¿de dónde has sacado eso?

que quiere que te diga... ojala como dije en agosto, hubiesemos fichado a Escriba o Quique Sanchez flores, que en julio estaban en el mercado... pero no fue asi... hoy cambiaba a mel pelo a pelo por juande y daba de regalo a vdv... pero ahora mismo solo toca cruzar los dedos para que en el proximo correcalles la moneda caiga de nuestro lado...

Me apuesto mi Antología del Marqués de Sade, dedicada de su puño y letra, a que Mel "rescata del rincón" a Ceballos y lo pone de titular.

No ha cambiao ni de peinado.

Haciendo Betis

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si hombre... como lo van a echar, no se atreve o atreven...

lo echaran cuando pase lo que pase, sea el unico culpable de la debacle... ya lo hicieron echandolo en noviembre a un partido de la salvacion... en cuanto apareciera aqui un juande, un lasarte, un bielsa de esos que estan libre ahora... la gente ya empezaria a mirar a los vargas, digard, vdv, ricky, tarek, petros, pezella... y claro diran... nos esperamos todavia que total los unicos que ven mal a mel son los clasicos de betisweb... nosotros lo vemos muy bien, incluso el director deportivo dijo la semana pasada en una peña que era un cuerpo tecnico muy profesional (aqui hay varios que dicen que trabaja muy poco) asi que esto es lo que hay

Mel ensaya con Ndiaye y Digard en el centro del campo - Al final de la Palmera

"Quito a Petros y Meto a Digard junto a N´diaye", dos centrocampistas defensivos, cambia de nombres no de estilo, si juegas con juego exterior necesitas dos delanteros para cazar los centros desde la bandas, y colocas a dos medios centros, uno destructivo y otro creativo, Digard-Ceballos, N´diaye-Ceballos, o hasta Petros-Ceballos, pero salir otra vez con dos medios defensivos no va a solucionar nada, sólo espero que a Sandoval no le haya dado por ver los partidos del Betis, porque desde luego Melguson no aprende, será falta de testiculina de sus hombres pensará el sabio de hortaleza, la misma que le falta a él para tomarse en serio su trabajo, es desesperante este entrenador...

Y sigue dejando a Rubén arriba solo, cabezón como él solo. El mejor entrenador posible para el Betis, si ya.

Es usted un mentiroso, seguro que ha viajado a velocidades cercanas a las de la luz o ha aprovechado algún pliegue en el espacio-tiempo arrimándose a un agujero negro -mi objeto cósmico preferido- para asomarse al futuro y hacerse el guay después, o mejor dicho, hacerse el guay antes...

... cagüenlamá las paradojas de los viajes en el tiempo.

El melismo meloso

Pepe Mel es el mejor entrenador posible para este Betis. Quede clara mi opinión antes de entrar en detalles. Tiene una filosofía futbolística que congenia con la cultura verdiblanca, erguida a partir de una base en la que la estética lo embriaga todo en busca de una hermosura que a veces es inútil, pero que, cuando no deriva en la victoria, al menos alivia el escozor de la derrota. A Mel le gusta más la portería contraria que la propia y habita más cómodamente en los dominios del balón que en los del espacio. Su táctica es la plástica, su técnica es la épica y su trabajo tiende más a lo químico que a lo físico. Pero esa ambición por engendrar coreografías sobre el césped no le exime de un más que acreditado rigor profesional. Todo esto es innegable. Mel es un estilista del banquillo, lo que no deja de ser una gran paradoja porque como futbolista era todo lo contrario: un goleador rudo y peleón. Aunque quizás esa combinación es la que lo hace más solvente. Pero que Mel sea un buen entrenador no obliga a dorarle la píldora por todo lo que hace. Como cualquiera, a veces se equivoca. Y no decirlo es malo para todo el mundo: para el periodista que le hace la pelota, porque pone en almoneda su credibilidad; para el bético porque abarata su exigencia; para el Betis porque huye de la autocrítica; y para el propio Mel porque se autoengaña.

Tanto contra el Deportivo de la Coruña como ante el Español el pasado domingo, el Betis fue inferior y punto. Las responsabilidades podemos atribuírselas a Palmerín si queremos, pero eso sería jugar a la gallinita ciega. Falló todo el equipo. Incluido el entrenador, que no supo contrarrestar el plante de los contrarios sobre la yerba. Y ya está. No pasa nada. El Betis está haciendo un inicio de liga acorde con sus objetivos. No es ningún escándalo perder ni ninguna afrenta al entrenador reprocharle sus decisiones. Pero hay una corriente de armeros melistas que se está empezando a desbordar. Esos defensores a ultranza de todo lo que haga el míster son sus peores enemigos. Los melistas melosos empalagan con tanta sobredosis de almíbar. Mel es el mejor entrenador posible para este Betis. Lo vuelvo a repetir. Pero hay por ahí algunos abnegados que lo consideran infalible y que todos los días le ponen por delante el distorsionado espejo de Cenicienta, tan exagerado que alguna vez, creyéndose que le hace un favor cuando en realidad es todo lo contrario, ha llegado incluso a calificarlo como gran novelista. Y ya se sabe que hay elogios que matan.

Eso es para que sus amigos digan: que gran entrenador que muere con sus ideas y no se vuelve loco con los cambios.

El melismo meloso

Pepe Mel es el mejor entrenador posible para este Betis. Quede clara mi opinión antes de entrar en detalles. Tiene una filosofía futbolística que congenia con la cultura verdiblanca, erguida a partir de una base en la que la estética lo embriaga todo en busca de una hermosura que a veces es inútil, pero que, cuando no deriva en la victoria, al menos alivia el escozor de la derrota. A Mel le gusta más la portería contraria que la propia y habita más cómodamente en los dominios del balón que en los del espacio. Su táctica es la plástica, su técnica es la épica y su trabajo tiende más a lo químico que a lo físico. Pero esa ambición por engendrar coreografías sobre el césped no le exime de un más que acreditado rigor profesional. Todo esto es innegable. Mel es un estilista del banquillo, lo que no deja de ser una gran paradoja porque como futbolista era todo lo contrario: un goleador rudo y peleón. Aunque quizás esa combinación es la que lo hace más solvente. Pero que Mel sea un buen entrenador no obliga a dorarle la píldora por todo lo que hace. Como cualquiera, a veces se equivoca. Y no decirlo es malo para todo el mundo: para el periodista que le hace la pelota, porque pone en almoneda su credibilidad; para el bético porque abarata su exigencia; para el Betis porque huye de la autocrítica; y para el propio Mel porque se autoengaña.

Tanto contra el Deportivo de la Coruña como ante el Español el pasado domingo, el Betis fue inferior y punto. Las responsabilidades podemos atribuírselas a Palmerín si queremos, pero eso sería jugar a la gallinita ciega. Falló todo el equipo. Incluido el entrenador, que no supo contrarrestar el plante de los contrarios sobre la yerba. Y ya está. No pasa nada. El Betis está haciendo un inicio de liga acorde con sus objetivos. No es ningún escándalo perder ni ninguna afrenta al entrenador reprocharle sus decisiones. Pero hay una corriente de armeros melistas que se está empezando a desbordar. Esos defensores a ultranza de todo lo que haga el míster son sus peores enemigos. Los melistas melosos empalagan con tanta sobredosis de almíbar. Mel es el mejor entrenador posible para este Betis. Lo vuelvo a repetir. Pero hay por ahí algunos abnegados que lo consideran infalible y que todos los días le ponen por delante el distorsionado espejo de Cenicienta, tan exagerado que alguna vez, creyéndose que le hace un favor cuando en realidad es todo lo contrario, ha llegado incluso a calificarlo como gran novelista. Y ya se sabe que hay elogios que matan.

Ya lo dijo él, que no cambiaba su manera de entender el fútbol...

Un saludo.

El melismo meloso

Pepe Mel es el mejor entrenador posible para este Betis. Quede clara mi opinión antes de entrar en detalles. Tiene una filosofía futbolística que congenia con la cultura verdiblanca, erguida a partir de una base en la que la estética lo embriaga todo en busca de una hermosura que a veces es inútil, pero que, cuando no deriva en la victoria, al menos alivia el escozor de la derrota. A Mel le gusta más la portería contraria que la propia y habita más cómodamente en los dominios del balón que en los del espacio. Su táctica es la plástica, su técnica es la épica y su trabajo tiende más a lo químico que a lo físico. Pero esa ambición por engendrar coreografías sobre el césped no le exime de un más que acreditado rigor profesional. Todo esto es innegable. Mel es un estilista del banquillo, lo que no deja de ser una gran paradoja porque como futbolista era todo lo contrario: un goleador rudo y peleón. Aunque quizás esa combinación es la que lo hace más solvente. Pero que Mel sea un buen entrenador no obliga a dorarle la píldora por todo lo que hace. Como cualquiera, a veces se equivoca. Y no decirlo es malo para todo el mundo: para el periodista que le hace la pelota, porque pone en almoneda su credibilidad; para el bético porque abarata su exigencia; para el Betis porque huye de la autocrítica; y para el propio Mel porque se autoengaña.

Tanto contra el Deportivo de la Coruña como ante el Español el pasado domingo, el Betis fue inferior y punto. Las responsabilidades podemos atribuírselas a Palmerín si queremos, pero eso sería jugar a la gallinita ciega. Falló todo el equipo. Incluido el entrenador, que no supo contrarrestar el plante de los contrarios sobre la yerba. Y ya está. No pasa nada. El Betis está haciendo un inicio de liga acorde con sus objetivos. No es ningún escándalo perder ni ninguna afrenta al entrenador reprocharle sus decisiones. Pero hay una corriente de armeros melistas que se está empezando a desbordar. Esos defensores a ultranza de todo lo que haga el míster son sus peores enemigos. Los melistas melosos empalagan con tanta sobredosis de almíbar. Mel es el mejor entrenador posible para este Betis. Lo vuelvo a repetir. Pero hay por ahí algunos abnegados que lo consideran infalible y que todos los días le ponen por delante el distorsionado espejo de Cenicienta, tan exagerado que alguna vez, creyéndose que le hace un favor cuando en realidad es todo lo contrario, ha llegado incluso a calificarlo como gran novelista. Y ya se sabe que hay elogios que matan.