Sevilla es la ciudad de España más difícil para ejercer el periodismo deportivo. Llevo años diciéndolo, es la única con dos equipos, toda vez que la fuerza mediática de Atlético de Madrid, Espanyol, Levante, etc. es mínima comparada con la de sus vecinos ricos. Aquí es diferente. Muy diferente.
Y, salvo algunos compañeros que han llegado de fuera, la mayoría de los periodistas tuercen por el Sevilla o por el Betis. Es lógico y nada de lo que avergonzarse ni que impida ejercer la profesión con objetividad. Incluso, los lectores y oyentes más avezados saben de qué equipo es fulano o mengano, aunque contemple a una especie que no sale abiertamente del armario.
El problema llega cuando al periodista le sale la vena de hincha. Cuando, descaradamente, se posiciona a favor del club de sus amores y trata de provocar una guerra de trincheras con compañeros que piensan de modo diferente. Algunos se creen en posesión de la verdad y utilizan su poder de convocatoria para, incluso, tratar de desprestigiar a los periodistas y otras gentes del fútbol que no comulgan con sus ideas. Que por lo visto para ser hombre de fútbol ha habido antes que ser futbolista profesional o casi internacional.
Está ocurriendo ahora en el Betis. Se ha instalado una especie de periodista de cámara dispuesto a blindar a los actuales mandamases, justo como ocurriese hace dos décadas con Lopera. Todo lo que hagan Bosch y compañía, está bien hecho. Alguno incluso se atreve a juzgar cuál debe ser la magnitud de alguna crítica. Y yo me pregunto: ¿Es eso de verdad lo que quieren los aficionados béticos? ¿Es ésa la prensa que les gusta? ¿Lo que le interesa a alguno es que le filtren el día a día del club desde dentro y sentirse gente y bético por ser periodista fiel al que manda?
A Del Nido, que lo ha ganado todo, le dan por la derecha, por la izquierda y hasta por detrás. Eso lo hace fuerte y lo obliga a trabajar más duro, a exigirse y superarse diariamente. Y al Sevilla no le va nada mal. En la acera contraria, cualquiera se atreve a decir que han fallado con las taquillas, que despiden béticos por capricho y les ofrecen una limosna, que contratan más a dedo aún, que han vendido una caprichosa revolución en la cantera como una reestructuración, que pretenden cerrar el nuevo consejo y el club bajo una única línea de pensamiento, que Mel sigue porque no les ha quedado más remedio…
Al Betis de hoy hay que agradecerle la labor de márketing de Miguel Guillén, la recuperación de los ex futbolistas para el club, la presencia social de Rafael Gordillo y algún acierto a modo de fichaje (que ya se sabrá cómo y gracias al trabajo de quién han llegado o llegarán cada uno de los futbolistas). Pero, profesionalmente, el Betis apenas ha mejorado y, sinceramente, no creo que los béticos lo vean más próximo porque sigue siendo de unos cuantos que, además, no han puesto un céntimo ni creo que lo vayan a poner y que no están dispuestos a admitir la entrada de béticos de otra casta. Para colmo, los de ahora no han puesto al Betis ahí, sino que fueron aquéllos. Y si no ofrezco detalles de algunas tropelías es porque quizá no haya llegado el momento, que todo se sabrá en su día, y porque a nadie conviene dar pistas a Lopera. Principalmente, al Betis.
Y si alguien piensa que la crítica constructiva no ayuda al Betis, allá él. Quizá si en el 92 hubiese existido, hoy no estaría este Betis que tanto quieren algunos vistiendo esas ropas y asistiendo, inerme, a los éxitos de un vecino que siempre halló alimento en la crítica y en la exigencia de los suyos.
El fútbol de Meridona » Archivo » Los béticos y el Betis
Y, salvo algunos compañeros que han llegado de fuera, la mayoría de los periodistas tuercen por el Sevilla o por el Betis. Es lógico y nada de lo que avergonzarse ni que impida ejercer la profesión con objetividad. Incluso, los lectores y oyentes más avezados saben de qué equipo es fulano o mengano, aunque contemple a una especie que no sale abiertamente del armario.
El problema llega cuando al periodista le sale la vena de hincha. Cuando, descaradamente, se posiciona a favor del club de sus amores y trata de provocar una guerra de trincheras con compañeros que piensan de modo diferente. Algunos se creen en posesión de la verdad y utilizan su poder de convocatoria para, incluso, tratar de desprestigiar a los periodistas y otras gentes del fútbol que no comulgan con sus ideas. Que por lo visto para ser hombre de fútbol ha habido antes que ser futbolista profesional o casi internacional.
Está ocurriendo ahora en el Betis. Se ha instalado una especie de periodista de cámara dispuesto a blindar a los actuales mandamases, justo como ocurriese hace dos décadas con Lopera. Todo lo que hagan Bosch y compañía, está bien hecho. Alguno incluso se atreve a juzgar cuál debe ser la magnitud de alguna crítica. Y yo me pregunto: ¿Es eso de verdad lo que quieren los aficionados béticos? ¿Es ésa la prensa que les gusta? ¿Lo que le interesa a alguno es que le filtren el día a día del club desde dentro y sentirse gente y bético por ser periodista fiel al que manda?
A Del Nido, que lo ha ganado todo, le dan por la derecha, por la izquierda y hasta por detrás. Eso lo hace fuerte y lo obliga a trabajar más duro, a exigirse y superarse diariamente. Y al Sevilla no le va nada mal. En la acera contraria, cualquiera se atreve a decir que han fallado con las taquillas, que despiden béticos por capricho y les ofrecen una limosna, que contratan más a dedo aún, que han vendido una caprichosa revolución en la cantera como una reestructuración, que pretenden cerrar el nuevo consejo y el club bajo una única línea de pensamiento, que Mel sigue porque no les ha quedado más remedio…
Al Betis de hoy hay que agradecerle la labor de márketing de Miguel Guillén, la recuperación de los ex futbolistas para el club, la presencia social de Rafael Gordillo y algún acierto a modo de fichaje (que ya se sabrá cómo y gracias al trabajo de quién han llegado o llegarán cada uno de los futbolistas). Pero, profesionalmente, el Betis apenas ha mejorado y, sinceramente, no creo que los béticos lo vean más próximo porque sigue siendo de unos cuantos que, además, no han puesto un céntimo ni creo que lo vayan a poner y que no están dispuestos a admitir la entrada de béticos de otra casta. Para colmo, los de ahora no han puesto al Betis ahí, sino que fueron aquéllos. Y si no ofrezco detalles de algunas tropelías es porque quizá no haya llegado el momento, que todo se sabrá en su día, y porque a nadie conviene dar pistas a Lopera. Principalmente, al Betis.
Y si alguien piensa que la crítica constructiva no ayuda al Betis, allá él. Quizá si en el 92 hubiese existido, hoy no estaría este Betis que tanto quieren algunos vistiendo esas ropas y asistiendo, inerme, a los éxitos de un vecino que siempre halló alimento en la crítica y en la exigencia de los suyos.
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