Ayer, desde mi posición, pude comprobar lo triste que puede verse este mundo, no del fútbol, sino de la idolatría pasmada y pasmosa de gente que se adorna de forma ridícula con pancartas que valen más que una camiseta para pedirla, de carteles mostrados por hombretones muy serios con contenidos de primaria. De todo lo que rodea a este mundo que es alimentado por prensa tan ridícula como los carteles, que no informan, que no opinan, que simplemente defienden a capa y espada a ese equipo, desmontando la realidad para mostrar una batalla continua entre los grandes, en vez de un escenario donde disfrutar del fútbol.
Ayer me sentí un poco amargado, que me perdonen los cientos de personas vestidas del madrid por negarme a hacerles fotos, pero es que no me apetecía nada más que reirme de las chorradas de petición de camisetas, de amor eterno a un portugués que no sabía por dónde salir en la rueda de prensa y se dedicó a piropear al Betis y a negar haber visto nada del partido.
Pero ayer también me gustó el Betis, lejos de los llenos, pues seguía viendo a la gente de segunda, a la gente de los partidos contra los de abajo, a esa gente, más acompañados, pero siempre ahí.
Y por supuesto, mi peña, que no tiene por qué buscar explicaciones a los que para colaborar con algo en esta vida necesitan que les paguen. Que no sienten más que el culo de sus asientos. Son pocos, los suficientes para negarse cualquier "sacrificio", y mira que participar de la animación, poder decir que estuvieron allí debajo del escudo a sus hijos o nietos o a sus novias o amigos, sería algo tan especial que seguro que los mirarían admirados, a no ser que fuesen otros de esa especie que prefieren un cartel mal rotulado con una frase estúpida para llamar la atención de un programa que se dice de deportes que tener sobre sus cabezas el escudo del Betis. De todo hay, que cada uno escoja, es libre.
Ayer, tras escuchar enojado a Mel mordiéndose la lengua como nunca lo he visto mordérsela, salí por la puerta 3 y ví el griterío, los empujones, las gentes con chillidos histéricos a cada gesto de esas estrellas del fútbol. Hoy, seguramente la mayoría, volverán a olvidarse de los equipos de sus barrios, pueblos o ciudades porque ellos sólo son de los que ganan. Negando el pan y la sal a los que soportan desde las bases modestas y ligas menores todo este negocio, muchas veces pestilente, aunque el Betis demostró su realeza, demostró que el manquepierda ayer brilló con luz propia, tanto que cegó a todo un mouriño, que perdía tiempo y perdía valor. Perdimos, 3 puntos menos.
Ayer me sentí un poco amargado, que me perdonen los cientos de personas vestidas del madrid por negarme a hacerles fotos, pero es que no me apetecía nada más que reirme de las chorradas de petición de camisetas, de amor eterno a un portugués que no sabía por dónde salir en la rueda de prensa y se dedicó a piropear al Betis y a negar haber visto nada del partido.
Pero ayer también me gustó el Betis, lejos de los llenos, pues seguía viendo a la gente de segunda, a la gente de los partidos contra los de abajo, a esa gente, más acompañados, pero siempre ahí.
Y por supuesto, mi peña, que no tiene por qué buscar explicaciones a los que para colaborar con algo en esta vida necesitan que les paguen. Que no sienten más que el culo de sus asientos. Son pocos, los suficientes para negarse cualquier "sacrificio", y mira que participar de la animación, poder decir que estuvieron allí debajo del escudo a sus hijos o nietos o a sus novias o amigos, sería algo tan especial que seguro que los mirarían admirados, a no ser que fuesen otros de esa especie que prefieren un cartel mal rotulado con una frase estúpida para llamar la atención de un programa que se dice de deportes que tener sobre sus cabezas el escudo del Betis. De todo hay, que cada uno escoja, es libre.
Ayer, tras escuchar enojado a Mel mordiéndose la lengua como nunca lo he visto mordérsela, salí por la puerta 3 y ví el griterío, los empujones, las gentes con chillidos histéricos a cada gesto de esas estrellas del fútbol. Hoy, seguramente la mayoría, volverán a olvidarse de los equipos de sus barrios, pueblos o ciudades porque ellos sólo son de los que ganan. Negando el pan y la sal a los que soportan desde las bases modestas y ligas menores todo este negocio, muchas veces pestilente, aunque el Betis demostró su realeza, demostró que el manquepierda ayer brilló con luz propia, tanto que cegó a todo un mouriño, que perdía tiempo y perdía valor. Perdimos, 3 puntos menos.
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