Decía Santiago Bernabeu que en fútbol no hay jugadores jóvenes o viejos, que los hay buenos y los hay malos. Esta frase, de apariencia simple y evidente, resulta que ha roto con muchos de los prototipos que hoy en día usamos, de alguna manera, como excusa para defender a un futbolista. Habremos escuchado mil veces al aficionado de a pie decir eso de "Ya no está para jugar, es demasiado viejo", o al contrario, "Todavía es muy joven, hay que tener paciencia", sin embargo, se podrían poner mil ejemplos que rompen definitivamente con estas frases, Santiago tenía mucha razón. La edad nunca debe ser un impedimento para triunfar, en su justa medida claro está, pero mientras el físico aguante y las cualidades sigan intactas, que más da tener 30, 35 o 40 años para seguir jugando bien al fútbol. Ahí tenemos a genios como Valerón, la magia hecha persona, o a Pirlo, todo clase y elegancia. Si se es bueno, se es bueno, todo lo contrario seguirán siendo excusas. Pero hoy no vamos a hablar de genios ni de futbolistas superdotados técnicamente como Juan Carlos o Andrea, vamos a hablar de currantes, puros y duros, algunos sobretodo muy duros... Y es que hace ya varias temporadas que un equipo no muy grande históricamente (a nivel de éxitos), con una masa de aficionados quizás no demasiado extensa, sin un presupuesto sobresaliente, más bien medio tirando a pobre..., y con una de las medias de edad más altas de Europa (29,7 años), nos tiene absolutamente ganados a la hora de hablar de ellos. Hablamos de un equipo humilde, dirigidos por un técnico más humilde aún y apoyados por una afición que hace ya tiempo que vive asentada en las nubes. Hablamos de trabajo, de esfuerzo, de un par de *******. Hablamos del Levante. El Levante de los muertos vivientes, de los resucitados, de los viejos rockeros... Hablamos de la historia de una máquina perfecta, y como tal, hay que contarla como se merece.
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Fútbol Anfetamínico: La moto granota.
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