Javier Fernández". Pasado el tiempo y cuando 2014 escribe su último capítulo, la herencia que recibió de su padre, pero que en realidad es un patrimonio intangible de todos, el Sporting, está clínicamente muerto. Esa es la cruda y descarnada realidad. Porque la vía anglo-alemana, la suiza y la mejicana-estadounidense, todas, están en una especie de limbo etéreo después de que el preacuerdo de exclusividad de la alternativa promovida por Pina, se haya esfumado sin resultado tangible alguno. Tal parece que al olor de la hipotética inversión, los innumerables acreedores del Sporting hayan amenazado con reclamar lo suyo al unísono y la chequera anglo-alemana haya encogido de repente por el susto. Y es que, aunque a menudo se olvida, que además del trasatlántico de la "deudona" que capitanea la Agencia Tributaria, el mercante de alto tonelaje de Doyen Group y las embarcaciones de considerable eslora de plantilla deportiva y empleados, hay muchos más acreedores en la carta de navegación de la compra-venta de la sociedad anónima deportiva rojiblanca. Esa transacción en la que la familia Fernández pretende obtener beneficio de unas acciones cuyo valor nominal comenzó a sepultar el patriarca ya en el siglo pasado.
La situación del Sporting es alarmante. La entidad cuenta con una fecha de defunción inexorable que es el 31 de julio. Porque parece bastante evidente que si para entonces Hacienda no ha percibido los catorce millones de euros que se le adeudan (5 millones deberían haberse abonado hoy y 9 millones en febrero del año nuevo), el pago alternativo con bienes de interés cultural llevará medio año aproximadamente denegado por el Tribual Económico Central Administrativo y el Fisco, salvo sorpresa mayúscula. Y entonces ya no habrá voceros que profieran con el pecho hinchado esa frase tan grandilocuente como hueca del Sporting es muy fuerte y lo aguanta todo.
Cuando el reloj de la Puerta del Sol de la bienvenida al 2015, al mismo tiempo, echará a andar la cuenta atrás para el Sporting. De ello ya se encargaron desde hace casi dos décadas, primero José Fernández y luego Vega-Arango y Alfredo García Amado. Ese presidente honorífico en excedencia amante de los focos como pocos y ese director general de récord al que Javier Fernández, en dos años que ya se han cumplido desde su toma de posesión en la entidad rojiblanca, ha sido incapaz de cesar en sus funciones para intentar evitar sumir al Sporting en esta agonía. El hijo del máximo accionista no ha sido el culpable ni por asomo de generar los cerca de cuarenta millones de euros de deuda que aplastan a la institución por mucho que alguno se empeñe, pero sí de no haber liberado al Sporting, habiendo podido, de la auténtica rueda de molino que lleva colgada de su cuello asfixiándole y sumiéndole en el abismo desde hace muchos años, demasiados.
Ese mismo director general que hábilmente ha sido el hombre invisible a los ojos de una adormecida afición que hasta hace un año, hubiera sido incapaz en su inmensa mayoría de ponerle siquiera rostro. Incluso los más críticos erraron el dardo de sus protestas con el mantra de Fernández Vete Ya. Porque el verdadero dueño en la sombra, como él mismo llegó a vociferar a algún empleado en su día en la intimidad, ha sido Alfredo García Amado.
Y es que la afición, que incluso ahora que el Sporting da bocanadas necesita que un puñado de chavales le entregue un pañuelo de papel porque de lo contrario no protestaría en masa, ha tragado burdos carros y carretas construidos servilmente durante más de veinte años por publicistas de los medios de comunicación. Los mismos que curiosamente cuando ven que el barco se hunde sin remedio, se apresuran a denunciar, arrogándose la exclusiva jornada tras jornada, la nefasta gestión que ha provocado este desastre.
Una afición compuesta mayoritariamente por ciudadanos de Gijón a los que su Ayuntamiento ha dejado huérfanos durante estas dos décadas de decadencia. Ese consistorio que regaló sin empacho alguno a José Fernández la multimillonaria compra de Mareo y algo tan etéreo como las marcas, para que continuara perpetuando la demolición del Sporting. Esa corporación municipal, que una vez más, ha optado por darse mus en este laberinto de la compra-venta de la segunda empresa más importante del concejo sin exigir responsabilidad alguna a Fernández.
Cuando los sportinguistas comamos hoy las uvas, seamos conscientes de que 2015 puede ser el año del final del Sporting o el principio de algo nuevo y puede que hasta esperanzador. Desde Golaverage deseamos con todo nuestro corazón que sea lo segundo, pero queridos lectores, no vale con sentarse a ver la ballena.
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